Unos beneficios de 859 millones de euros en 2022, que mejoran en un 61,9% los resultados del año precedente, hacían prever una General de Accionistas tranquila, pero sobre todo victoriosa, para el Consejo de Administración del Banco de Sabadell. Más aún si tenemos en cuenta la aprobación de la subida salarial suculenta para los consejeros contemplada en el punto diez del orden del día. Nada más lejos de la realidad. Si bien los adjetivos grandilocuentes se han ido sucediendo según se presentaban los resultados, el turno de intervenciones ha roto el ambiente complaciente. “¿Hasta cuándo seguirán lucrándose del negocio de la guerra y repartiendo dividendos manchados de sangre entre sus accionistas?”, concluía Javier Pérez su intervención.

Antes, una ristra de datos y acusaciones sobrevolaban el auditorio ante la perpleja mirada de los directivos. “Denunciar la relación financiera del Sabadell con la industria de la guerra y militarización de fronteras, lo que les hace cómplices de la vulneración de derechos humanos en todo el mundo”, comenzaba su discurso, arrojando cifras. Un total de 12 empresas fabricantes de material armamentístico o susceptible de sospecha financiadas por 44 bancos españoles, apuntaba Pérez, “entre ellos el Sabadell”, añadía. Airbus, Eulen o Accenture ha sido alguna de las empresas nombradas, de cuya financiación “más de 83 millones vienen de clientes que depositan su confianza en el Sabadell”.

“Me parecen muy bien sus reivindicaciones, pero no les vamos a hacer caso”, ha respondido César González-Bueno, consejero delegado de la entidad, a la petición de dejar atrás esas inversiones que le realizaba su interlocutor, asegurando a continuación que “el Sabadell no invierte ni financia ninguna empresa que desarrolle materiales controvertidos”. Algo más comedido ha estado Josep Oliu, presidente del banco, que se ha limitado mostrarse, en su nombre y en el de la compañía, “profundamente afectado por la barbarie que son las guerras en el mundo”, trasladando su deseo de que “se puedan encontrar soluciones de paz lo antes posible”.

Trabajadores machacados

Una vez superadas las acusaciones belicistas, ha llegado el turno de las reclamaciones laborales esgrimidas por algunos representantes sindicales presentes en la sala. Así, uno por uno, han ido relatando la situación de “una plantilla que agoniza” mientras sus grandes accionistas y dirigentes se reparten enormes dividendos y se suben los salarios. “Es el mercado amigo decía aquel ministro que no acabó muy bien”, ha resumido irónicamente Marcos García, representante de UGT, la situación de indefensión que perciben los trabajadores. Múltiples exigencias de mejoras salariales y de las condiciones laborales han sido pronunciadas, mientras los consejeros aludían a la productividad y la rentabilidad.

“Estamos ante un empeoramiento del clima laboral en toda la plantilla y observamos que el banco no quiere hacer nada al respecto”, ha lamentado un representante de CCOO. La solución encontrada por el banco, realizar encuestas internas, no convence a los trabajadores, que han llegado a denunciar la acción de “directivos presionando a la plantilla para responder positivamente a las encuestas internas”. “Decir la verdad en una encuesta perjudica”, ha apuntado el representante sindical, señalando esto como principal motivación que ha llevado a CCOO a acudir a la Inspección de Trabajo.

“Solo les oímos hablar de beneficios récords, sin aumento significativo en los salarios y pidiéndonos votar a favor de aumentar las retribuciones de la alta dirección, muy por encima del IPC”, ha relatado, para concluir que “la plantilla también merece ser recompensada”. Salarios congelados y reducciones de plantilla, consecuencia de reestructuraciones, que no solo han medrado los derechos de los trabajadores, según han relatado los portavoces sindicales, sino también el trato recibido por los clientes. No han coincido los consejeros con el análisis de los trabajadores, a los que ha emplazado a esperar a cumplir objetivos.

“Somos muy conscientes en el Consejo del esfuerzo especial que la plantilla está haciendo en estos últimos años, pero entienda que nosotros nos hemos planteado unos objetivos que repercuten en el conjunto de la plantilla”, ha respondido el presidente de la entidad. “Intentaremos mejorar las condiciones de nuestros colaboradores, pero les pido que tengan conciencia, porque hasta que no lleguemos a un 12% de rentabilidad tenemos que arreglarnos”, ha añadido.  A las reestructuraciones de personal ha respondido el consejero delegado, asegurando que el avance en transformación digital ha compensado los despidos (1.185 trabajadores el último año). “Objetivamente, con algunas excepciones, la carga de trabajo no se ha aumentado de manera sustancial”, ha sostenido.

El cambio de turno de intervención ha cambiado de nuevo y, con él, el argumentario. “Si quieren pueden mejorar la retribución salarial, las condiciones de trabajos, invertir para mejorar las condiciones de trabajo. Pero no quieren”, comenzaba Vicent García. Sobre la mesa se ha puesto también el funcionamiento de las variables por objetivos que contempladas para los trabajadores. “Publicar objetivos 15 días antes de que acabe el periodo a analizar” ha denunciado Mario Rifaterra, miembro de CCOO, añadiendo que “se persigue y amenaza” a quien no quiere firmar estos acuerdos. 

“Hay una contradicción de intereses entre los trabajadores y los accionistas, efectivamente”, ha reconocido González-Bueno desde la mesa directiva, “y esto es una Junta de Accionistas”, ha añadido. No obstante, ha asegurado que el compromiso del banco con la plantilla “es grande y está creciendo” y ha atribuido el descontento de los trabajadores a la existencia de “una mayor tensión en la sociedad con la banca que se reproduce en las oficinas”. El trago ha acabado pasando para los consejeros y las votaciones se han resuelto a su gusto, dando por concluida una Junta de Accionistas más convulsa de lo esperado.