Hay días en los que la política, más que una herramienta que debería saberse útil para cambiar las cosas o, al menos intentarlo, es -o se percibe- poco menos que como un baile de términos. De "corre ve y dile". Del "y tú más". 

Hace un par de semanas, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, rescataba -y digo rescataba porque no lo ha inventado él- el concepto fachosfera para referirse a ese conglomerado de poderes fácticos y mediáticos alrededor de la derecha e, incluso, la extrema derecha. 

Le faltó tiempo a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, para responder con la Sanchosfera, sopesando como tal el espacio que reúne a las personas que hacen de guardia pretoriana del líder del Ejecutivo después de los acuerdos -la ley de amnistía como punta de lanza que, por cierto, todavía no ha salido adelante- con Junts y el resto de partidos independentistas. Ingenioso es, todo sea dicho.

Pero, ¿qué sería la Ayusosfera? Seguramente algo así como libertad para tomarse cañas en una terraza y el resto lo vamos viendo. Cuidado, no seré yo detractor de la hostelería. De hecho, el ratito que echo con los compañeros del trabajo los viernes por la tarde es uno de mis favoritos cada semana, aunque insuficiente para nublarme la vista y olvidarme de que la ser libre es otra cosa o, como mínimo, algo más. Quién sabe, a lo mejor soy un comunista empedernido. No lo descartaría en el seno de una derecha que se lo considera al actual Papa. En cualquier caso, a uno le hace falta más para escapar a la coherencia y la conciencia. 

No perdí de vista la realidad cuando a mis abuelos les okuparon -han leído bien, okuparon- su antigua casa. No voy a ser hipócrita, me dio mucha rabia e impotencia, pero no me impidió ver que el problema real apenas alcanza el 1% en comparación, por ejemplo, con el del acceso a la vivienda, porque mis abuelos nunca estuvieron en la Ayusosfera. En el campo y en fábricas, sí. Y en casas de antiguos señoritos, también.

Mis padres tienen varias propiedades, que su esfuerzo les ha costado. Nunca les importó pagar acorde a ellas, y jamás subieron el alquiler por encima de las posibilidades de los inquilinos pese a la presión de las inmobiliarias. Porque mis padres no vienen de la Ayusosfera. De levantar cubos de basura y echar horas y horas, sí.

Tengo una hermana que no sabe de padrinos ni comisiones. Completamente a favor de la gente que disfruta de uno de los primeros y lo puede aprovechar, bastante más en contra de los que hacen negocio en situaciones límite. Nadie habla de ilegalidad. Sin duda, sí de poca ética. Pero supongo que eso es la Ayusosfera. Mi hermana tampoco perteneció a ella. A la generación que sufrió un par de crisis y que, en su caso particular, emigró a Londres a servir cafés, sí.

Tengo amigos médicos que faltan en los centros de salud. Y en la Ayusosfera. Y profesores que exactamente lo mismo. A todos ellos, independientemente de a lo que se dediquen, ni destinando el 100% de su salario les da para vivir solos. Y en pareja o con un amigos la cosa no es mucho más esperanzadora. Entiendo que para la responsable de Sol todos ellos son gente que "no arrima el hombro" o que "prefiere no trabajar". También sé de abuelos a los que han desahuciado después de cotizar durante toda su vida. Supongo que, igualmente, no sería suficiente en ese mundo paralelo idílico que ha creado. 

Un mundo en el que la lluvia depende de los toros, el insulto se maquilla con un "me gusta la fruta", donde no hablar del franquismo porque es pasado y para cerrar heridas, bien; pero ETA sigue muy viva, en el que quien condene el genocidio palestino es un antisemita de manual, donde acceder a una FP es poco menos que una quimera para miles de estudiantes y en el que a la gente mayor no se la deriva a hospitales por... ¿qué razón, exactamente? Pues no sé, no es que me sienta identificado con la Sanchosfera, pero con la Ayusosfera, tampoco, a pesar de la Fórmula 1 y aunque trajera los Juegos Olímpicos a Madrid.