La Cumbre Hispano-Francesa celebrada en Barcelona alumbró un nuevo eje de influencia en la Unión Europea, a partir de un tratado de amistad entre España y Francia por el que ambos estados se comprometen a llegar a posiciones comunes en la política europea. Una decisión de cierta trascendencia, que cómo poco, servirá de contrapeso al tradicional eje franco alemán. Sin embargo, el presidente de la Generalitat, invitado a dar la bienvenida a Macron y Sánchez, invirtió sus escasos minutos de presencia en el acto protocolario para repetirle al presidente del gobierno español que el “Procés no ha terminado” y para dejarle dicho al presidente de la República francesa que Cataluña quiere ser “un socio europeo”.

No han trascendido las repuestas de Sánchez y Macron a las palabras de Aragonés, pero seguro que el presidente francés respiró tranquilo al comprobar que el presidente de la Generalitat no le exigua la anulación inmediata del Tratado de los Pirineos de 1659 por el que la Cataluña medieval quedaba dividida entre las coronas de España y Francia. Los dirigentes independentistas se han habituado a su papel de observadores privilegiados de su propio ombligo, olvidándose del resto del mundo. La actuación de la Generalitat con ocasión de la cumbre hispanofrancesa les ha permitido exhibir su permanente desconexión de la gobernación y su comodidad en vivir en la contradicción más hiriente.

Mientras el presidente Aragonés saludaba a su manera a Macron y a Sánchez, el resto de la dirección de ERC, con Junqueras a la cabeza, se manifestaban con Junts, la CUP, Òmnium, ANC, el Consell per la República y unas cuantas organizaciones más contra la presencia en Cataluña de las dos delegaciones interministeriales por entender que se trata de un acto de desconsideración a su aspiración de mantener viva la confrontación con el Estado español. Aragonés abandonó el acto protocolario a toda prisa para evitarse los himnos nacionales de España y Francia, y Junqueras salió de la manifestación con la misma prisa y acompañado por los abucheos de unas docenas de independentistas que acusan a ERC de lo mismo que ERC acusa al gobierno Sánchez, de dar por muerto el Procés.

El Procés, entendido como expresión de una determinada estrategia para alcanzar la independencia, se acabó el día que se aplicó el artículo 155 a la Generalitat y nadie (de los que podían porque estaban en la administración autonómica) opuso la menor resistencia. A partir de ahí, la única prioridad del independentismo oficial fue la de buscar remedio a las graves consecuencias judiciales y penales de la intentona fallida, llegando hasta donde el gobierno Sánchez ha estado dispuesto a llegar en función de sus urgencias. Una cosa y otra no implican, por supuesto, que la aspiración democrática de un estado propio haya desaparecido o vaya a desaparecer, no hay ningún indicio que así lo indique, aunque el ministro de la Presidencia haya creído verlos y valorara la oportunidad de intentar capitalizar su percepción a la salud de la cumbre.

La aparente unidad del Procés se rompió incluso antes de celebrarse el pleno del Parlament en el que se amagó con una declaración de independencia. Esta evidencia es tan dolorosa para los soberanistas que los dirigentes de ERC y Junts se creen en la obligación de repetirse cada día en voz alta (por separado, por supuesto) que el Procés está vivo para consuelo retórico de los miles de independentistas que nunca se darán por vencidos.

Este jueves además convocaron una manifestación para cantarle el mantra del ensimismamiento a Pedro Sánchez, y de rebote a Emmanuel Macron. Una movilización muy discreta comparada con la capacidad exhibida por estos mismos partidos y entidades en 2017 y años precedentes. Unos cuantos autocares llegados de comarcas y los dirigentes de siempre que luego volvieron a sus despachos parlamentarios o gubernamentales para seguir con el día a día. La cumbre se celebró con toda normalidad, sin embargo, para desesperación del gobierno catalán no discutieron de la apertura de los pasos fronterizos de uso local que Francia cerró con ocasión de la pandemia y que Aragonés le pidió a Sánchez que trataran. Según declararon fuentes del gobierno Sánchez, no había habido tiempo de introducir el tema en la agenda cerrada con la antelación propia de estas reuniones.