Del proyecto sabemos más bien poco. Más bien nada. Sólo se ha contado que tendrá una inversión millonaria para hacer un complejo de juego y de ocio al lado de las ciudades de Madrid o Barcelona. A cambio de la inversión, en un momento de dura crisis y de paro desatado, el empresario pone sus exigencias sobre la mesa. Los gobiernos, el central y de los Madrid y Cataluña, parecen dispuestos a todo. Parecen dispuestos a venderse por un plato de lentejas ante la amenaza del inversor de “o las tomas, o las dejas”. Necesidad obliga podrían decir porque prometer 200.000 puestos de trabajo en un momento de paralización económica es algo que merece estudio, como sostienen los alcaldes socialistas afectados.

Zona Franca del Juego
EuroVegas es un proyecto con una fuerte inversión que pretende levantar hoteles, casinos, centros comerciales, palacios de congresos y restaurantes. Para llevarla adelante, Adelson exige contrapartidas en el suelo, en el terreno fiscal, en las infraestructuras que deben dar soporte a la nueva ciudad del ocio y en las relaciones laborales, mejor dicho, exige ausencia de relaciones laborales. Esta Zona Franca del Juego estaría al margen de todo, o de casi todo. A modo de ejemplo, en sus instalaciones se podría fumar y los menores tendrían acceso abierto.

Jugando a trilero
El proyecto nace de la idea de la ciudad de Las Vegas, pero para empezar Las Vegas es un furúnculo en medio del desierto lejos de toda civilización. Eurovegas se situaría en la conurbación urbana de Barcelona o Madrid. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha defendido el interés de la Generalitat por el proyecto y ha dicho que convertirse en el principal destino turístico del sur de Europa no es ninguna tontería. Y ha añadido que los casinos sólo representan entre el 2% y el 4% de los edificios previstos. O sea, como en Las Vegas. El president de la Generalitat pretende jugar a trilero. En Las Vegas, los casinos se ubican en los hoteles y están rodeados de centros comerciales, outlets y atracciones de ocio de todo tipo como teatros, circos, etc. Decir que sólo representan el 4% es jugar con el desconocimiento de la ciudadanía. Dicho más claro, mentir sobre la realidad del proyecto.

Turismo de baja calidad
En toda esta polémica, mientras Madrid juega con una cierta ventaja y mantiene un discreto silencio, en Cataluña se han desatado las pasiones más provincianas a la caza de un proyecto que, de momento, es más humo que otra cosa. Unos aplauden que se cree empleo, aunque éste sea de baja calidad, un empleo basura que coloca la reforma laboral de Rajoy como la panacea de la regulación laboral. Otros quieren convertirse en el centro del mundo dando cabida a un turismo de baja calidad, que hasta hace dos días criticaban con pasión. Sólo hay que ir a Las Vegas para ver cuál es el tipo de turismo que atrae. De lunes a jueves las mareas de turistas europeos y americanos. Turismo barato, de borrachera, de consumo convulsivo. De viernes a domingo, la elevación a los altares de la cultura del mínimo esfuerzo, del juego. ¡A la porra con la tan cacareada cultura del esfuerzo!

Todo vale
Y otros, creen que hay que abrir las puertas y no hablar del modelo de país del futuro. Son los que consideran que “el todo vale” es lo mejor que nos puede pasar porque la cosa está muy difícil. No cuentan que este tipo de centros de ocio también son centros de corrupción. Basta echar un vistazo rápido a Las Vegas. Las largas colas de chicas esperando un cliente en la salida de los hoteles, en los casinos, en las discotecas es un ejemplo más que visible.

En Cataluña, hoy por hoy, sólo una voz discrepante. La del concejal y primer secretario del PSC de Barcelona, Carles Martí, que ha afirmado que “no es un modelo de economía productiva sostenible y generadora de puestos de trabajo cualificados, sino todo lo contrario”. El resto de gobiernos están esperando que caiga el maná del cielo y venderse por un plato de lentejas.

Toni Bolaño es periodista y analista político