Las reacciones que vienen desde Madrid son todo un bálsamo. El ministro Wert se lo ha puesto fácil al nacionalismo catalán que ha empezado a agitar el fantasma del franquismo. Por si fuera poco, Cospedad y Mayor Oreja han comparado el soberanismo con el terrorismo. En este escenario, Mas se muestra cómodo. Tiene el debate focalizado dónde le interesa. No se hablará de su más que mejorable gestión y tiene toda la atención centrada en el referéndum sin que nadie le cuestione ni le pregunte cuál es el camino.

Con sus palabras de hoy deja tranquilo al democristiano Duran i Lleida que ayer decía que derecho a decidir y autodeterminación no implicaban directamente independencia. Podían indicar otras opciones como la confederación. Mas sabe que puede tensar la cuerda de cara a las elecciones pero que después tendrá que negociar.

Hoy, también, el presidente catalán ha reconocido que el encaje de la independencia casa mal con la concepción de Europa. La UE se ha negado hoy a hablar de hipótesis refiriéndose a Catalunya. A la UE se le acumulan los casos. Los independentistas flamencos han ganado las municipales. En Escocia se ha convocado referéndum. No son buenas noticias para una Europa que hace aguas por todas partes.

Por eso, Mas se encarga de atizar los ánimos un día y apagar fuegos al siguiente. Se ha envuelto de épica –“estoy al servicio de un momento histórico, dijo el domingo- y pone los esfuerzos en su consulta. Con una pregunta que difiere sustancialmente de la escocesa. Quiere que Cataluña sea un nuevo estado de la UE, dicen que dirá. Ni menciona la independencia. En el fondo, Artur Mas sabe que la solución pasa por una reforma constitucional que apunte a un modelo de estado federado. No lo va a reconocer. No le interesa. Con este propuesta no ganaría las elecciones. Le interesa la confrontación. Al PP también. El gobierno de Rajoy sabe que el actual estado de las autonomías ha quebrado. No sirve. No lo va a reconocer. Le interesa explotar el nacionalismo español para recoger votos en Galicia y Euskadi y tocar los sentimientos de los suyos en Cataluña. Después del 25N cambiarán las cosas. Además, los socialistas estarán tocados. Más tocados. Para el nacionalismo catalán y español, miel sobre hojuelas. Luego, como siempre, los acuerdos.

Toni Bolaño es periodista