Toni Valero ha arrasado en la Asamblea de Izquierda Unida Andalucía celebrada el pasado fin de semana. La gestión del traumático proceso de ruptura con el sector soberanista de Adelante que lidera Teresa Rodríguez ha sido respaldada por una mayoría abrumadora del 86 por ciento de los compromisarios.

Tras la “usurpación” de la marca Adelante, los dirigentes de Izquierda Unida y de Podemos decidieron cambiar el nombre del grupo parlamentario: ahora se llaman Unidas Podemos por Andalucía. Un nombre que, ciertamente, define con exactitud lo que son y lo que quieren ser, pero que resulta demasiado largo para resultar mediáticamente operativo.

En todo caso, resuelve, siquiera provisionalmente, el embrollo nominalista en que estaba atrapada la izquierda no socialista tras la ruptura con Rodríguez, que por ahora se queda con la marca Adelante aunque ésta ya no tiene el fulgor de antaño, que tampoco por cierto fue el que esperaban sus esperanzados fundadores Podemos e Izquierda Unida, hoy fuera de ella y enemigos para siempre de Teresa.

Resuelta con solvencia la portavocía del grupo parlamentario con Inmaculada Nieto, Valero encarna un liderazgo orgánico bien asentado, renovado y cumplidor, identificado sin reservas con el Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos y convencido de que la única manera de desalojar a la derecha de la Junta es reproduciendo esa alianza nacional en Andalucía.

Por su parte, Podemos Andalucía tiene un problema que es al mismo tiempo una paradoja: es el socio mayoritario de la coalición pero no tiene un líder propiamente dicho. Martina Velarde lo es nominalmente pero no realmente. Sus apariciones en los medios pueden casi contarse con los dedos de una mano. Martina tiene otras virtudes, pero no la del liderazgo. Para ser líder lo primero que hace falta es querer serlo o al menos convencer a la gente de que se quiere serlo. No es el caso de la diputada Velarde.

El Partido Popular tiene a Juan Manuel Moreno, el Partido Socialista tiene a Juan Espadas, Ciudadanos tiene a Juan Marín, Adelante tiene a Teresa Rodríguez y Vox tiene… a Santiago Abascal, cuyo último encargado en Andalucía se llama Manuel Gavira. Unidas Podemos por Andalucía no tiene a nadie; o tiene a muchos, que en política es como no tener a nadie.

Más País, fuera del Parlamento, no entra en la relación porque todavía no ha logrado superar su fase de oruga para convertirse en mariposa capaz de volar. Lo tiene complicado para conseguirlo: no está en el Parlamento, no está en los ayuntamientos y no tiene estructura de partido. La valiosa Carmen Lizárraga está desaparecida y la coordinadora Esperanza Gómez es igualmente valiosa pero está sola.

Unidas Podemos por Andalucía –llamémosla UPA para abreviar– debería acelerar su proceso de elección de un líder. Dada la evidente escasez de mirlos blancos, constatada la falta de cualidades y determinación de Martina Velarde para aspirar al liderazgo y visto que el ministro Alberto Garzón no cesa de apartar de sí el cáliz que le han ofrecido sus discípulos para encabezar la lista electoral de las autonómicas, la única opción que queda disponible es Toni Valero, aunque para encabezar la candidatura de UPA necesitaría la luz verde de los morados.

Contra lo que tantas veces proclamaron Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, en política no existen los liderazgos corales. Toda coralidad es interpretada como confusión, como barullo, como debilidad.

Dicho sea con muchas comillas, en mayor o menor grado todos los partidos tienen algo de secta religiosa con su cielo, su infierno, sus enemigos y sus sagradas escrituras. Pero todo ello es nada sin la encarnación viviente y personalizada de un profeta capaz de conducir al pueblo elegido hasta la tierra prometida, que es el poder. No me llaméis Toni, llamadme Moisés.