"Una vez que se encuentra en el centro de esa plaza es alcanzado por el atacante, quien, una vez que le tiene en el suelo, sujeta la catana con ambas manos y, alzando la mirada al cielo y gritando unas palabras en árabe entre las que se escucha la palabra Alá, le asesta una última estocada mortal".
Este es el párrafo central del relato de lo que, según el juez de refuerzo del Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional Joaquín Gadea, sucedió ayer en Algeciras, cuando un joven marroquí le quitó la vida al sacristán Diego Valencia, de la iglesia Nuestra Señora de la Palma. Antes había herido al sacerdote de la iglesia de San Isidro.
El auto del juez, adelantado por el diario El País, no revela ningún novedad significativa con respecto al relato los hechos ya reconstruido por la Policía Nacional y los medios de comunicación. El magistrado está persuadido de que los actos criminales de Yassine Kanjaa cuadran con el perfil de un sospechoso de terrorismo salafista.
Sobre él pesaba desde junio una orden administrativa de expulsión de España, tras haber sido detenido por la Policía sin la documentación como inmigrante legal. El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, ha hecho alusión a esta circunstancia preguntándose por qué Kanjaa seguí en nuestro país.
La conducta del agresor parece estar lejos, sin embargo, de responder a las pautas de sigilo y violencia extrema de los atentados de otros ‘lobos solitarios’. Antes de cometer el crimen en la iglesia de la Palma había escandalizado a los fieles de la parroquia de San Isidro, donde, según el juez, inició “una discusión con los allí presentes, manifestando a los feligreses de forma vehemente que la única religión que hay que seguir es la religión islámica”.
Luego abandonaba el templo “profiriendo mensajes en árabe cuyo contenido se desconoce”, para regresar poco después: “Una vez finaliza la misa ―continúa el auto―, el sacerdote encargado de la misma [Antonio Rodríguez] baja del púlpito para comprobar lo que estaba ocurriendo, instante en el que el investigado, portando en su mano un machete de grandes dimensiones y de forma súbita, agrede al sacerdote causándole lesiones de gran gravedad”, aunque tras ser operado ya está fuera de peligro.
Desde allí se marchó al otro templo, el de la Palma, donde sí logró asesinar al sacristán, probablemente creyendo que se trataba del párroco. Ministros después era detenido en las cercanías de un tercer templo donde al parecer pretendía seguir agrediendo a religiosos.
Esto es lo principal de cuanto ha trascendido hasta ahora del presunto terrorista: llevaba varios meses residiendo en Algeciras en un piso patera con otros compañeros que han declarado advertir en él un cambio de conducta en las últimas semanas. Kanjaa habría pasado de beber o tomar drogas a mantener una actitud de gran severidad contra tales comportamientos: “Decía cosas que no tenían sentido. Hablaba de Dios. Todos somos musulmanes, pero hay cosas que no entendíamos. Hablaba del diablo y cosa así. No sé. Da Miedo”, aseguraba uno de sus compañeros de piso al diario Abc.
Había una orden de expulsión contra él, pero la ejecución de la misma requería la coordinación de los servicios policiales y judiciales de España y Marruecos, lo que no siempre sucede o sucede con meses de retraso. No es cierto, en cambio, que la Policía estuviera siguiendo sus pasos en los últimos días. Algunas informaciones no confirmadas atribuyen al agresor un vago historial psiquiátrico.