La operación fue diseñada con el más absoluto sigilo y en ella tomaron parte personas altamente cualificadas del Gobierno y de la Casa Real. Y, sin embargo, no ha salido nada bien. En realidad, ha salido mal y hasta muy mal.

El rey emérito está fuera de España, pero el hecho de no saberse todavía dónde para ha inflado el globo informativo hasta tal punto que la sombra que proyecta sobre la actualidad está oscureciéndolo todo.

El primer fallo de la operación ha sido ese: no revelar el destino de Juan Carlos. Las informaciones que apuntan a que está en los Emiratos Árabes no pueden ser mas desalentadoras para la imagen del monarca y para la propia Casa Real. Los sátrapas del Golfo no son la mejor compañía en estos momentos.

Por no saber, ni siquiera sabemos por qué no sabemos dónde está el rey: un desconocimiento por la opinión pública que, se mire como se mire, no tiene justificación política alguna y favorece el descrédito de la Corona y del propio Gobierno.

Mucho está tardando la Casa Real en emitir un comunicado donde ponga negro sobre blanco este y otros extremos. El país tiene derecho a saber dónde está su rey emérito, cuáles son sus planes, dónde vivirá en el futuro, a cuánto asciende su patrimonio y cuál es su origen, qué gestiones están realizando sus asesores para ajustar cuentas con la Agencia Tributaria…

Lo que se había proyectado como un traslado de residencia que visualizara con toda nitidez su salida del palacio de la Zarzuela ha sido mayoritariamente interpretado como una fuga. A esa interpretación ha colaborado no poco que fuera el propio vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias quien se apresurara a calificarla así: puede que fuera su venganza -algo infantil- por no haber sido informado de la operación por el presidente Pedro Sánchez.

Hoy sabemos que tampoco lo fueron la mayoría de los ministros socialistas, y no solo los de Unidas Podemos, lo cual deja aún más en evidencia al vicepresidente. Cabe preguntarse cuándo acabará de madurar Iglesias: muestra trazas de que cuando lo haga será demasiado tarde.

Cada día que pasa sin una explicación pesa como una losa sobre el rey Felipe VI. No es ya que el país necesite saber la verdad: es que la Casa Real es la que está más necesitada de contarla. Ciertamente, en casos tan delicados no suele ser posible ni aun deseable contar toda la verdad, pero entre ‘toda la verdad’ por conocer y ‘la poca verdad’ conocida hay un buen trecho que la Felipe VI y Pedro Sánchez deberían empezar a recorrer cuanto antes.