Sabemos que Inés Arrimadas ha provocado una cierta tormenta al pactar con el Gobierno de Pedro Sánchez el respaldo de Ciudadanos a la prórroga del estado de alarma por el coronavirus. Lo que no sabemos es si se trata de un vendaval real y verdadero o si estamos más bien de una tormenta en un vaso de agua, provocada más por el chapoteo de observadores y analistas que por la decisión deliberada de provocarla por parte de la presidenta del partido.

En el Parlamento de Andalucía bastó ayer una frase del portavoz ultraderechista Alejandro Hernández, cuyo partido sostiene al Gobierno de PP y Cs, para que se dispararan las especulaciones sobre si Vox mantendrá su apoyo a una coalición gubernamental donde uno de sus miembros ha dejado de ser enemigo irreconciliable del Ejecutivo bolivariano que se propone llevar a España la ruina.

Un Gobierno asintomático

Lo que dijo Hernández: "Ciudadanos ha puesto en riesgo la estabilidad del Gobierno andaluz por mero tacticismo". A lo que el presidente de la Junta, Juanma Moreno, contestó: “El Gobierno de Andalucía goza de buena salud”. Tal vez, más que la insinuación de Hernández, fue la respuesta de Moreno lo que disparó las conjeturas, pues ¿a qué afirmar la buena salud del Gobierno cuando ningún síntoma indica que padezca enfermedad alguna?

No es imposible que la alusión de Hernández fuera un encargo de su capitán Santiago Abascal, que habría encomendado a su lugarteniente andaluz que transmitiera a los desorientados navegantes naranjas el mensaje de que pactar con el diablo socialcomunista puede traer graves consecuencias.

La otra posibilidad es que Hernández hubiera mencionado los riesgos del sí de Cs al estado de alarma como cosa propia y sin calcular el alcance político que tendría su comentario. A fin de cuentas, los electores de Vox difícilmente podrían entender que su partido pusiera en peligro el primer Gobierno andaluz en 37 años simplemente porque la dirección nacional de Cs ande coqueteando con la izquierda allá en Madrid.

¿Cambio de rumbo o solo de estilo?

Ni el movimiento de Arrimadas pone en riesgo el ‘tripartito’ andaluz ni está claro que se trate de un cambio de rumbo de la nave naranja, a pesar de que no hace falta entender mucho de navegación para saber que, desde hace meses, el buque se dirige directo a los acantilados y que es cuestión de tiempo que acabe estrellándose si no modifica su derrota.

El sí de Arrimadas ha despertado tanta expectación periodística y política precisamente porque es el primer golpe de timón a babor dado por la capitana de Ciudadanos después de meses manteniendo el barco escorado a estribor.

Ahora bien, ¿Arrimadas está cambiando de rumbo o solo está cambiando de estilo de navegación? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Para modificar el rumbo suicida trazado por Albert Rivera no se precisa clarividencia ni heroísmo, pero sí sensatez y coraje; y es pronto para saber si Arrimadas los tiene.

A sus subordinados andaluces el golpe de timón de Arrimadas los ha descolocado un poco. A Juan Marín –y no digamos al portavoz parlamentario Sergio Romero– le cuesta dios y ayuda no hablar mal de los socialistas y, al menos momentáneamente, se verá obligado a modular su inquina. Al fin y al cabo, el vicepresidente de la Junta se siente perfectamente cómodo gobernando con el PP y ha dejado el sentir la aprensión inicial que sentía por depender de Vox.

Tenía razón el presidente Moreno al afirmar que su Gobierno goza de buena salud. El PP es rehén de Vox pero Vox también es rehén del PP, y por ahora a ninguno de los dos les inquieta Arrimadas. Queda saber si le inquieta a Marín.