El todavía secretario de Análisis Estratégico y Cambio Político de Podemos y todavía diputado por Madrid en el Congreso, Íñigo Errejón, ha prestado suma atención a lo sucedido en Andalucía. No quiere que dentro de cuatro meses suceda lo mismo en Madrid, que los votantes de la izquierda desunida se queden en casa mientras la derecha vuelve a hacerse con el poder gracias a los votos de la ultraderecha.

El cofundador de Podemos confesó anoche en una entrevista en La Sexta que fue el resultado andaluz del 2 de diciembre lo que definitivamente le movió a dar el difícil paso que ha conmocionado esta semana a la formación morada: abandonar la tutela de Podemos uniéndose a la plataforma Más Madrid que promueve la alcaldesa Manuela Carmena.

La suma

La obsesión de Errejón es sumar para vencer a la derecha. Y para ello hay que ilusionar a los votantes de izquierdas para que vayan a votar. Sondeos posteriores al 2-D coinciden en que unos 670.000 electores del PSOE, Podemos e IU en los comicios autonómicos de 2015 se quedaron en casa en 2018: 298.000 de Podemos, 254.000 del PSOE y 115.000 de Izquierda Unida.

Resulta poco convincente la explicación inicial de Teresa Rodríguez, coordinadora andaluza de Podemos y cabeza de lista de la confluencia electoral Adelante Andalucía, de que la perspectiva de convertirse en muleta del PSOE para sostenerlo en el poder si ambos sumaban mayoría absoluta espantó a muchos electores de IU y Podemos.

El diagnóstico de Rodríguez intentaba salvar dialécticamente unos muebles devastados por esa especie de riada inversa que fue la abstención de diciembre.

El cortijo

Aunque hubiera candidatos de ambos bandos que personalmente no participaban de ella, la despiadada animadversión entre el PSOE y Adelante Andalucía no solo se palpaba en la campaña electoral, sino que ha marcado a fuego la décima legislatura desde que el PSOE de Susana Díaz pactó con Ciudadanos en 2015. Según Díaz, porque Podemos nunca quiso acordar la investidura con los socialistas; según Rodríguez, porque estos siempre prefirieron a la derecha naranja.

La metáfora del ‘cortijo socialista andaluz apestando a corrupción’ ha sido repetida en numerosas ocasiones por Rodríguez durante toda la legislatura. También en la campaña electoral.

Mala táctica para atraerse a los votantes del PSOE desilusionados con Susana Díaz. Ese es el tipo de metáfora que resulta difícil imaginar en boca de Iñigo Errejón e incluso en boca no del Pablo Iglesias de la ‘cal viva’ pero sí del que cierra el acuerdo presupuestario con Pedro Sánchez.

La obstinación

Hay en la dirección de Podemos Andalucía una obstinación analítica que bloquea el crecimiento electoral y la base social de la confluencia.

Al contrario que el de Errejón, el Podemos de Rodríguez y la Izquierda Unida de Antonio Maíllo no parecen haber asimilado el hecho incontrovertible de que el PSOE puede crecer –y decrecer– hacia su derecha y hacia su izquierda, mientras que Adelante Andalucía solo puede crecer –y decrecer– hacia el espacio que hay a su derecha y que ocupa el Partido Socialista.

En común tienen que, como ha sucedido en Andalucía, ambos pueden estrellarse cayendo de la mano al vacío de la abstención.

En lo que se refiere a Adelante Andalucía, o bien seduciendo a muchos más votantes socialistas –el 2-D cedió 19.000 al PSOE pero este le transfirió 104.000, según un sondeo de Sigma Dos para El Mundo– o bien sentando las bases para una complicidad estratégica con el PSOE podrá conjugar ese verbo ‘sumar’ que tanto obsesiona a Errejón.

La otra

Pero en Andalucía el problema no está solo en Adelante. En absoluto. Dos no se pelean si uno no quiere, y en esta legislatura Susana Díaz ha querido. Y mucho. El antisocialismo sin cuartel de Podemos e IU ha tenido su réplica fiel en el anticomunismo implacable del PSOE.

Las malas relaciones históricas entre las dos orillas tuvieron su perfil más enconado durante la etapa de la ‘pinza’ de PP e IU, a mediados de los 90, de la que la Izquierda Unida de Julio Anguita y Luis Carlos Rejón salió escaldada; su periodo más dulce llegaría en 2012 con el Gobierno de coalición del PSOE de Pepe Griñán y la IU de Diego Valderas, que el PSOE de Susana Díaz y la IU de Antonio Maíllo acabarían dinamitando.

Para que se produjera un entendimiento entre los dos bloques de la izquierda tendrían que pasar muchas cosas. Por ejemplo, que cambiaran los actores protagonistas en los dos bandos. Por ejemplo, que Íñigo Errejón gobernara en Madrid con el apoyo del PSOE de Ángel Gabilondo (o al revés). Por ejemplo, que hubiera un milagro.