Ascendiendo los escalones de la vida, los socialdemócratas pasamos por diversas fases protocolizadas en los manuales de progresía. Pasados los del sueldo fijo, el adosado y el coche de marca alemán, llegan los estadios de la casa de la playa, el profesor particular para el niño torpe y el otro coche alemán. Es aquí donde aparece la probabilidad  exponencial de conocer a gentes de otros (vamos, los de siempre) discursos ideológicos más cercanos al del bañador de cuello vuelto del Valle de los Caídos-para-qué-este-lío-ahora-va-a-resultar-que-es-el-gran-problema-que-tiene-España-cojones-ni-hostias.

Total que este verano mi altocargo y yo hemos bailado unos valses con sardinas y cava con paisanos que a) siguen indignados con la “usurpación” de Sánchez y b) qué asco de pacto con Torra y c) Trump no es tan gilipollas. Dicho esto, el cava estaba por lo demás de puta madre.

Una ha sido/estado en un colegio de misa diaria donde nos enseñaron el temor de Dios y sabe que Yahveh nos aguarda en el Valle de Josafat para el juicio final de los gentiles. Lo cual quiere decir que, más o menos, me bandeo con esta gente tan encantadora que cree (con razón) que las primarias del PP han sido un desastre porque esa “mariconada” (sic)  no está en su cultura y que es la forma más directa de acabar en los infiernos las democracias internas, ese sitio donde todo el mundo se enseña la ropa interior .

Pero mi altocargo no. Mi altocargo es de becas y cosas por el estilo, familia numerosa que le hacían descuento en trenes y autobuses y piscinas públicas. Por mucho que lo haya refinado (le echa talco a los mocasines cuando no se pone calcetín), le sale la marca rojeras a poco que se caliente. Y aunque sólo sea por tocar los narices y por los efluvios del alcohol se me vino arriba con la famélica legión y montó su número habitual de a) no estuvo tan mal lo de Carrero Blanco; b) lleváis con el mando del poder real desde Don Pelayo; c) Trump es la señal del fin de los tiempos; d) la persecución de los inmigrantes es la vuelta al nazismo empezando por Italia, como es natural; d) hasta los huevos (sic también) de tener que explicar que no estaría mal que dieran digna sepultura a los más de cien mil muertos de la cunetas.

Diez minutos después, mientras lo serenaba con un paseo hacia el supermercado y le recordaba que las copas le sientan mal, que a la democracia le viene casi bien una derecha moderada y tal y que a veces los silencios son espadas más afiladas que las proclamas de Savonarola, nos encontramos en la puerta con uno de esos pobres que no lo parecen, con unas cuantas monedas esparcidas en un pañuelo y con cartón publicitario que decía: “soy español”.

Fue ahí donde se me vino abajo. La batalla está perdida. La bestia ya ha inoculado el veneno.  Primo de Rivera (sic) y Casado mano a mano. Barreras y fronteras para los otros, los extraños, los extranjeros, los diferentes, los negros, los gitanos. No tuvo que recordarme que su padre cruzó clandestino cincuenta años atrás otras fronteras para encontrar trabajo y dignidad.

Lo decía con sus ojos enlagrimados y con la rabia de aquella cita en una novela de Amis: “el hábito de decirme a mí mismo pásalo por alto, pásalo por alto" y aquello que escribió Auden hacia 1920: ·decir ay cada vez por menos cosas; decir ay cada vez por menos cosas”. Y lo abracé como hacía años.