Con los residuos de la saliva de escupir ya se puede saber todo, una leve muestra de saliva, y el milagro de la concepción no pierde su autoría.

Era el día de las madres abortadas y perdidas, el mismo día de la celebración evocadora del día de la madre, desde que el Mundo era mitología griega se conmemora en honor a Rea para tomar cuerpo en el solar español el primer domingo de Mayo, con efluvios nacionalcatolicistas y ventajismos comerciales.

En la Plaza de Callao, Madrid, un muro de regalos buscan las manos que sepan llevarlo sin pérdida al amor de destino; su desconocida madre, hermana, hija o barra “o”. Mientras el muro oculta realidades de “sores o hermanas, madres o hijas de la Caridad”, que silencian impíamente el tráfico que se hizo del destino de una criatura recién nacida.

La educación católica elevó los instintos más primarios de la maternidad a un conjunto de solemnidades y dogmas, sin dejar al creyente otras alternativas más reales para la vida que someter sus hábitos a la más alta creación de la familia cristiana. El credo no deja lugar a juegos amorosos. Cada vez que la democracia hace de las suyas, “los kikos” y demás familia enseñorean las huestes de Rouco, para condenar las desviaciones del catecismo en el Boletín Oficial del Estado con la pena del infierno.

Tristemente desde los años 40 a 90, desde los principios de la dictadura de Franco a la ya entrada democracia, en España se disponían de un número indeterminado de recién nacidos, apartados de sus madres con ocultaciones, a familias de adopción por el arte de birlibirloque.

Como demócrata he sentido vergüenza, en la parte que me toca, por ver continuadas en el tiempo unas prácticas infamantes durante la democracia que la ilusión y el trabajo por el cambio de España, no nos permitió enfocar con conocimiento y justicia. Hoy estamos sobre una realidad, que más que “madres de Mayo” desamparadas, exige el peso de la ley, la investigación certera y un Estado que no ceda a un pasado sin sentimientos.

De aquellos que se manifestaban a los cuatro vientos en pos de Rouco, no me cabe por experiencia esperar más que su solapado silencio, pero espero que el buen cristiano no haga de tripas corazón, y exija a los cuatro vientos responsabilidades dónde las haya.

Una gota de saliva de la que se roba a la palabra y al llanto, basta para saber de quién es quién. No consintamos madres abortadas porque les roben a sus hijos. Dicen que las mafias se apoderan de 1.200.000 niños al año para sus monstruosos negocios en los mundos peores de este Mundo, tristemente España forma parte y evidencia.