Desde hace un tiempo y con la repetición machacona de los medios afines, se está lanzando a la ciudadanía un nuevo significado para palabras con gran contenido.

Este hecho no es casual, sino que está diseñado desde los centros de pensamiento de la derecha española y sigue los pasos a pies juntillas de los think tanks americanos del Tea Party.

Insistentemente se nos bombardea con tres palabras; austeridad, reformas y cambio. Todas ellas se intentan unir a lo positivo y por supuesto a la derecha española, sea representada por Rajoy o por el famoso alcalde de Alhaurín dela Torre.

La austeridad se debe aplicar siempre, es una forma de entender que los recursos públicos no deben ser dilapidados, se esté o no en una situación de dificultad económica. Es por tanto lo contrario a lo que ha pasado tirando dinero en obras faraónicas, aeropuertos sin aviones o como en el caso de Cádiz, gastos de cientos de miles de euros en publicidad destinada a la mayor gloria de su gritona alcaldesa.

Por reformas debemos entender acciones dirigidas a corregir, enmendar o mejorar, nunca a despedazar y descuartizar algo, en este caso, ni más ni menos que el Estado del Bienestar que han construido con su esfuerzo las generaciones pasadas. Todo lo contrario pues, a la reforma del mercado laboral que ha publicado el PP y que es avalada por una ministra de empleo andaluza y el eterno candidato Arenas. Una “reforma” que desmantela uno de los principios básicos logrados por los trabajadores, cual es la negociación colectiva. Tampoco es reformar el poner a trabajadores en la calle, para acto seguido meter a los familiares a trabajar en los Distritos, como ha ocurrido en Sevilla con Zoido.

Incluso por el método debemos descartar que sean reformas, ya que no se negocian, sino que se imponen y desgraciadamente algunas a palos.

Finalmente la tercera palabra, el cambio. Del mismo modo esta palabra debe añadir una coletilla, el cambio a mejor o en todo caso con un sentido de corrección. No puede entenderse por cambio el volver atrás, eso sería involución o en todo caso marcha atrás. No es cambio que se plantee desmantelar el Estado de las Autonomías, el que se promueva que sólo puedan estudiar los que tienen recursos económicos o que la sanidad universal y gratuita deje de serlo. Menos aún es cambio el desastre que están sufriendo los vecinos y vecinas de Jerez dela Frontera.

Y si a esto se suma que el que propugna la palabra cambio es Arenas, que lleva 33 años de político profesional, que ha pasado por varios partidos y nunca ha ganado unas elecciones, pues parece que la distorsión es aún mayor.

Y  la base de este pensamiento moralista, que se sustenta en que los ricos tienden a ser buenos y los pobres no, viene a desembocar en el entendimiento de la realidad como algo dual, en la que la esfera que controla la derecha es lo puro, y todo lo demás lo corrupto. Si a esto se le añade la cada vez mayor concentración de medios de comunicación, en manos de la derecha y ultraderecha laica y/o católica, da como resultado que este intento de manipulación de las palabras pueda convertirse en peligroso.

Ante esto sólo queda denunciar una vez y otra, comunicar, explicar, como magníficamente bien dice Rafael Escuredo (una de las mentes más lúcidas que ha dado nuestra Tierra), para finalmente reaccionar y no permitir que esta ideología pase y se implante en Andalucía.