Como Edipo cuando, buscando al asesino de su padre, halló que era él mismo, Vox no tendrá que buscar muy lejos para descubrir quién es verdaderamente la ‘derechista cobarde’ de España que no tiene lo que hay que tener para plantarse cuando toca. España entera está perpleja: ¿estos musculosos y largamente apellidados hijos de la patria eran los que iban a salvarla?

La ofensiva pero ingeniosa expresión que Santiago Abascal utilizó en su día para definir al PP y a Ciudadanos se ha vuelto en contra de él mismo y de su partido, a quien, en las negociaciones para constituir los nuevos ayuntamientos, las nenazas azules y naranjas han toreado a la vista de la plaza entera con el desahogo de los matadores experimentados ante un tierno novillo.

A tanto ha llegado el escarnio que ayer los dirigentes de Vox anunciaron su ruptura con el PP en los ayuntamientos donde habían pactado y no se estaba cumpliendo lo acordado. ¿Conque los han toreado prometiéndoles concejalías que ahora se niegan a entregarles? Vale, bien, pero que sepan que arrieritos somos.

¿Y en qué se traduce la ruptura? Pues nada menos que en que Vox… ¡pasará a la oposición! Que se vayan enterando PP y Ciudadanos con quién se juegan los cuartos. Mira cómo tiemblo, habrá dicho para sí la derechita cobarde, la original, no esta de Vox sobrevenida.

Los negociadores de Vox ya hicieron el pardillo con el pacto de investidura de Juanma Moreno como presidente de la Junta. Todos pensamos que habían aprendido la lección y que en la siguiente negociación venderían muy cara su piel de toretes enfurruñados. Pero tampoco. En Andalucía han puesto en ciertos apuros al Gobierno con determinadas exigencias presupuestarias y doctrinales, pero nada que PP y Ciudadanos no pudieran pagar sin serio menoscabo de su capitalito electoral.

En la negociación con el PP para ayuntamientos y comunidades, estos españoles de pura cepa han cometido los mismos errores que ya cometieron en Andalucía: no solo han firmado con el PP cosas que este no cumple, sino que Ciudadanos sigue tratándolos como apestados pese a ser beneficiario directo de los pactos de PP y Vox.

Como hacían los conquistadores españoles con los indios de América, los dirigentes del PP han entregado a los de Vox unos espejuelos, algunas cuentas y un puñado de broches brillantes pero sin valor a cambio de joyas territoriales como Madrid, Murcia o Granada. Se diría, sin ánimo de ofender a los indígenas del Nuevo Mundo, que los de Vox han hecho el indio.