Koldo García Izaguirre ha pasado de escolta a epicentro de un escándalo que sacude los cimientos del PSOE. En el marco de la investigación sobre adjudicaciones públicas durante la pandemia, su figura ha emergido como pieza clave en una supuesta red de comisiones ilegales. El caso, bautizado como “caso Koldo”, ha arrastrado ya consecuencias políticas de primer nivel, incluyendo la dimisión de Santos Cerdán como secretario de Organización del PSOE. Pero el recorrido de Koldo va mucho más allá del último titular.
Su historia empieza mucho antes de sus años como asesor de José Luis Ábalos en el Ministerio de Transportes. En los años 90, trabajaba como portero de un club nocturno de Pamplona en el que se ejercía la prostitución. Fue durante esa etapa cuando protagonizó uno de sus episodios más oscuros: una agresión con porra extensible a un ciudadano, en su labor como vigilante de seguridad. La paliza fue tal que acabó con una condena de dos años, cuatro meses y un día de prisión. Sin embargo, nunca llegó a ingresar en la cárcel: el Gobierno de José María Aznar le concedió un indulto en 1996.
Aquel perdón gubernamental, firmado por la entonces ministra de Justicia Margarita Mariscal de Gante, le permitió evitar la prisión. La víctima de aquella agresión, entrevistada años después, llegó a declarar que Koldo “casi lo mata de un porrazo”. Años más tarde, en 2011, volvería a ser condenado, esta vez por agredir a un menor que vestía una camiseta independentista, junto a un policía nacional. En esa ocasión, la condena fue leve: una multa por una falta de lesiones.
Y, sin embargo, en 2018, su nombre aparecía entre los condecorados con la Cruz con distintivo blanco de la Orden del Mérito de la Guardia Civil, una distinción para civiles que se otorga por servicios relevantes. La medalla le fue entregada apenas semanas antes de la moción de censura que apartó a Mariano Rajoy del poder. Según distintas fuentes, se justificó por su labor como escolta y su supuesta contribución a la “lucha por la paz en el País Vasco”.
Esa faceta es, precisamente, la que con más empeño han destacado desde el PSOE cuando su perfil ha sido cuestionado. José Luis Ábalos llegó a defenderle públicamente en el Congreso de los Diputados, subrayando que Koldo había salvado la vida de dos policías y que había sido un escolta valorado en Navarra y Euskadi. Condecoraciones de la Policía Foral, la Policía Municipal de Pamplona o incluso de la Ertzaintza adornan su historial, al tiempo que sus antecedentes judiciales generaban recelo entre sus propios compañeros.
La caída de Santos Cerdán y la herida en Ferraz
La relación de Koldo García con Santos Cerdán se remonta a los años en que ambos militaban en el socialismo navarro. Entre 2011 y 2015, Koldo fue concejal del PSN en el Ayuntamiento de Huarte. Fue entonces cuando Cerdán, figura emergente del PSOE en Navarra, comenzó a contar con él. Más adelante, cuando Pedro Sánchez recuperó el liderazgo del partido tras las primarias, ambos se trasladaron a Madrid, donde Cerdán consolidó su poder interno y Koldo se incorporó primero como chófer y escolta de Ábalos, y después como su asesor en el Ministerio de Transportes.
Desde ese puesto, según la investigación de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, Koldo García habría actuado como intermediario clave para adjudicaciones de material sanitario durante la pandemia. El informe policial apunta a mordidas en varios contratos, así como a una red de empresas vinculadas a su entorno. Aunque el caso se conocía desde 2024, no fue hasta junio de 2025, con la publicación del informe definitivo, cuando se confirmó su condición de figura central en la trama: “El verdadero hilo conductor”, según recoge el documento.
Ese mismo día, el hasta entonces secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, presentó su dimisión y renunció también a su escaño. El impacto del informe precipitó una crisis interna en la cúpula socialista. Desde la oposición, se señalaron responsabilidades políticas tanto en Cerdán como en José Luis Ábalos, por haber promovido y blindado a un colaborador con un pasado cargado de controversia. En Ferraz se intentó marcar distancias: se recordó que Koldo ya había sido apartado de su cargo tras la salida de Ábalos del Ejecutivo, aunque sin hacer ruido público.
El escándalo ha reabierto el debate sobre la falta de controles en los nombramientos de confianza y el peso del clientelismo en las estructuras del partido. Porque Koldo no era un experto en gestión pública, sino un escolta de confianza. Fue quien trasladaba los avales de Pedro Sánchez en las primarias, quien acompañaba a los altos cargos, quien conocía los pasillos y las puertas que se abrían sin necesidad de cargo oficial. Era, como él mismo dijo, “un tipo de pueblo” que se movía con soltura entre los despachos.
Hoy, su perfil ya no se percibe como una nota a pie de página en la política española, sino como un símbolo del funcionamiento interno de ciertos círculos de poder. Su biografía, marcada por una secuencia tan insólita como reveladora —desde portero de prostíbulo y agresor condenado hasta asesor ministerial condecorado— ha dejado de ser un simple detalle del pasado. Se ha convertido en un punto de fricción política y en argumento recurrente para quienes denuncian la opacidad y los privilegios en el aparato del partido.