El cine español pierde a una de sus figuras más prolíficas y queridas: Manolo Zarzo ha fallecido a los 93 años, dejando tras de sí una carrera descomunal y una vida que parece sacada de una película. Fue héroe en la ficción… y también en la vida real.
Un adiós discreto a una leyenda inmensa
Manolo Zarzo, nombre artístico de Manuel López Zarza, ha muerto a los 93 años en Pozuelo de Alarcón, Madrid. La noticia ha caído como un jarro de agua fría en el mundo de la cultura, pese a su avanzada edad. Y es que Zarzo no era sólo un actor veterano: era un símbolo de la evolución del cine español, un rostro familiar que acompañó a varias generaciones desde los años 50 hasta bien entrado el siglo XXI.
En mayo del año pasado, Zarzo fue intervenido del corazón y recibió la implantación de un marcapasos. Según ha trascendido, la familia ha manifestado su deseo de despedirle en la mayor intimidad, en una ceremonia reservada exclusivamente para su círculo más cercano de amigos y seres queridos.
Un inicio precoz y un talento inagotable
Nacido en Madrid en 1932, Zarzo comenzó muy joven en el mundo del espectáculo junto a su hermana Josefa, formando un dúo artístico. Su debut en el cine llegó en 1951 con Día tras día, pero fue a partir de 1957 cuando su rostro empezó a copar carteles y salas de todo el país.
En las siguientes décadas encadenó papeles en comedias, dramas, películas históricas y spaghetti westerns. Su versatilidad le permitió interpretar tanto a pícaros entrañables como a hombres atormentados, desde campesinos a militares, desde donjuanes a héroes anónimos.
Durante los años 60 y 70 su presencia en el cine fue prácticamente constante. Uno de sus papeles más recordados fue en Los golfos (1960), película clave en la historia del cine social español. Su participación en más de 170 producciones lo convierte en uno de los actores más prolíficos de nuestro país.
Héroe dentro y fuera de la pantalla
Más allá de su talento interpretativo, su vida estuvo marcada por episodios que podrían haber sido perfectamente guiones cinematográficos. En una ocasión, arriesgó su vida para salvar a una joven de un incendio en pleno centro de Madrid. Estuvo clínicamente muerto durante dos horas y logró recuperarse milagrosamente.
Aquel acto de valentía, que jamás utilizó para alimentar su fama, le granjeó el respeto de toda la profesión. Porque Zarzo era eso: un actor comprometido, un trabajador incansable y un hombre sencillo, alejado del divismo que a veces acompaña a las grandes figuras.
Un galán sin artificios
En los años 60 también protagonizó un romance muy sonado con la actriz Lina Morgan. Su historia de amor, discreta pero intensa, se convirtió en tema de conversación en los mentideros teatrales. Con el paso de los años, Zarzo siempre habló de ella con cariño y admiración.
Su atractivo físico y su elegancia natural le convirtieron en uno de los grandes galanes de la época. Pero nunca se dejó encasillar. Lejos de limitarse a papeles románticos, buscó siempre proyectos arriesgados y comprometidos.
De la gran pantalla al salón de casa
Cuando el cine cambió y la televisión comenzó a reinar, Zarzo no se quedó atrás. Participó en algunas de las series más emblemáticas de las últimas décadas: Fortunata y Jacinta, Juncal, El súper, Compañeros, La verdad de Laura, Amar es para siempre… Su capacidad de adaptación fue total.
Los más jóvenes lo recuerdan por su papel como Tomás Alberti en Compañeros, donde compartía escenas con Concha Velasco. Aquel personaje entrañable permitió a Zarzo conectar con nuevas generaciones y demostrar que su talento no conocía de épocas.
Un "obrero del arte" hasta el final
Manolo Zarzo se definía a sí mismo como “un obrero del teatro”. Nunca quiso considerarse una estrella, pese a haber compartido pantalla con los más grandes y haber formado parte de producciones históricas.
Incluso en sus últimos años, cuando su salud ya era frágil, seguía participando en proyectos teatrales y televisivos. Nunca dejó de trabajar. Nunca dejó de emocionarse con un nuevo guion entre manos. Nunca dejó de ser actor.
El legado que deja Manolo Zarzo
Su muerte deja un vacío en la cultura española, pero también una estela imborrable. Más de 170 películas, incontables obras de teatro, papeles memorables en televisión… y, sobre todo, una vida que encarna el espíritu del arte como compromiso vital.
Hoy el cine español está de luto. Ha muerto Manolo Zarzo. Pero el galán eterno, el héroe humilde, el actor de mil rostros… seguirá vivo en cada plano, en cada recuerdo, en cada historia que lo tenga como protagonista.