“Como soy muy aficionada al CSI, puse los restos en una bolsa aparte para no contaminar las pruebas, y me llamó la atención que la Policía no las recogiera antes, porque también había restos de sangre por el banco”. La ‘aficionada’ al CSI televisivo se llama Carmen, es limpiadora del Ayuntamiento de Sevilla desde hace 28 años y los ‘restos’ de los que habla son los de una joven asesinada en Sevilla tres meses atrás: “Estoy orgullosa de lo que hice”. El 24 de febrero fue encontrada en el parque de María Luisa una joven que en apariencia se había suicidado. Según recuerda una crónica de la agencia Efe, se ordenó recoger la basura del entorno, pero la limpiadora con vocación de forense sospechó de un homicidio y recogió con toda minuciosidad la prueba que luego permitió detener al presunto asesino. Y lo hizo como en la serie televisiva: se puso en la mano una bolsa de plástico a modo de guante y recogió hasta ocho pañuelos de papel y los ‘salva slip’ con sangre que había detrás del banco en el que se encontró a la mujer, de 31 años. PRUEBAS BIOLÓGICAS DETERMINANTES El autor del crimen fue F.M.S., de 46 años y vecino de Sevilla que contaba con varios antecedentes, entre ellos por malos tratos, aunque ninguno de sus antecedentes policiales es de índole sexual. En el comunicado policial del 10 de marzo, dos semanas después del crimen, no se hacía alusión a la crucial ayuda de la limpiadora. Según informó en su día la Policía Nacional en su nota, la detención fue llevada a cabo gracias a las pruebas biológicas halladas en la ropa de la víctima y a las declaraciones de los testigos, que localizaban en el lugar de los hechos al sospechoso que, según las hipótesis de la Policía, "no tenía ningún vínculo" con la víctima. El cuerpo sin vida de la joven sevillana fue hallado en la mañana del día 24 de febrero por un viandante. Una vez se recibió el aviso, las unidades especializadas en este tipo de casos de la Policía Nacional se personaron inmediatamente en el lugar, comprobando la presencia del cadáver de la joven. El comunicado policial decía que desde ese momento, se activó el protocolo específico pertinente, estableciendo en primer lugar un área de seguridad en torno a la joven al objeto de salvaguardar las posibles pruebas del delito que hubiera cerca de la víctima. UN TRABAJO DE PROFESIONAL Según ha relatado la limpiadora a Efe, los restos que recogió los depositó en una bolsa de plástico independiente “para no contaminar las pruebas”, y esa bolsa “con un nudo” la metió en otra mayor que es la que emplea habitualmente en su trabajo y la dejó en una zona determinada del parque junto a la basura de otros trabajadores. Cuando la autopsia determinó que la mujer no murió por los fármacos que ingirió con intención de suicidarse, sino por una violación brutal, la Policía Científica pidió recuperar todos los restos hallados junto al cadáver para analizarlos. Entonces recibió una llamada de su capataz y ella le dijo, sin ningún género de duda, dónde estaban los restos que retiró junto al cadáver, en cuyo bolso la Policía encontró una nota de suicidio y por lo que en principio se pensó en esa posibilidad como causa de la muerte. FELICITACIÓN DE LA FISCAL Su actuación, finalmente, ha sido clave para poder detener, trece días después de localizar al cadáver, a F.M.S., un hombre de 46 años acusado por la Policía de homicidio y abusos sexuales. Fuentes judiciales han destacado a Efe su minuciosidad porque en esos pañuelos con sangre se encontraron las únicas pruebas que vinculan al detenido con el homicidio, lo que le ha valido incluso la felicitación de la fiscal encargada del caso. Si los hubiera puesto junto al resto de la basura, habría sido muy difícil establecer esa conexión, primero por la dificultad para encontrarlos y después por la posible contaminación. En los pañuelos, tras los análisis científicos, se encontraron restos de la piel del acusado, que pudo ser localizado porque su ADN coincidió con las muestras que la Policía había obtenido cuando fue denunciado por malos tratos por su actual pareja, denuncia que luego retiró. La víctima tenía 31 años y se llamaba Sara, el mismo nombre y casi la misma edad que una hija de la limpiadora, que está acostumbrada a ver numerosas relaciones homosexuales y de prostitución en el parque, hasta el punto de que algunos de los habituales de la zona le dijeron que el detenido es «un mirón de tarde», distinto a los que pululan durante su jornada laboral matinal.