Un joven colega de mi altocargo, un poco de derechas pero buen chaval, formal y formado, que de mayor quiere ser él mismo (ipse) pero con un campo (hectáreas, conejos, caballos, coto de caza) fue “invitado” por sus jefes a un desayuno con Albert Rivera. Ese tipo de invitaciones a las que no puedes decir que no pero que hacen muescas en la memoria. Algún día tendrá su propio despacho y no se sentirá como un gilipollas al que mandan de relleno a un desayuno para que un tipo que ya está en campaña sienta que hay algo más que palmeros en la grada.

Para los improbables lectores no avezados (diríase no avendañados), digo en un reglón que Rivera ha decidido adelantar las elecciones andaluzas porque teme que las encuestas acaben pinchando su burbuja y el “sorpasso” con/contra/sobre el Partido Popular vuelva a ser mentira, como por cierto lo fueron los espejismos de las anteriores, subía en todas las encuestas y perdía en todas las elecciones.

Rivera es el líder de un partido inventado con los rotos de los viejos partidos, construido sobre los cimientos de las averías de la prontamente envejecida democracia y aprovechando la vaselina de la crisis para meter (sorry) en el cuerpo electoral una serie de soluciones sencillas para problemas complejos. En la mayoría de los casos, ese tipo de soluciones acaban con los antidisturbios dando mamporros a gente con afán de tocar las narices de la gente partidaria de la soluciones sencillas..

Como quiera que el adelanto electoral provocado por Rivera le viene de perlas a la sultana Susana y a los socialistas andaluces, que no sabían cómo hacerlo sin que se les vieran las intenciones; como quiera que la sensación térmica es que esto de Ciudadanos es un paripé, divertido, divino y superficial (que conste que cito; Luz Casal). Como quiera que Pedro Sánchez, en otro rapto de inspiración, se nos desayuna con la eliminación “express” de los aforamientos. Como quiera que eso deja a Rivera con el culete al aire y, como Pepe Isbert a los vecinos de Villar (“como alcalde vuestro que soy os debo una explicación) del Río, Rivera se lanza al balcón de los desayunos mediáticos a darnos una explicación.

El colega de mi altocargo un poco de derechas hace la crónica porque estaba por allí obligado por sus jefes: “fue alucinante. Repetía enfatizando la muletilla del “hablemos claro”, que es eso que se dicen los hombres a la cara en las tabernas después de tres “sol y sombra”: Hablemos claro, dijo enésima. Hablemos claro: la sentencia de los ere viene torcida y Susana no puede aguardar a que esos terribles días le pillen en plena campaña. Así que ha decidido incumplir su compromiso con nosotros de los aforamientos para así obligarnos a romper el pacto de Gobierno y adelantar las elecciones”.

Mi altpocargo sostiene que su colega llegará lejos, que tendrá despacho propio y hectáreas con conejos, pero que tal vez exageraba, en su afán de agradar. Pero no. Minutos pocos después, atropellándose con el dial, escuchó el corte en una radio católica inquisitorial. Era clavado: hablemos claro, hablemos claro, hablemos claro…

Fue el viernes y todavía le oigo reír y reírse de/con Rivera. Algún día, amore, vamos a tener que tirar de las biografías de estos Ciudadanos que han salido de ninguna parte y descubrir que la gran mayoría viene de haberse dado de narices con la puerta de la ambición política en otros partidos. Hablando claro.