Tras su contundente victoria del 13 de junio en la que las bases socialistas andaluzas dejaron claro que lo quieren como líder, Juan Espadas se enfrenta con su primer gran desafío: gestionar el traspaso de poderes sin humillar a Susana Díaz. “No se abofetea a un moribundo”, aconsejaba un sabio proverbio de Al Ándalus.

Su 55 por ciento de apoyos y el 38 por ciento de su adversaria obligan a Espadas a actuar con firmeza pero con tacto: la firmeza sin tacto generaría resentimiento y el tacto sin firmeza denotaría debilidad.   

Díaz no discute que se tiene que ir, pero sí cuándo y sobre todo cómo. Aunque, para sorpresa incluso de los suyos, la noche de la derrota pensara que el cuándo quedaba lejos, hoy ya sabe que su tiempo de permanencia como secretaria general está tasado: cuestión de semanas, si no de días. Si Díaz no entiende que tiene que dejar la Secretaría General, todo el mundo interpretará que es mala perdedora: un sambenito que no está en condiciones de permitirse.

El 'primo de Zumosol'

Díaz dijo que daría un paso al lado, pero evitó utilizar la expresión “un paso atrás”. Ponerse a un lado es no estorbar (otro verbo que usó la expresidenta la noche de marras), pero si los que llegan se sienten estorbados, el paso al lado debe acompañarse de un paso atrás.

En caso de no querer Díaz dar ese paso, Espadas deberá convencerla de que lo haga: si no lo hace, lo hará desde Ferraz el 'primo de Zumosol'. Y con métodos bastante más drásticos que los del alcalde de Sevilla.

La cuestión está ahora en el cómo, aunque incluso ahí parece haber un cierto entendimiento con el ganador de las primarias: Díaz quiere irse por la puerta y Espadas no quiere tirarla por la ventana, pero el adelanto por Ferraz al 3 de julio del Comité Federal previsto para el 17 está siendo interpretado como una maniobra de Madrid para acelerar la salida de Díaz. Tome nota Juan: toda maniobra de Madrid es un demérito para su liderazgo.

¿Quién manda aquí?

El riesgo de tales prisas, encarnadas por el número dos socialista José Luis Ábalos, es que la salida forzada de Díaz acabe pareciendo una defenestración en vez de un adiós. Espadas no puede permitirlo. Si su voluntad es una transición pacífica, y lo es, y si tiene constancia de que Díaz no quiere enrocarse, y la tiene, no hay razones objetivas para convertir en guerra la voluntad de paz de los dos contendientes.

Juan Espadas sabe que ha ganado con autoridad, pero también sabe cuánto debe su victoria a Ferraz y a un sanchismo donde él es un recién llegado. Debe cohonestar ambas circunstancias, pero dejando constancia, más allá de toda duda razonable, quién manda aquí. El acto orgánico celebrado el domingo en Sevilla, con la exclusión deliberada de Díaz y los suyos, no fue a mayor gloria de Espadas, sino de Ábalos. Espadas no debe permitir nada parecido en el futuro.