El lustro de presidencia de Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía ha convertido a la comunidad más poblada de España en una de las menos solidarias. A pesar de que los últimos presupuestos fueron presentados por la Junta como los que menos impuestos y más gasto social tenían de la historia, ese gasto no redunda en la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD).

Desde que Moreno Bonilla es presidente, primero en coalición con Ciudadanos y pacto con Vox, y desde 2022 con mayoría absoluta, Andalucía ha reducido su AOD, perdiendo hasta 9 puntos porcentuales. Con estos resultados, la ayuda oficial supone un testimonial 0,05% del PIB. Andalucía pasa al vagón de cola de la solidaridad de las comunidades autónomas.

Desde la Coordinadora Andaluza de ONGD (CAONGD) recalcan que no solo baja la dotación presupuestaria para AOD, sino que el descenso tiene lugar cuando el PIB andaluz aumenta. Hay más dinero disponible, pero menos ayuda que nunca para cooperación con sociedades del Sur global, para acción humanitaria y para educar y sensibilizar a la sociedad.

Con esta inercia se pierde la posibilidad de “formar a ciudadanos críticos y conscientes” de las realidades del mundo globalizando “en el que todo está inevitablemente conectado”, valoran desde la Coordinadora. “No hablamos solo de compromisos presupuestarios, hablamos de que hay menos acción humanitaria”, apuntan fuentes de la CAONGD.

¿Quién está tras los presupuestos que se van al limbo?

Desde que el PP llegó al gobierno, la acción solidaria andaluza con los más necesitados se ha reducida en casi la mitad, de 47,33 millones de euros (2018) a 24,76 millones (2023). Este capítulo presupuestario está regulado por Ley, para el 2030 la AOD debe suponer el 0,70%. Andalucía, sin embargo, decae hasta el actual 0,05% de su PIB.

Los datos que ofrece la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo revelan la cantidad de proyectos presentador por ONG que se han quedado sin ejecutar por falta de presupuestos. En cooperación, 251 proyectos se han quedado suplentes en los últimos tres ejercicios y otros 30 proyectos en acción humanitaria. Este 2023 refleja la mayor insuficiencia presupuestaria con un 65,84% de déficit respecto a los proyectos que cumplían requisitos pero que no podrán llevarse a cabo.

¿En qué se traducen estos números? ¿qué implica que todas estas propuestas elaboradas por ONG sean valoradas, pero no subvencionadas? Tras cada número y tras cada casilla de excel que califica un proyecto como suplente hay multitud de personas que se quedan desprotegidas. Un proyecto menos es una comunidad sin esperanzas, sin agua, condenada a la violencia o a la inmigración obligada y eso tiene su impacto en todo el mundo.

ONG como Alianza Por la Solidaridad ven peligrar proyectos emblema que realizan desde hace años en Marruecos, donde trabajan con madres solteras que vienen de otros países en situaciones de vulnerabilidad extrema o en Senegal, donde desarrollaban un plan de agricultura sostenible para dar autonomía alimentaria a entornos rurales.

“Es la tónica de los últimos años, éramos referencia en materia de solidaridad y nos hemos quedado atrás”, explica a ElPlural.com la coordinadora en Andalucía, Ana Gómez. Su ONG se ha visto obligada a renunciar prácticamente al 50% de los proyectos que presentaba, incluidos 26 acciones de concienciación y sensibilización en Andalucía.

Las acciones de educación en colegios e institutos, por ejemplo, son las menos costosas, pero sirven para dar a conocer las realidades del África subsahariana y el Sahel y toda América Latina, “todo está conectado; las problemáticas se trasladan y nos acaban afectando. No hay un nosotros y un ellos, vivimos en un mismo mundo y los derechos humanos son de todas las personas”.

La inanición del sector humanitario y el abandono de los más vulnerables

Varias de las ONG consultadas para este reportaje coinciden en el diagnóstico: sin fondos públicos no podrán subsistir. Las entidades pequeñas ligadas a movimientos civiles asociativos dependen en un 70-80% de las ayudas de la administración pública. Es el caso de Pozos Sin Fronteras, que este año tendrá que renunciar a proyectos que llevaba desarrollando en la última década.

Que esta ONG se vea obligada a salir de países en los que lleva operando 10 y 7 años implica que Burkina Faso y Togo se queden sin agua. Se incumple el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 y se deja sin saneamiento y seguridad alimentaria a la numerosa comunidad de desplazados del Sahel, víctimas de una crisis de seguridad por el auge del terrorismo.

Sin agua, la gente huye y eso alimenta y fortalece al terrorismo. Eso nos afecta mucho, no me refiero solo a la inmigración, sino al hecho de tener en nuestra vecindad a un terrorismo empoderado”, explica el director de Desarrollo de Proyectos, Pepe Albújar. Burkina Faso vive de hecho en una espiral de inseguridad con un reciente golpe de estado fallido por la cúpula militar y más de un millón de niños sin escolarizar en este inicio de curso de un país desestructurado.

Al otro lado del océano, en América Latina también padecen estos recortes. En Cuba y República Dominicana, los trabajadores de Arquitectura Sin Fronteras ya no estarán trabajando este curso. De los numerosos proyectos que tenían en la región solo queda uno en ejercicio, en Cuba. Se trata de trabajos para procurar una habitabilidad básica y saneamiento en infraviviendas.

También, proyectos que tenían en marcha quedan en standby una vez que habían empezado, ya sin fondos que los sostengan. Son los casos de Mozambique, donde construían centros integrales de atención a mujeres víctimas de violencia de género, de Senegal o Haití, donde edificaban centros escolares, o del Sahara, donde planificaban la expansión de los campamentos. “Con estos recortes, el sector humanitario está condenado a una competencia feroz entre sí”, lamenta el responsable de demarcación de Arquitectura Sin Fronteras, José Negrín.

Ahora, relegados a la suplencia, los profesionales de Arquitectura Sin Fronteras tratarán de ofrecer asesoramiento técnico a otras entidades que sí hayan sido respaldadas con fondos y que cuenten con pulmón económico suficiente para no depender de la AOD.

La resaca insolidaria

El adelgazamiento de la ayuda humanitaria desde las comunidades autónomas deja a regiones del mundo a la sombra de la solidaridad internacional. Más si cabe si son áreas con regímenes políticos que nos despiertan simpatías en la comunidad autónoma, apunta José Negrín, en referencia a la desangelada acción humanitaria andaluza en Cuba o en el Sáhara Occidental, por ejemplo.

Burkina Faso, Haití, Eritrea o Guinea están entre las naciones más subdesarrolladas del mundo. Su población tiene enorme peso en la aplastante estadística de Naciones Unidas que confirma que, de cada 22 personas en el mundo, una necesita asistencia humanitaria. Sin embargo, la ayuda al desarrollo desaparece de estos lugares.

¿Cómo es posible que las administraciones recorten? “Los votantes han hecho suyo el lema de ‘primero nosotros’, pero la ayuda humanitaria no es una competición. Hay fondos para todos, el presupuesto de Bienestar Social de cualquier Ayuntamiento es mayor que las cantidades que aquí manejamos, esa dualidad es un planteamiento interesado de la política”, sentencia Albújar, de Pozos Sin Fronteras, en referencia a planteamientos populistas.

La resaca de la insolidaridad no solo arrasa en los países de destino de la acción humanitaria. No solo condena a la pobreza a haitianos, cubanos o dominicanos, también empobrece a la sociedad andaluza. Todo diálogo sobre las luchas y los derechos de otros lugares, nos enriquece como sociedad. Los contextos pueden ser diferentes en países como España o Burkina, pero las problemáticas de las personas son parecidas.