Un entendimiento político con el PP por el cual el PSOE respaldaría los Presupuestos andaluces de 2022 tendría dos beneficiarios seguros y uno posible aunque improbable: el presidente de Andalucía Juan Manuel Moreno y el presidente de España Pedro Sánchez serían los seguros y el secretario general del PSOE-A Juan Espadas sería el posible pero improbable.

“Para quienes desde mi partido se alarman sobre la posibilidad de afianzar a Moreno Bonilla, nada más lejos de la realidad”, argumenta Espadas, como curándose en salud pero cerrando los ojos a la reiterada evidencia histórica de que grandes acuerdos de Estado como el que él propugna suelen favorecer casi siempre al partido del Gobierno.

De hecho, el principal beneficiario de los acuerdos por Espadas alcanzados con el PP o con Cs en el Ayuntamiento de Sevilla ha sido él mismo, no la oposición. Gracias a esos pactos, Espadas es visto en Sevilla como un político realista, moderado y flexible, muy lejos del sectarismo de otros políticos.

Ventajas para Sánchez y Espadas

El beneficio de Pedro Sánchez vendría por el lado de Pablo Casado, cuya estrategia de tierra quemada con los socialistas, en imitación a Vox, quedaría en evidencia a cuenta del pactismo practicado por el presidente de la principal comunidad gobernada por su partido junto con Madrid.

Además, un acuerdo andaluz PP-PSOE postergaría el adelanto electoral que acaricia Casado en el sur, donde una victoria de Moreno sería interpretada como antesala de la que esperaría al PP en España. A Sánchez le viene bien, pues, que Andalucía no adelante su cita electoral. Y lo mismo le sucede a Espadas: necesita tiempo para asentar su liderazgo, ensanchar su popularidad y mejorar la posición de su partido.

Entre los perjudicados colaterales de un gran pacto andaluz habría que incluir con seguridad a Juan Marín, pues Moreno se alzaría con el título de Príncipe de la Moderación y la Transversalidad al que alguna vez, en unos orígenes que hoy parecen remotos, aspiró el fundador naranja Albert Rivera. Un Moreno tan guay y liberal como para haber pactado con los socialistas dejaría sin espacio electoral y vaciaría de sentido político el proyecto que teóricamente –muy teóricamente– todavía encarna Marín.

En teoría, también muy en teoría, la izquierda no socialista debería ser capaz de sacar tajada de la apuesta de Espadas por la ‘grosse koalition’ presupuestaria, pero hoy por hoy esa izquierda está sumida en la división y lastrada por el rencor y, además, se mantiene demasiado viva en ella la vetusta tradición de enemistarse por quimeras imposibles, como aquellos compadres de ‘La corte de los milagros’ que “peleaban una noche por quién echaría a la olla un tordo que habían visto en el aire aquella mañana”.

Lo que decida Juan

Militantes y dirigentes provinciales y locales son conscientes de que Espadas está en su derecho de intentar una manera propia y distinta de hacer las cosas. Aunque no acabe de convencerles un acercamiento al PP, no van a poner en aprietos a su flamante secretario general por intentarlo.

Aun así, no es improbable que en las próximas semanas asistamos a un enfriamiento de la pasión inicial que Espadas puso en su comparecencia ante los periodistas tras reunirse con Moreno en el palacio de San Telmo el pasado 1 de octubre.

Entre quienes son aficionados al juego, las apuestas están abrumadoramente a favor del fracaso de las conversaciones entre socialistas y populares, con los ya muy exprimidos naranjas intentando agriarlas para que fracasen y con los contados militantes del PSOE que aún creen en la consigna sanchista de devolver el poder a las bases exigiendo a Espadas que someta a la consulta de la militancia su proyecto de pacto de con la derecha.

Los propios defensores del entendimiento con el PP no han acabado de afinar su argumentario, pues lo mismo le quitan importancia refiriéndose a él como “un simple pacto presupuestario” que se la multiplican al ponerlo como ejemplo de un revolucionario estilo político en el que ¡por fin! los intereses de la comunidad y sus habitantes primarán sobre los del partido y sus dirigentes, y en el que Espadas vendría a desempeñar el papel profético de Juan el Bautista anticipando una nueva, humanizada y excelsa manera de hacer política.

Entre la esperanza y el suicidio

Es cierto como dice Espadas que la gente está más que harta de tanta crispación y quiere otra cosa. Lo que no dice, porque no puede decirlo, es que su apuesta también obedece a motivaciones menos filantrópicas: las encuestas le son claramente adversas al Partido Socialista y hay que buscar la manera de detener la afluencia de apoyos al PP y de captar voto naranja: “Con la estrategia que hemos llevado hasta ahora no nos ha ido muy que digamos, ¿verdad?”, señala con sorna y en privado una importante dirigente socialista.

“La opción de pactar con el PP es un suicidio y debe ser consultada a las bases”, replican los críticos encabezados por Luis Ángel Hierro, aunque ‘encabezar’ tal vez sea demasiado verbo: el histórico sanchista dice lo que muchos piensan, sí, pero por ahora nadie de relevancia en el partido lo imita. La de Hierro es hoy una voz solitaria cuyo eco es el silencio.