El secretario general de los socialistas andaluces tiene ante sí una papeleta difícil. Ha sido elegido por sus compañeros para desalojar a la derecha del palacio de San Telmo, pero si en 2022, cuando habrá elecciones, no logra colmar las expectativas de una militancia hoy por hoy poco movilizada y falta de ilusión, al PSOE andaluz le será muy complicado impedir que el PP estabilice su hegemonía durante varios mandatos.

Según todas las encuestas, el PP sumará junto a Vox los votos suficientes para que Moreno continúe de inquilino de San Telmo cuatro años más. Además del hundimiento de Cs, al andaluz le ha favorecido el pinchazo de la ultraderecha en Madrid: sus malos resultados a manos del populismo sin complejos de Isabel Díaz Ayuso y la decisión de Pablo Casado de seguir sus pasos, han restado mucha visibilidad e influencia a Vox. ¿Madrid ha sido un augurio o una excepción? Las elecciones andaluzas lo dirán.

Un patrimonio olvidado

Juan Espadas no lo tiene fácil, pero nadie en su lugar lo tendría. Cierto que la mochila del pasado pesa mucho, pero tampoco el nuevo equipo de San Vicente reivindica como debiera un patrimonio de conquistas sociales y políticas gracias al cual el PSOE se mantuvo ininterrumpidamente en el poder durante 37 años.

Culpar a Espadas de no recuperar, llegado el momento, la Junta de Andalucía sería mucho culpar, pero la política en un juego cruel cuya casi única vara de medir es la victoria o la derrota. No basta con jugar bonito: hay que ganar. Ni basta tampoco con proponerse sinceramente “humanizar la política”, sobre todo si tu adversario opta por ponerse borde.

Aun así, no es lo mismo perder por la mínima que hacerlo por goleada: en el primer caso, Espadas se habrá ganado el derecho a un segundo intento; en el segundo caso, sus probabilidades de supervivencia serán escasas.

Juan tiene ante sí dos dilemas, uno estratégico y otro táctico. El primero es relativo al tipo de oposición que quiere hacer: ¿blanda o dura?, ¿ moderada o crispada?, ¿rigurosa o populista?, ¿de pincel fino o de brocha gorda? El segundo dilema es relativo a su posición de regidor de Sevilla: ¿debe dejar el cargo de alcalde o continuar en él?

Algunas personas de peso en el partido, y no solo gente de su entorno, le han recomendado vivamente que ni se le ocurra dejar la Alcaldía. “¿Moreno puede ser presidente de la la Junta y presidente del PP pero Juan no puede ser alcalde de Sevilla y secretario general del PSOE?”, se preguntan estas voces. “Si dejara el Ayuntamiento, dado que no es parlamentario, perdería visibilidad y apenas ganaría nada”, añaden.

El evangelio de Juan

Mucho más decisivo es el dilema sobre el formato de oposición que se propone ejercer Espadas. En principio, su mano tendida para pactar los Presupuestos y el tono mismo de sus intervenciones prefiguran una oposición templada al menos en las formas y como impulsada por la idea de arrebatar a Moreno el espacio de la moderación.

Ahora bien, la templanza en los discursos y el trato humanitario al enemigo no encienden pechos ni movilizan corazones. La política siempre exige un mínimo de juego sucio: no necesariamente rebanar la tibia al adversario, pero sí practicar la obstrucción, la carga, la zancadilla, el piscinazo… La política no es oficio para santos.

Mientras tanto, Juan Manuel Moreno ha tomado buena nota de las políticas socialistas del pasado y es muy probable que haya llegado a la conclusión de que a su partido le interesa imitarlas, al menos en lo que se refiere al núcleo principal de las mismas: mimar la sanidad, mejorar la educación, no desatender los servicios sociales, reforzar las infraestructuras y atraer la inversión.

Se dice que unos meses atrás un miembro destacado del Gobierno andaluz coincidió en un acto cultural con un expresidente socialista de la Junta y le confesó que en el PP tenían muy estudiadas las políticas llevadas a cabo por el PSOE y se habían propuesta imitarlas en un elevado porcentaje que el consejero de Moreno situó en el entorno del 70 por ciento.

Lo que Juanma sabía

Por ahora, Moreno encabeza la Liga Santander de la Moderación. Se siente cómodo en ese papel. Su propio carácter y su inclinación, experiencia y destreza en ponerse de perfil en los temas más embarazosos para el PP le dan un plus en ese campeonato donde Espadas querría arrebatarle la primera plaza.

En todo caso, la moderación es un buen traje cuando se está en poder, pero no tanto cuando se está en la oposición. La moderación del alcalde Juan es un activo, pero la moderación del candidato Espadas quizá no lo sea tanto.

La idea de escuchar activamente a personas y colectivos es una buena idea, pero luego vendrá lo difícil: articular programáticamente lo escuchado. Aun así, el PSOE de Espadas tiene en su contra una circunstancia difícil de remontar: que las elecciones no suele ganarlas la oposición, sino perderlas el Gobierno. Y Moreno lo sabe. Vaya si lo sabe.