Llegó el día D y se acerca la la hora H. Juan Manuel Moreno pronuncia este mediodía en el Parlamento autonómico su discurso de investidura y mañana a primera hora de la tarde será elegido como primer presidente conservador de la Junta de Andalucía tras 36 años de gobiernos socialistas.

El año que acaba de terminar se ha cobrado víctimas cuya conducta tuvo en común el exceso de confianza: ya fuera confianza en la astucia política, en el olfato personal o en la pureza de sangre ideológica. 2018 ha dado mucho juego a la fábula de la liebre y la tortuga, un cuento moral cuyos damnificados en la historia general de la política se cuentan por centenares.

El exceso de confianza acabó con Mariano Rajoy a manos de Pedro Sánchez, dejó a Susana Díaz malherida y a expensas de sus enemigos de dentro y de fuera, cuarteó la bella imagen que Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo tenían de su confluencia y propició una vertiginosa galopada de Vox que la demoscopia –también excesivamente confiada ella misma en unas habilidades no del todo fiables– solo vislumbró cuando ya era demasiado tarde.

La tortuga era Vox

En la vibrante carrera del 2-D la tortuga era Vox, pero su triunfo no es meramente andaluz porque el impacto de su victoria sobrepasa ampliamente los límites de Despeñaperros.

Encuestadores, partidos, observadores, analistas: como la liebre de la fábula, todos dieron por seguro que Vox no cruzaría la línea de meta o que si lo hacía el esfuerzo habría sido estéril porque su presencia en el Parlamento sería, en el mejor de los casos, puramente testimonial.

59 contra ¿50?

La derecha neofranquista que desde hace 40 años se acurrucaba bajo el ala protectora de la gaviota popular y que nunca fue recibida en los salones de la alta política de sesgo conservador, abrió el 2 de diciembre una brecha de altísimo valor estratégico en el flanco sur de la muralla de la democracia española.

Si todo transcurre según lo previsto, sus votos harán mañana miércoles presidente al popular Juanma Moreno el Resucitado, el hombre al que todos daban por muerto el 1 de diciembre y presidente andaluz al día siguiente, tras conocerse que los resultados propios le habían asido adversos pero los ajenos extremadamente propicios.

Los 26 escaños del PP, los 21 de Ciudadanos y los 12 de Vox suman 9 más que los 50 de la izquierda, que en realidad tampoco son 50 propiamente dichos porque PSOE y Adelante Andalucía –enfrentados entre sí mucho más que contra las derechas– no han llegado a unir ni visibilizar su fuerza conjunta.

Ladrar, morder, esperar

Aunque su entrada triunfal esta mañana en el templo de la soberanía andaluza marca un antes y un después en la historia autonómica, nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde querrá llevar Vox el cumplimiento de su programa, el primero genuinamente reaccionario y sin complejos que sienta sus reales en Andalucía. De momento, los primeros movimientos de los vóxer han sido más de ladradores que de mordedores.

El PP entró en pánico hace una semana cuando leyó los 19 puntos que Vox exigía para hacer presidente a Moreno, pero el órdago duró menos de 24 horas. Los ultras recularon renunciando a las propuestas más radicales y amansando el lenguaje de las más fieras, pero estamparon su sello ultra en la nueva legislatura.

Aunque habrá que esperar al miércoles hasta escuchar en la sesión de investidura la intervención de su portavoz, Francisco Serrano, no es probable que Vox renuncie a dejar su impronta obcecadamente antifeminista y antigualitaria en la Ley de Presupuestos de 2019 que el nuevo Gobierno deberá a empezar a negociar en las próximas semanas.

Protestas feministas

En todo caso, el repliegue táctico en su negociación con el PP no ha tranquilizado a la Andalucía progresista, que ha sido convocada a las 12 de esta mañana frente al Parlamento por colectivos feministas bajo el lema 'Ni un paso atrás en igualdad y diversidad. Nuestros derechos no se negocian'.

Para la tarde, a las siete, hay protestas simultáneas en las ocho provincias andaluzas pero también en numerosas ciudades de todo el país: Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Zaragoza, Badajoz, Santiago…

Por su parte, el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) ha convocado a las seis de la tarde del miércoles y bajo el lema Andalucía no se vende una movilización para "rodear el Parlamento".

Del acuerdo firmado con el PP ha desaparecido la reclamación inicial de los ultras de derogar las leyes andaluzas de igualdad y contra la violencia de género, pero la izquierda política y sindical y las organizaciones feministas no se fían: sospechan que se trata de una maniobra de distracción, un desistimiento provisional dictado por la conveniencia, no por la convicción.