El hecho de que en el documento de 19 puntos que Vox arrojó sobre la mesa de negociación con el PP el martes en Madrid no incluyera referencia alguna al primer problema de Andalucía, que es el paro, es revelador. La prioridad de la extrema derecha neocatólica no es la materia, sino el espíritu.

De la materia –empleo, corrupción, altos cargos, salarios, recortes, subvenciones, autónomos…– ya se ocupaba suficientemente el pacto de 90 medidas firmado previamente entre el PP y Ciudadanos.

La originalidad de la aportación ultraderechista al tripartito parlamentario ha sido de orden ideológico y cualitativa más que cuantitativa: de hecho, más la mitad de los 37 puntos acordados por las direcciones nacionales del PP y Vox ya se incluía en el pacto del PP con Cs.

El núcleo duro

El núcleo duro del acuerdo con Vox ha quedado plasmado en los siguientes compromisos:

-Evitar cualquier injerencia de los poderes públicos en la formación ideológica de los alumnos y permitiendo que los padres puedan excluir a sus hijos de la formación no reglada por actividades complementarias o extraescolares cuando sean contrarias a sus convicciones”.

-Eliminar las zonas educativas, garantizando la libertad de los padres para escoger el centro educativo.

-Plan Integral de Apoyo a las Familias que tenga entre sus ejes fundamentales el fomento de la natalidad.

-Beneficios fiscales a las familias, en especial a las familias numerosas.

-Crear una Consejería de Familia.

-Sistema de atención a mujeres con embarazos no deseados.

-Cumplir con la legislación vigente en materia de inmigración, evitando todas aquellas decisiones que puedan favorecer un "efecto llamada" y combatir a las mafias que trafican con personas.

-Prevenir la amenaza del fundamentalismo islámico.

-Promover una Ley de Concordia que sustituya a la Ley de Memoria Histórica.

-Apoyar y proteger decididamente la caza, tauromaquia, el flamenco y la Semana Santa.

Los malabrismos de Cs

No son poca cosa, pues, los compromisos de gobierno que Vox ha logrado arrancarle al PP, aunque Ciudadanos insiste en que tales exigencias en nada les conciernen. La versión naranja no es fácil de conciliar con el hecho de que todo Gobierno es un órgano colegiado y en el andaluz Ciudadanos ocupará una vicepresidencia y la mitad de las consejerías.

Los naranjas se verán obligados a hacer innumerables equibliros para eludir toda vinculación o contagio con quienes los sostendrán en el Gobierno. La primera prueba de fuego será la negociación de los Presupuestos de 2019, donde Vox hará valer sus 12 diputados, pues será el momento de recuperar la visibilidad que sin duda perderá durante los primeros compases del Gobierno del cambio.

Por fin aparece Moreno

El acuerdo entre PP y Vox se acabó de ultimar el miércoles por la mañana en Sevilla y se firmó por la tarde, aunque la negociación se desarrolló durante el día anterior en Madrid y sin la presencia de ningún dirigente del PP de Andalucía. El ninguneo a la autonomía andaluza se parcheaba precipitadamente en las horas finales de la negociación con las firmas y fotos de madrileños y andaluces en la capital regional.

El formato y sus protagonistas indicarían el poco peso interno dentro del PP de su líder andaluz y futuro presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno. Su figura ha quedado en una posición poco airosa: los primeros contactos entre los dos partidos tuvieron lugar en Madrid entre Pablo Casado y Albert Rivera y los últimos los han protagonizados los número dos nacionales del PP y Vox.

Más allá de la letra y el espíritu de los compromisos contraídos en su nombre, Moreno tiene por delante como primera tarea de gobierno marcar su propio terreno y blindar su autonomía como presidente de la Junta frente a una dirección nacional del PP que había decidido su decapitación muchos días antes de la jornada electoral, aunque se vio obligada a modificar sus planes homicidas tras los resultados que le ponían al PP el bandeja el Gobierno andaluz.

El órdago

La mayoría de observadores siguen todavía sin entender del todo la estrategia de negociación de Vox. El órdago lanzado el martes fue de tal calibre y con medidas tan pintorescas en unos casos y peligrosas en otros que todo el mundo pensó que su propósito era hacerse de rogar por el PP estirando durante semanas la negociación para investir a Moreno.

Sorprendentemente, apenas doce horas después de haber pedido la luna, casi parecían conformarse con el dedo.

En términos de imagen pública ante sus votantes más templados, el PP lograba reducir de forma significativa los daños colaterales al convencer a sus fieros interlocutores de que renunciaran a exigencias iniciales como la expulsión de 52.000 inmigrantes, la devolución al Estado de competencias en sanidad o educación, la celebración del Día de Andalucía coincidiendo con el supuesto fin de la Reconquista o la supresión de las leyes de igualdad y contra la violencia de género.

Puede que durante 24 horas consiguieran atraer todos los focos mediáticos nacionales y algunos internacionales, pero no parecen haber demostrado grandes habilidades como negociadores. El texto final de 37 puntos firmado por el PP blanquea a Vox, pero su órdago inicial de 19 le salva la cara al PP.