Ni aun con todas las evidencias en contra se da Cristina Cifuentes por vencida. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha sido este viernes clara y directa en Sevilla: hizo su Trabajo de Fin de Master (TFM), lo defendió ante un tribunal de tres profesores aunque no recuerda quiénes eran, y si la Universidad Rey Juan Carlos no tiene constancia documental de que hizo y defendió el TFM, el problema es de la universidad, no de ella, que se considera la primera víctima de este embrollo.

Cristina o el aplomo

En una concurridísima –aunque bastante cómoda porque apenas admitió preguntas– rueda de prensa improvisada en el hotel donde el PP celebra su Convención Nacional, Cifuentes ha descartado absolutamente que piense en dimitir y ha defendido que siempre ha dicho la verdad.

Y lo ha defendido además sin pestañear, mirando de frente a las decenas de periodistas que escrutaban hasta su más mínimo gesto y haciendo gala de un aplomo que unos consideran cínico y otros signo inequívoco de su sinceridad.

Pregunten en la universidad

“Cursé el máster en el curso académico 2011/2012, me matriculé, pagué mi matrícula, cursé mis asignaturas, hice el TFM y lo presenté”, ha dicho.

¿Y qué hay de las muchas dudas sobre si realmente realizó el máster? Pues que se trata de “cuestiones ad-mi-nis-tra-ti-vas de la universidad, que es quien lo tiene que aclarar”.

¿Y qué hay del hecho de que el rector de la Rey Juan Carlos hubiera dicho dos horas antes que no se puede confirmar” que Cifuentes presentara, defendiera y aprobara su TFM? Pues lo mismo: que el problema es de la universidad, no de ella. Por fortuna, añadió adornándose la presidenta del PP de Madrid, el caso está en manos de la justicia y seguro que se aclarará.

Las palabras y las pruebas

Leyendo los periódicos de los últimos quince días quedan pocas dudas: Cristina Cifuentes aprobó en 2012 su máster en la Universidad Rey Juan Carlos haciendo trampas, se matriculó fuera de plazo, no fue a clase, apenas hizo exámenes, recibió trato de favor, falseó sus notas y jamás presentó el Trabajo de Fin de Máster (TFM), que todavía no ha aparecido, cuyo tribunal calificador se desconoce y del que la propia Universidad no encuentra el acta que certificaría que en efecto fue presentado y defendido, como sostiene Cifuentes.

Viendo y escuchando a la presidenta de la Comunidad de Madrid, esta tarde en Sevilla o días atrás en Madrid, cuesta creer que sean concluyentes las abrumadoras pruebas que vienen aportando las investigaciones periodísticas, pues tales pruebas se avienen mal con el altísimo el grado de convicción y contundencia mostrado por Cifuentes al defender su inocencia.

Preguntas y más preguntas

¿Falsa culpable o consumada mentirosa? ¿Incompetencia administrativa o fraude académico? ¿Conspiración o chapuza? ¿Es creíble que no aparezca un trabajo de 60 folios presentado en 2012 y corregido varias veces por el director del máster pero del cual no queda ningún rastro en ningún ordenador ni cuenta de correo electrónico?

Preguntas pertinentes todas ellas, pero también estas otras lo son: ¿es creíble que una presidenta sea capaz de mentir hasta ese punto y con ese desparpajo? ¿Puede alguien ser tan redomadamente cínico como para negar tantas evidencias?

Tres películas

¿Es Cifuentes como el marido de aquella película de los 60 al que su mujer sorprende en la cama con una amante y él, sin inmutarse, se limita cínicamente a negar que en esa habitación haya nadie más que él y su esposa que acaba de entrar, mientras su amante empieza a vestirse y luego se marcha?

¿O es más bien como aquel protagonista de ‘Más allá de la duda’ al que un error insignificante lo delata como verdadero autor de un asesinato del que él mismo había ido dejando pistas falsas para demostrar lo fácil que era engañar a la Policía y ocultar así su crimen?  

¿O es quizá como aquel Henry Fonda de ‘Falso culpable’ contra el cual se acumulaban pruebas y testimonios, en apariencia demoledores, que lo señalaban como autor de un crimen que en realidad nunca cometió?

Dos bandos

Quienes no conocen personalmente a Cifuentes y son más bien crédulos por naturaleza siguen inclinándose a pensar que es inocente. Quienes no la han tratado en persona pero son desconfiados y han leído los periódicos se inclinan más bien hacia la culpabilidad.

Finalmente, los periodistas que han investigado el caso y quienes dicen conocer de cerca a la presidenta no es que se inclinen, es que no tienen ni la más mínima duda de que, además de culpable con todas las letras, Cifuentes es una redomada mentirosa.

Cuestión de tiempo

Sea como fuere, la verdad verdadera no tardará mucho en saberse. La universidad ha abierto una información reservada y además el caso ya está en manos de la justicia.

Si una vez que la universidad y la justicia hagan su trabajo, Cifuentes logra salir indemne del escándalo y es declarada inocente, lo de menos será saber si, como en ‘Más allá de la duda’, era realmente culpable, pues habría demostrado tanta habilidad, tanta astucia, tanta inteligencia, tanto coraje, tanta frialdad, tanto cinismo, tanta fortaleza y tanta determinación ante la adversidad que habría que hacerle un sincero homenaje público en reconocimiento de sus dotes absolutamente excepcionales.