Esta vez esas comadres y copadres que son en ocasiones los cronistas parlamentarios se fueron más bien de vacío. Había cierta expectación por ver cómo se desarrollaba el duelo entre Susana Díaz y el portavoz de Ciudadanos Juan Marín durante la sesión de control a la presidenta.

¿Habría pullas? Y si no pullas, ¿habría por lo menos pullitas? ¿Se pondría insolente Marín con Díaz? ¿Se pondría borde Díaz con Marín? ¿Tendrían continuidad durante el debate los desencuentros de las últimas semanas a propósito de los incumplimientos del pacto de investidura o del sistema de financiación autonómica, que tanto han alimentado el runrún de adelanto electoral? Pues bien, comadres y copadres se volvieron de vacío a sus menguadas redacciones. Fuesen y no hubo nada.

Una pregunta fácil

Marín eludió cualquier indicio de cuerpo a cuerpo con la presidenta, como pudo comprobar el respetable al escuchar el asunto por el que la interrogó: la futura Ley de Agricultura. Para cuándo, preguntó Marín. Para el 24 de abril, le contestó Díaz. Ni habiendo pactado previamente pregunta y respuesta habría quedado más blanco el guante de la sesión (más bien sesioncita) de control.

Los contendientes, no obstante, no llegaron a besarse al término de su intercambio de arrumacos, ¡huy! perdón, de argumentos. Pese a los agrios desencuentros habidos sobre financiación autonómica con sus socios de investidura, en el duelín de este jueves Marín levantó el pie del acelerador de los reproches a Díaz. Ya tocará pisar a fondo cuando sea el momento.

La hora de Marco Aurelio

El resto de las preguntas de control transcurrió por cauces conocidos. El coordinador de IU preguntó con firmeza pero sin acritud sobre los empleados públicos, para los que reclamó estabilidad, en particular para los docentes.

Antonio Maíllo también lanzó su pullita contra Díaz al advertirle pacientemente de las muchas asechanzas que conlleva gobernar “con el mayor enemigo de la Administración pública”, en alusión a Ciudadanos, y al recordarle cómo el acuerdo sobre financiación autonómica con IU y Podemos había demostrado que es posible pactar con su izquierda si se tiene voluntad de hacerlo.

El diputado de Lucena acabó su intervención citando –en castellano, no en latín– a Marco Aurelio; lástima que la legítima pero casi descortés interrupción por parte del presidente de la Cámara, Juan Pablo Durán, por haber consumido su tiempo reglamentario el portavoz, impidiera a éste redondear su faena político-filosófica.

El ‘no es no’ ya no es lo que era

La presidenta replicó, también sin aspereza, que los socialistas pactaban muy a gusto con la otra izquierda cuando esta abandonaba “el no es no”, de tan infausto recuerdo para Díaz pues fue el emblema con el que Pedro Sánchez le ganó las primarias y que diez meses después de su victoria más parece mortaja que blasón.

Solo unos meses atrás, la mera elección por Díaz de esa expresión popularizada por Sánchez habría hecho las delicias de los siempre malpensados cronistas parlamentarios, pero ya no: el pozo de la posguerra socialista no está seco, pero es poca el agua que puede sacarse de él, ni aun cuando es la propia presidenta quien proporciona el cubo para sacarla.

Ciertamente, no puso Maíllo en demasiados apuros a Díaz, pero es que tampoco pareció que tuviera muchas ganas de intentarlo. Para un político, leer al estoico Marco Aurelio tiene esos riesgos.

Más sobre educación

Por la parte de Podemos, no preguntó la coordinadora Teresa Rodríguez sino el presidente del grupo parlamentario, Jesús Romero, que también quiso saber de las deficiencias del sector público, sobre todo el educativo (¿no deberían coordinarse mejor IU y Podemos para no repetir temas en una misma sesión?). El dictamen de Romero sobre la educación andaluza fue demoledor: “Es menos pública, menos universal y menos igualitaria”.

No entró Díaz a matar en su primer turno, donde, además de exhibir con destreza las estadísticas educativas que le son favorables, sacó pecho por sus políticas de apoyo a las familias en becas, libros de texto, comedores escolares o transporte.

Un PCE “blandito”

No se dio, naturalmente, por satisfecho el diputado de Podemos, que enfatizó con habilidad que no serían tantas ni tan buenas las cosas hechas por el Gobierno cuando tiene “a toda la comunidad educativa en pie de guerra”, en alusión a las protestas de los profesores interinos.

Fue en la contrarréplica donde Díaz sí sacó el estoque para recordarle a Romero, ya sin opción a devolver el golpe, que si en el pasado “el Partido Comunista le había parecido blandito” por ser poco de izquierdas", qué no iba a parecerle ella misma. Quedó el duelo en unas ciertas tablas, aunque con más rasguños el interrogador que la interrogada.

Mordiscos y carantoñas

Antes de que cerrara el turno de preguntas el socialista Mario Jiménez para elogiar disciplinadamente los méritos de su grupo y de la presidenta por haber logrado un altísimo consenso en materia de financiación autonómica, fue el momento del líder del PP.

Empezó Moreno casi con carantoñas felicitando a Díaz por haber cumplido una resolución del Parlamento –promovida casualmente por el PP– sobre la introducción en el Servicio Andaluz de Salud de nuevos tratamientos que harán la vida más fácil a los enfermos de diabetes, si bien a continuación reclamó “con serenidad” que se generalizara en toda Andalucía la implantación del cribado para la detección precoz del cáncer de colon.

No estrechó Díaz la mano cristianamente tendida por Moreno, sino que más bien optó por morderla un poco: si tan preocupado estaba Moreno por introducir ese tratamiento preventivo en la sanidad pública –le contestó la presidenta– debería explicar por qué su partido había votado en el Congreso de los Diputados en contra de incluirlo en la cartera básica de servicios.

Mal día para hablar de Madrid

Pareció decepcionarle a Moreno el mordisco presidencial. “Ni cuando se la felicita está usted a la altura de su cargo, y eso que sus asesores que le dicen que se contenga”, disparó el líder del PP con la pose apesadumbrada de quien ofrece agua y le devuelven hiel. No obstante, aún le quedó tiempo de comparar, no sin cierta temeridad, la sanidad andaluza con la madrileña a favor de esta.

Como cabía esperar, Díaz no dio precisamente muestras de remordimiento: aprovechó la alusión de Moreno a Madrid para deslizar con malicia que el Gobierno de Cristina Cifuentes –acusada de falsear notas universitarias– “no es un máster en nada” y remató con este golpe al hígado del aspirante: “Si de usted dependiera, quien se haría esas pruebas médicas es quien tuviera dinero para pagarlas”. Fin de la cita.