1. El Partido Popular ha ganado las elecciones, eso es innegable. Pero nadie en Génova se siente vencedor. Es la misma sensación que se vivió tras las elecciones europeas y la que sufrieron tras las autonómicas. Sus 123 diputados no pueden gobernar el país con una oposición de, al menos, 159 diputados de izquierdas que no van a permitir más barrabasadas.

2. El resultado del PP, aunque sea victorioso, es el peor obtenido en 26 años. Pierden 63 diputados y tres millones y medio de votantes. Además, es la primera vez que un presidente del Gobierno recién elegido es incapaz de formar un gobierno estable para una segunda legislatura. Y, desde luego, no se recuerda una secuela peor de una mayoría absoluta, sobre todo teniendo en cuenta que dicha mayoría absoluta había sido la mejor de la historia del PP.

3. Pese a todo, los españoles siguen votando al PP en masa. Algo que ocurre también en Valencia y Madrid, nidos de corrupción del partido, pero, ayudado por eso, grandes graneros de votos ligados al clientelismo.

4.  Sin embargo, el PP es el partido más rechazado por los votantes, porque no le ha votado el 71,3% de los españoles. Este apunte puede sonar absurdo, pero es el que usó el PP tras las elecciones de Cataluña para evitar reconocer la victoria de Junts pel Sí. Y tiene más peso si observamos que en el último barómetro del CIS, más de la mitad de los españoles calificaban de mala o muy mala la gestión del PP en el Gobierno.

5. El PSOE salva los muebles. Sus 90 escaños son el peor resultado de su historia en la democracia reciente, mucho peor que el que obtuvo Alfredo Pérez Rubalcaba. Han perdido 20 diputados y un millón y medio de votos. Sin embargo, han mejorado la inmensa mayoría de los sondeos, sobre todo tras el miedo en las últimas horas a que Podemos les pasara por la izquierda, como revelaban las famosas encuestas frutícolas de Andorra el día de la jornada de reflexión.

6. La única esperanza de Pedro Sánchez pasa por ser presidente del Gobierno. Eso es lo que, de momento, ha evitado un terremoto interno como el que vivió Rubalcaba. Sin embargo, Susana Díaz está ahí, nada sutil, esperando su oportunidad. En caso de repetirse elecciones, sería el último cartucho del PSOE, porque el PP pegaría un subidón en ese caso, espoleado por el miedo a Podemos.

7. Susana Díaz ya está intentando marcar los ritmos en los pactos; de su parte tiene que es la federación que más votos ha conseguido para el PSOE, pero también ha obtenido los peores resultados de su historia. Un arma de doble filo con el que Sánchez y Díaz pueden cortarse.

8. Podemos es el gran ganador de las elecciones, aunque quede tercero. Son ellos los que han superado todas las expectativas una vez más. Tras un inicio de campaña desinflado y lastrado por el resultado de las catalanas, le han dado la vuelta a la tortilla hasta el punto de ser el partido más votado en Cataluña. Ese es el aire de remontada del que hablaban, que también les ha hecho ser ganadores en el País Vasco y segundo en Madrid, Valencia, Navarra, Baleares y Galicia.

9. Los votantes de Podemos sufren también del mal del voto oculto y, a juzgar por las encuestas, muchos deben sentir vergüenza de confesar que votarán a Pablo Iglesias. Pero, a la hora de depositar la papeleta, que es el único que cuenta, son fieles y aparecen cuando más se les necesita, como ocurrió en las elecciones generales.

10. De los que a partir de ahora serán “los grandes”, el que peor parado sale es Ciudadanos. El efecto rebote que sufrió Podemos lo han vivido ellos cuando han dejado ver sus cartas. Se vive muy bien en la incertidumbre de jugar a no ser de derechas ni de izquierdas. Pero en cuanto han sacado la patita machista, se ha conocido a sus candidatos y sus propuestas, se han venido abajo. Algo en lo que también ha ayudado la publicación de varios libros desenmascarando a Albert Rivera, algo que Pablo Iglesias ya amortizó en su día.

11. Pablo Iglesias empezó la campaña confesando a Albert Rivera que estaba “cansado” en su cara a cara en Salvados. El líder de Ciudadanos se debió confiar tras aquel encuentro y lo pagó en el resto de debates, donde Iglesias estuvo mucho mejor. Fue Rivera quien acabó patinando al citar a Kant sin haberse leído ni una sola obra suya. La campaña es como el Mario Kart: no importa cómo empiezas sino como acabas.

12. Izquierda Unida está al borde de la desaparición. Son sus peores resultados cuando tenían el mejor candidato desde Julio Anguita. Tras acabar el recuento, muchos corrieron a especular con qué habría pasado si la formación de Alberto Garzón hubiera sido absorbida por Podemos y las confluencias se hubieran unido. Lo típico de que si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta. Pero esas cuentas de la lechera no consideran que quizás muchos votantes de IU no habrían dado su papeleta a Podemos o que IU no habría tenido tantos votos si el candidato hubiera sido Cayo Lara.

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13. El Senado no importa a nadie. Ni los medios de comunicación le prestaron atención durante la noche electoral ni los ciudadanos le dieron relevancia a la hora de votar. Así se obtienen resultados como que el PP siga teniendo mayoría absoluta en la cámara baja y Ciudadanos no haya sido capaz de sacar ni un senador. Y, pese a todo, el Senado elige a la mitad de los vocales del Poder Judicial y a un tercio de los jueces del Tribunal Constitucional. Los mismos que luego deciden sobre el proceso catalán, los matrimonios homosexuales o el aborto.

14. La ley electoral es injusta. Nos hartamos de oír en campaña que “los derechos son de los ciudadanos, no de las regiones” pero contentar por territorios provoca que a Rajoy le cueste 50.000 votos cada escaño y a Garzón le salga por 410.000 euros el diputado.

15. Rajoy no puede querer ser el presidente por ser el más votado, como si viviéramos en un sistema presidencialista, pero a su vez beneficiarse de los defectos del sistema parlamentarista y llevarse los escaños a precio de saldo. Si queremos representación regional, para eso tenemos el Senado, que debería tener más competencias y realizar más pedagogía entre los votantes sobre su importancia.

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