Hace catorce años, Octave Durham, un joven de entonces 29 años, escaló el muro del Museo Van Gogh (Ámsterdam, Holanda), rompió una claraboya del tejado, se coló en el centro y se llevó un par de cuadros del pintor de La noche estrellada. Con marco incluido. Y tardó menos de cuatro minutos en culminar el proceso.

Un robo de película

Todo un récord. Fue uno de los robos más sui generis y rápidos que se recuerdan, y así lo cuenta un documental que se ha estrenado ahora. Además, los dos cuadros acaban de volver al museo, después de haber pasado por manos de la camorra, que suele acumular obras de arte para sus pagos internos. Porque en este robo de película, Durham le echó el ojo a la mítica obra Los Girasoles. Pero era demasiado grande, así que se centró en otros dos más pequeños, que, en todo caso, sabía, le pagarían bien. Y así fue: los vendió por 350.000 euros, y las pinturas, con sus nuevos dueños, viajaron a Italia.

Cometió un error

Durham ya se había gastado el dinero cuando la policía dio con él gracias a un error que cometió en su huida: dejarse la gorra con la que se tapó la cara en el museo, cuyo ADN, las autoridades cotejaron para seguirle la pista. En cuanto a los cuadros, el año pasado las autoridades italianas los recuperaron en una casa de Pompeya, a cambio de un pequeño trato: reducir la condena del mafioso que los tenía. Ahora, han vuelto a casa.