Éste es uno de los libros más divertidos que se han publicado últimamente. Es lógico porque los miembros del OuLiPo (Ouvroir de Littérature Potentielle, es decir: Obrador de Literatura Potencial) siempre buscan salir de sus propios laberintos narrativos mediante el uso del lenguaje, las posibilidades de la experimentación y un humor entre fino y surrealista que convierte sus textos en una especie de fiesta de juegos.

En teoría, Es un oficio de hombres (que no es algo meramente masculino, como indica ya el subtítulo: "Autorretratos de hombres y mujeres en reposo") es el mismo texto con variantes, un texto con idéntica estructura y algunas frases y palabras repetidas. En la práctica, el conjunto del libro demuestra las capacidades del lenguaje para mutar y ofrecer algo diferente con los mismos materiales. Pero lo explicaremos con ejemplos. Paul Fournel escribió un cuento breve titulado "Autorretrato del esquiador", que, en sus propias palabras, describe a un esquiador en pleno trabajo. Es el retrato de un hombre que esquía más rápido que los demás hombres. Ese es su oficio. Para Fournel, el texto encubría otra lectura: la del oficio de cuentista. Como si se tratara de un desafío, Hervé Le Tellier recogió el testigo y, utilizando el mismo texto, pero cambiando palabras aquí y allá, hizo su propio cuento: "Autorretrato del seductor". Luego fueron sumándose otros autores: Marcel Bénabou, Jacques Jouet, Michelle Grangaud, Ian Monk, Michèle Audin… De tal forma que encontramos las ocupaciones de algunos seres humanos (el funcionario, el tirano, el escritor, el biógrafo, el asesino a sueldo…), pero también el esbozo de lugares y objetos (el hormiguero, la peonza…).

El texto de partida comienza así: Mi oficio consiste en bajar la montaña de arriba abajo. En bajar lo más rápido posible. Es un oficio de hombres. El del funcionario dice: Mi oficio consiste en rellenar formularios. En rellenarlos lo más lentamente posible. Es un oficio de hombres. El del escritor: Mi oficio consiste en rellenar páginas de arriba abajo. En llenarlas lo mejor posible. Es un oficio de hombres. Una de las facetas más interesantes de esta propuesta experimental y (creo) única en su especie es cómo los autores han logrado retratos tan distintos usando la misma base, dándole la vuelta a ciertos conceptos al cambiar alguna palabra o eliminar otra. Los lectores de a pie se divertirán mucho, pero sobre todo es un libro perfecto para escritores y para aprendices de escritores, como una especie de escuela de estilo y de escritura. Por deformación profesional, me quedaría con el "Autorretrato de un escritor" de Hervé Le Tellier, que tiene perlas de esta índole: Ser un gran escritor es una condición que exige una entrega absoluta de sí mismo y una concentración total. Yo escribo a tiempo completo. Escribo cuando hago la lista de la compra de los congelados Picard. Me entreno escribiendo sin la letra e, sin adjetivos, a veces sin verbos para escribir mejor.

Este ramillete de cuentos oulipianos, traducidos por Pablo M. Sánchez y con ilustraciones de Daniel Montero Galán, incorpora como gozoso regalo un apéndice del escritor argentino Eduardo Berti. Abran un ejemplar, relájense, disfruten: porque los libros raros son los más apetecibles.