El pasado 8 de noviembre, Netflix añadía en su catálogo Asalto al Banco Central, una miniserie dirigida por Daniel Calparsoro y con guion de Patxi Amezcua basada en una fecha concreta: 23 de mayo 1981. Con la sombra del 23-F aún planeando, una banda de once hombres encapuchados se colaron en la sede central, en el corazón de Barcelona, secuestrando a más de 200 personas durante 37 horas. La producción oscila entre la realidad y la ficción a través de una historia que sigue escondiendo fantasmas hoy en día.
La serie, protagonizada por célebres actores de nuestro país, como María Pedraza, Miguel Herrán o Hovik Keuchkerian, transmite a lo largo de sus cinco episodios la agonía que se vivió entre las paredes del Banco Central aquel 23 de mayo de hace dos décadas. El asalto del teniente coronel Antonio Tejero al Congreso de los Diputados había tenido lugar hacía tan solo tres meses, por lo que la incertidumbre y el temor experimentados por los españoles aún estaba más que patente en el imaginario de la sociedad. De hecho, una de las reclamaciones de aquellos delincuentes fue la liberación de los "cuatro héroes del 23 de febrero y nuestro teniente coronel Tejero", tal y como pidieron en una nota que había dejado en una cabina telefónica de la plaza de Cataluña.
En la producción de Netflix, dos periodistas comienzan una investigación para conocer cuáles son las posibles conexiones entre los presuntos ladrones y el golpista -algo que nunca llegó a conocerse-. El tiempo cada vez es más escueto, por lo que tendrán que trabajar de la mano de la Policía para evitar que la tensión pueda continuar escalando.
Lo cierto es que, más allá de la ficción, a partir de aquel momento comenzaron a barajarse múltiples posibilidades con respecto al fin de este asalto, así como de la verdadera identidad de los miembros de la banda. Sin embargo, Netflix apuesta por la versión del cabecilla, José Juan Martínez Gómez, alias El Rubio, como hilo conductor. La versión del atracador no es otra que realmente no fue un atraco, sino una incursión para acceder a la caja fuerte y recuperar unos papeles que vinculaban a Juan Carlos I con el 23-F.
Así, la miniserie tiene a su propio 'malo de la película': el director del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), Emilio Alonso Manglano, al que El Rubio señala como el cabecilla de la operación. La producción lo dibuja como un hombre siniestro, radical e incluso violento que capta al atracador en un campamento de la OJE (Organización Juvenil Española) para "realizar operaciones clandestinas para los servicios secretos a cuyo mando está el almirante Carrero Blanco". Tras la muerte del político en un atentado, El Rubio, ya experto en atracos, es detenido por anarquista al regresar de Francia, pero termina amnistiado.
Antonio Tejero lleva a cabo el Golpe de Estado, acompañado del capitán Sánchez Valiente, al que le entrega unos documentos relacionados con el 23-F para que los deposite en una caja del Banco Central de Barcelona. Así, un mes más tarde, Manglano se reúne con El Rubio en Perpiñán para que "cometa un atraco al Banco Central para que saque de la caja 156 una carpeta con documentos, hagan un agujero en el sótano para huir y se lleve los 800 millones de pesetas que hay en la caja fuerte como pago por su trabajo".
No obstante, al final de la miniserie se deja claro que "hasta la fecha no se ha podido demostrar la participación de Manglano y Vilagrán en los hechos que se narran". Aunque la sentencia, y por lo tanto la versión oficial, asegura que simplemente se trató de unos atracadores de barrio que se metieron en el papel de golpistas, aprovechando los coletazon del golpe de Estado, la ficción explora, a través de la versión de El Rubio, una trepidante red de conexiones entre los asaltantes y los golpistas con la que hicieron creer al Gobierno que todo tenía una magnitud mayor de la que realmente se trataba. Por otro lado, como en cualquier ficción, los creadores se toman ciertas licencias con las que dotar de una mayor tensión e intriga a la narrativa. Otras son cuestiones meramente ligadas a la construcción de los personajes; por ejemplo, mientras que los atracadores se reconocen con nombres de ciudades en la serie, la realidad es que se reconocían mediante números.
Pero, ¿quién es el villano que dibuja Asalto al Banco Central?
Emilio Alonso Manglano, de origen aristocrático y orientación monárquica, se encontraba en los acuartelamientos de la Brigada paracaidista (BRIPAC) en Alcalá de Henares como Teniente Coronel en aquel mayo de 1981. De hecho, el mismo día del asalto, se publica en el BOE su nombramiento como director del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), por el ministro de Defensa Alberto Oliart. El teniente es escogido para este cargo por su compromiso con la democracia, especialmente en el 23F, momento en el que pone a sus hombres de la BRIPAC al servicio del Estado.
Pese a que algunas versiones lo acusaron directamente, lo cierto es que, tal y como se supo a raíz de algunas notas pertenecientes a sus manuscritos, revelados en el libro El jefe de los espías, Manglano aún no había pisado el CESID el día del asalto ni tenía ninguna vinculación. "Oliart me llama para decirme que tome posesión el lunes", se lee en una escrita el mismo 23 de mayo a primera hora de la mañana.
Lo cierto es que, a día de hoy, lo único que lo acusa directamente de estar involucrado en el asalto es la declaración de El Rubio, que asegura que Manglano fue el encargado de reclutarle para esta operación. Son muchos los fantasmas que aún persiguen a este suceso que muchos han parecido olvidar, ya que el mismo Gobierno nunca negó que la banda hubiera gozado de un asesoramiento externo que les condujese a saber cómo desestabilizar la democracia.