Tres homicidios de mujeres y ocho intentos. Ese es el macabro saldo por el que Jorge Ignacio P. J. irá a juicio hoy. La Fiscalía pide una pena de 130 años de prisión. Las acusaciones particulares elevan esa pena a la prisión permanente revisable, pues consideran los crímenes presuntamente cometidos por este hombre como asesinatos. El problema estriba en que uno de los cuerpos, el de la joven Marta Calvo, no ha aparecido, y a otra de las víctimas no se le pudo realizar una segunda autopsia porque su cuerpo fue incinerado.

Este caso, el de un supuesto asesino en serie, ha sido de los más complicado de llevar a juicio, pues hasta la desaparición de Marta nadie unió las piezas del puzle. Hasta ese momento, las muertes de las otras dos jóvenes, Lady Marcela Vargas y Arliene Ramos, ni siquiera se investigaban como homicidios, sino que constaban como muertes por sobredosis. Ni qué hablar de las ocho agresiones sexuales a mujeres que casi pierden la vida.

El presunto asesino utilizaba cocaína de gran pureza -85%- para agredirlas sexualmente. La fiscal del caso lo tiene claro, Jorge Ignacio es un asesino en serie y sabía perfectamente que su forma de actuar acabaría con la vida de las mujeres a las que atacaba. Lo supo tras el fallecimiento de su primera víctima, Arliene Ramos, que perdió la vida tras nueve días en coma el 3 de abril de 2019.

La investigación ha sido ardua, pero, finalmente, se ha podido tirar del hilo y construir un relato que, tras mucho esfuerzo, ha conseguido sentar en el banquillo a este hombre. Su modus operandi era siempre el mismo, contactaba con mujeres que ejercían la prostitución y llegaba a un acuerdo de sexo a cambio de dinero.

El horror venía después. Según todas las acusaciones, cuando estaba con las chicas les introducía, bajo engaños, cocaína de gran pureza por vía vaginal, lo que provocaba que las mujeres entraran en shock. La elección de mujeres que se veían obligadas a prostituirse no era baladí ya que, debido a su especial vulnerabilidad, no suelen denunciar cuando sufren ataques. Ejemplo de lo anterior es que ninguna de las ocho supervivientes había denunciado el ataque hasta que se hizo pública la desaparición de Marta Calvo, joven cuya muerte destapó a un presunto asesino en serie.

¿Pero cuál era la motivación de este hombre para hacer lo que hacía? Según un informe criminológico, poder ver cómo las jóvenes padecían episodios convulsivos delante de sus ojos o, lo que es lo mismo, disfrutar del terror de las chicas a las que drogaba sin su consentimiento.

Ahora deberá ser un juzgado popular quien decida si Jorge Ignacio P. J. es un asesino en serie. El primero que irá a juicio en España desde que, en 2015, Juan Carlos Aguilar, más conocido como “el Falso Shaolín” fuera condenado a 38 años de prisión por la muerte a golpes en su gimnasio de dos mujeres. Este lunes comienza el juicio más mediático de los últimos años y, durante cinco semanas, los jurados y la magistrada presidenta deberán alcanzar un veredicto.