Carmen Llomart, actual magistrada en la Sala de Apelaciones del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana y vocal del Consejo General del Poder Judicial, es una de las magistradas que formó parte del tribunal que juzgó y condenó a Miguel Ricart como autor del crimen de Alcàsser. ElPlural.com ha hablado con ella sobre cómo fue aquel juicio, el primer juicio retransmitido íntegramente, y del que este año se han cumplido 25 años.

Pregunta: Ustedes, magistrados, bajaban en los recesos a tomar café. Sin embargo, los tres tuvieron que dejar de hacerlo porque les insultaban por los pasillos de la antigua Audiencia Provincial de Valencia.

Respuesta: Exacto, nos insultaban en los pasillos. Fue así porque este fue el primer juicio mediático en el que se puso en cuestión lo que se hacía por parte de los jueces, y de un tribunal de Justicia. Después del juicio no había nada más que un consejo audiovisual catalán, y tuvo que decidir una serie de pautas en las que se pedía respeto tanto a las víctimas, como respeto al tribunal hasta que hubiese una decisión. No tuvo ninguna importancia porque somos profesionales y va de suyo, pero a raíz de eso fue cuando ya se crearon los gabinetes de prensa de los TSJ. Porque en aquel juicio tuvimos que permitir los tres magistrados junto al presidente de la Audiencia a los medios de comunicación que entrasen dentro y lo retrasmitiesen todo. La idea fue: vamos a ser transparentes para que se viera que ‘aquí no hay nada más que lo que hay’.

P: Creo que también tuvo repercusión en su vida personal aquella exposición pública.

R: En el colegio de mis hijos me hacían el vacío. Antes de ese juicio nadie sabía que yo trabajaba en Justicia, ni que era juez, y claro, a raíz de ese momento se publicitó mi condición y se mezcló la profesional con la personal. La gente que no me conocía me miraba como expectante e intentando apartarse.

P: Aquella exposición tuvo que ser dura.

R: Propia sentencia, literalmente, tuvo que exposicionar en admitir todas las pruebas conforme a derecho en atención a las peculiaridades del procedimiento. Es decir, la sentencia explica que fuimos objeto de constantes agresiones previamente, y durante la vista, con informaciones parciales en algún medio de comunicación tendentes a crear un ambiente de oscurantismo.

P: ¿Y qué ocurrió tras esas agresiones?

R: Eso nos originó que, hasta dentro del procedimiento, tuviéramos que admitir toda la prueba, siendo a veces conscientes de que era una prueba que podía ser inútil, pero en aras a evitar ese oscurantismo, decidimos admitir la mayoría de pruebas.

P: ¿En qué basaron su condena a Miguel Ricart?

R: La condena vino determinada por la prueba que se practicó. La declaración de Miguel Ricart ante el fiscal superior, el juez de instrucción y su defensa fue crucial para averiguar incluso datos que, si no habías estado, no los podías conocer. Eso, unido a todas las pruebas periciales y a todo lo que ocurrió, pues no hubo ninguna duda. Es más, la sentencia está confirmada por el Tribunal Supremo. El propio Ricart dijo ‘si hay condena hablaré’, pues aun estamos esperando a que hable.

P: ¿Qué supuso para usted como magistrada aquel juicio?

R: Mirando con restrospectiva me hubiese gustado que estuviera en aquella época la Ley Integral de Protección a la Violencia de Género porque era el típico caso de violencia sobre la mujer por el hecho de ser mujer. Eso lo añoro. Desde otro punto de vista, pues te da una experiencia muy importante a nivel profesional sobre todo para mí que estoy en derecho penal tantos años. Lo que pasa es que fue un suceso atroz. Bueno, atroz como todos los asesinatos y todas las violencias, pero claro, aquí además hubo torturas, eran menores, fueron violadas, vejadas y fue un asesinato brutal. Profesionalmente no me dice ni más ni menos que otro caso, es así, pero personalmente te llega a afectar.

P: ¿A qué se refiere?

R: Pues que cómo no te va a afectar si tuvimos que visualizar las autopsias. Es que, por parte de la propia acusación del padre de Míriam se impugnaba que estaban mal hechas, y que había irregularidades porque se habían ocultado datos que daban lugar a más gente. Tuvimos que visionarlas. Fue un juicio muy duro.

P: ¿Cree que la opinión pública cambió la percepción que tenían sobre los investigadores, los forenses, el fiscal y los jueces por un padre que no admitía que a su hija la hubieran destrozado dos delincuentes de poca monta o fueron los medios que vieron un filón con aquel caso?

R: Fue todo. Fue el primer juicio mediático. El padre, lo normal, se agarró a un clavo ardiendo y dijo que había más gente. Creo que tuvo mal asesoramiento. Y para los medios fue un filón. Aunque se dictaron unas normas que decían que los testigos no lo hacían voluntariamente, sino por mandato legal, por lo que su imagen se debería preservar. Pero claro, los testigos declaraban en el juicio por la mañana, pero si iban a la televisión valenciana por la tarde y a Hoy cruzamos el Mississippi por la noche, y todo eso desfiguraba lo que era el juicio. Hay que tener respeto a las decisiones judiciales. El tiempo pone a cada uno en su sitio, y el tiempo no ha dado la razón.

P: Vamos a la teoría de la conspiración. Los que la fomentan hablan de que había más pelos en la alfombra donde aparecieron las niñas y en su ropa.

R: Es verdad que en la alfombra y en el cuerpo de las niñas había más pelos, pero como dijo el doctor Carracedo, que hizo el análisis genético y mitocondrial, dijo que había cinco o seis perfiles no detectados, pero que, aunque estaba en la ropa podían proceder del coche, de ir andando por la calle, que se podía haber contaminado con cualquier otra cosa, que no tenía porque proceder de terceras personas presentes en el crimen.

P: Por último, que le dice a los que aseguran que la sentencia pone “Miguel Ricart, solo o en compañía de otros” porque allí hubo mucha más gente.

R: Eso se pone en todas las sentencias en las que piensas que hay otros, y si no pones en compañía de otros es cosa juzgada, con lo que no puedes volver a abrir ese procedimiento. Si pones en compañía de otros das la baza a la policía o al juez de instrucción para que puedan investigar. Sabíamos que había más, claro, faltaba Antonio Anglés. Lo pusimos por Anglés. Es una simple fórmula procesal.