“Nosotras queríamos que la gente entendiera que nuestros hijos no eran unos hijos de puta, sino que estaban enfermos”. Así de directa se pronuncia Alma Martínez, secretaria de Madres Unidas contra la Droga en declaraciones a ElPlural.com, sobre los convulsos años 80. Fue la década de La Movida, del rock radical vasco, de los pantalones de campana, las gafas de montura, las chupas de cuero, los chavales con flequillo, la Rock-Ola, los comienzos de Almodóvar como los conocemos, el inicio de la democracia y… las drogas.
Franco acababa prácticamente de morir y la Constitución de firmarse. El Golpe de Estado fallido, o la entrada de nuestro país en la OTAN fueron algunos hitos políticos de una época que no se entiende sin el aire de protesta de una juventud que, tras 40 años de lucha, saboreaba la libertad por la que sus padres tanto habían peleado. La etapa que hasta la fecha ha sido seguramente la de mayor esplendor artístico en la España más actual tuvo -como todo lo bueno- una cara B que, como siempre, golpeó con más fuerza a los de siempre.
Desinformación y falta de oportunidades: “Fueron los ejes fundamentales”
El caballo o la heroína se cobraron miles y miles de vidas, especialmente en los barrios obreros. Chicos y chicas que tenían toda una vida por delante y a los que, más que las drogas en sí, fue el sistema el que los empujó al precipicio. “No todo el mundo moría de sobredosis. Muchísima gente fallecía en la cárcel, otra tanta de las enfermedades derivadas del consumo, muchas personas se suicidaron (…) Y todo era en su mayoría consecuencia de la falta de oportunidades y de recursos”, deja claro Martínez estableciendo un símil entre esa generación y la nuestra, en la que acceder a una vivienda o tener un trabajo digno se convierte en poco menos que una quimera.
No es hasta bien entrados los 2000 cuando los jóvenes empiezan a poder jugar la baza de la información. Ahora, y todavía cuesta, en las casas, las aulas y los grupos se habla de drogas, de salud sexual o mental, pero antes no era así; y quienes en estos momentos vemos a los que cayeron por la lacra como héroes, la sociedad de entonces los concebía como el problema, cuando no lo eran.
La secretaria de la asociación refleja esto con una anécdota que pone negro sobre blanco respecto a esto: “Una madre fue a una comisaría y el policía le dijo que habían detenido a su hijo porque le habían encontrado con una china, a lo que esta responde que en su casa no son racistas (…)”. “La desinformación para mí fue el eje fundamental. Había un desconocimiento enorme de lo que era la droga y de lo que les estaba ocurriendo a sus hijos. Las familias no empiezan a ser conscientes de que pasa algo hasta que ven a sus hijos, hermanos… con un deterioro importante, empiezan a desaparecer cosas en casa o los detienen…”, explica.
Las familias no son conscientes de que les pasa algo a sus hijos o hermanos hasta que empiezan a desaparecer cosas en casa o los detienen
Resulta difícil cifrar cuánta gente murió a causa del consumo, directo o indirecto de sustancias. “Ten en cuenta que entonces no había ningún plan, ni estadísticas certeras que lo recogieran”, dicta Martínez. Ni siquiera es sencillo decir con certeza cuál fue la región más golpeada, aunque siempre se habla de Madrid y País Vasco al tratarse de dos de las autonomías con más oportunidades culturales y más convulsas en cuanto a brisa de cambio se refiere. También, por razones asimismo obvias, Galicia, donde los contrabandistas y narcotraficantes han encontrado históricamente una alfombra roja: “Lo más certero es lo que dicen las madres: que se perdió una generación”.
La situación sobrepasó a todos: a los que nunca estuvieron preparados siquiera para afrontar el debate y a los que tenían un pensamiento que corría más que el propio tiempo. En los gobiernos de la época, indistintamente del color, es posible que hubiera personas de ambos tipos; tradicionales por decreto que no iban a mover un dedo y progresistas a los que les quedó grande el escenario.
El Gobierno socialista implementó el primer Plan Nacional sobre Drogas que, ya en los 90, produjo choques en el seno del Ejecutivo de Felipe González. “Tuvieron que pasar muchos años y ser demasiado evidente para que el conjunto de la sociedad se diera cuenta de que había un problema serio y para que los gobiernos actuaran”, subraya la secretaria de Madres Unidas contra la Droga mientras lamenta, sin embargo, que el eje de actuación se planteara siempre “desde la represión” y nunca “para la reinserción”: “La gente se manifestaba por oportunidades. Medidas sociales y no policiales”.
La gente se manifestaba por medidas sociales y no policiales
Está claro que la sociedad siempre va por delante de sus administraciones en tanto en cuanto las acciones de los gobiernos son respuesta del clamor social. En este sentido, son las organizaciones vecinales y los movimientos de los barrios (la calle, en definitiva), los que motivan a actuar a quienes realmente tienen las herramientas para hacerlo. Y estos segundos, todavía hoy tienen mucho que hacer: “Hemos estado años y años en una espiral, en la que por momentos se ha abandonado la atención a las víctimas, la prevención y, en definitiva, la recuperación de las personas para que puedan empezar una nueva vida”.
A raíz de las palabras pronunciadas esta semana por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, con las que la lideresa regional relacionaba las drogas con migración y utilizaba como arma arrojadiza el lastre que arrasó en los 80, Martínez experimenta un feedback. “Al escuchar estas declaraciones, cualquier persona que viviera aquello le recuerda a lo que pasó entonces, cuando decían que eran sus hijos los que generaban inseguridad. Lo que dice esta señora ya lo hemos vivido y sabemos que es mentira”, concede Martínez, toda vez que recuerda que fue precisamente el PP de Madrid el que “desmanteló absolutamente la Agencia Antidroga”.
Lo que dice Ayuso ya lo vivimos entonces y es mentira
En estas interviene también para ElPlural.com el concejal de Más Madrid, Miguel Montejo. En primer lugar, manifiesta que “como toda gran ciudad” en Madrid “hay focos donde tradicionalmente se han concentrado problemas de venta y consumo de droga, de heroína, de los que sin duda tenemos que hacernos cargo (…) Y a los que hay que sumarle la aparición de nuevas drogas de diseño o el chemsex”, pero insiste en que la solución no pasa por la represión para destacar, por ejemplo, los Centros de Atención a las Adicciones (CAD).
“En términos generales, la seguridad ciudadana es algo bastante más complejo que solamente la actuación policial. De nada sirve poner más policías si no se trabaja de forma integral en el desarrollo de los barrios, en la limpieza, en el tratamiento de adicciones, etc (…) El trabajo se tiene que llevar de manera conjunta entre el Gobierno de España, las comunidades y las ciudades de la mano de expertos, organismos específicos de salud pública y tratamientos de adicciones y las asociaciones vecinales, que sufren y conocen los problemas”, desarrollo el político.
De nada sirve poner más seguridad si no se trabaja de manera integral entre gobiernos, expertos y asociaciones vecinales
¿Prohibir o regular?
Y con todos los ingredientes -el de la Historia, el social y el político- llegamos hasta nuestros días con el debate de legalización sí o legalización no. Justamente Más Madrid es el partido que actualmente -no es el único que lo ha hecho en democracia- abandera la defensa del uso de determinadas sustancias en situaciones concretas. Precisamente estos últimos días, Mónica García, ya desde el Ministerio de Sanidad, explicaba en qué consistía la regularización del cannabis en uso terapéutico al que su departamento ha dado luz verde.
La cuestión ha traído históricamente consigo el beneplácito y el rechazo de unos y otros. De hecho, es uno de los temas que muchos jueves han centrado el debate en la Asamblea de Madrid y contra el que Ayuso arremete sin ningún reparo. Montejo recuerda que la propuesta de Sanidad está centrada en el “uso terapéutico”, se ejecutará “siempre bajo receta” y está relacionada “con disminuir el dolor fundamentalmente en patologías como el cáncer”.
Más allá, la cuestión se extiende en la misión misma de los Centros de Atención y Seguimiento (CDS) o los Centros de Reducción de Daños (CRD), que acompañan a las personas adictas para reducir en ellas los daños de las drogas; u organizaciones que se concentran en eventos en los que es habitual el consumo de estupefacientes, como los festivales de música.
Este último es el caso de Energy Control. “A pesar de todos los esfuerzos por quitar, erradicar o contener el fenómeno, es algo que sigue estando presente”, sostiene dicha agrupación, que optan por la vía de la información para que cualquier persona que “cualquier persona que va a consumir, sepa lo que va a consumir” y con la máxima de que “una persona que consume no tiene por qué presentar un problema de adicción”. “Nuestro objetivo es justo prevenir eso”, define.
La persona que ha comenzado hablando para estas líneas sostiene que las madres “siempre han tenido un debate “constante” y “muy fuerte” con este tema: “Hay que entender que las cosas no se ven de la misma manera cuando has perdido a un hijo que cuando lo miras de manera objetiva, como sociedad”.
Las cosas no se ven de la misma manera cuando has perdido a un hijo que cuando lo miras de forma objetiva, como sociedad
En cualquier caso, alude, que también ellas abogaban en buena medida que, en caso de consumo, éste fuera “de calidad”; que las personas “tuvieran atención” y, desde luego “oportunidades e información”: “Lo que no puede ser es dar pie a la marginación”.