¿Tenemos un problema de drogas en España? ¿Qué sustancias están al alza? ¿Es posible una vuelta a los 80 pese a la información de la que, 40 años después, dispone la ciudadanía? ¿Qué relación con esta lacra mantiene la situación socioeconómica de un individuo o de un barrio? ¿Hasta qué punto el mercado infla los precios? ¿Es el chemsex un movimiento nuevo?

Estas y otras muchas preguntas nos hicimos en ElPlural.com a raíz de leer el último estudio del Observatorio Europeo y Toxicomanías (EMCDDA, por sus siglas en inglés), según el cual la cocaína sigue siendo la reina de la fiesta en todas las urbes inspeccionadas. Aun así, la distinción se mantiene clara entre el norte y el sur de Europa, de manera que en la zona baja del mapa -donde entra también España- hay una carga alta de esta sustancia, aunque también se encontraron restos de cannabis, ketamina, anfetaminas, metanfetamina y MDMA: “Tenemos nuestras peculiaridades, como la situación geográfica a partir de la cual entra mucha droga por Marruecos (hachís y cocaína, especialmente); o de sustancias que se produce en Países Bajos y llega entran en España como es el caso de la ketamina o el MDMA”, dicta el director de Energy Control, Claudio Vidal.

Las ciudades analizadas de nuestro país fueron Santiago de Compostela, Valencia, Castellón, Lleida, Tarragona y Barcelona, siendo esta última en la que hemos concretado estas líneas teniendo en cuenta otro análisis -en este caso de 2019- que situaba a la Ciudad Condal como una de las que más sustancias consumía junto a Amberes, Ámsterdam, Zúrich y Londres. De hecho, la capital catalana se postulaba como el lugar de los 120 analizados de 37 ciudades -en aquel caso el estudio lo llevó a cabo el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)- donde la cocaína había encontrado su particular trono dentro de Europa. “En Barcelona tenemos un problema con la cocaína, las anfetaminas, sustancias vinculadas al chemsex…Funciona como entrada al resto de Europa”, lamenta Mercè Balcells, de la unidad de adicciones del Hospital Clínic.

Energy control: información en lugar de prohibición

Para quien no haya oído nunca hablar de esta organización sin ánimo de lucro, Energy Control es una asociación que se centra en que quienes consuman lo hagan de la forma más controlada posible y sabiendo lo que están haciendo en todo momento. “A pesar de todos los esfuerzos por quitar, erradicar o contener el fenómeno, es algo que sigue estando presente”, comentan.

Con una información “objetiva y útil” como principal baluarte y otros servicios como los de análisis de sustancias “para que cualquier persona sepa la composición que tiene lo que va a consumir”, es fácil encontrarlos a la entrada de festivales o a las puertas de fiestas repartiendo folletos, aunque lo que explican está en un solo click, en su página web.

Nacidos en 1997, ofrecen diferentes servicios que les han llevado a situarse como una “referencia honesta, libre de tabúes y especialmente útiles para todas aquellas personas que consumen sustancias psicoactivas”. Aunque dieron sus primeros pasos en Barcelona, actualmente operan también en Madrid, Andalucía y Baleares, reabriendo el eterno debate de si es mejor optar por una actitud puramente restrictiva controlada habida cuenta de que las drogar son algo imposible de eliminar de la noche a la mañana y a sabiendas del efecto contrario que produce lo prohibido en el ser humano: “Por lo general hemos tenido un buen recibimiento social, porque la gente entiende que es una realidad que está ahí y que quizá hay que hacer esfuerzos en esa línea”.

A pesar de todos los esfuerzos por quitar, erradicar o contener el fenómeno, es algo que sigue estando presente

Trabajan con personas que hacen un uso “más recreativo que de adicción”. En este sentido, su labor se focaliza en quienes pueden padecer un “riesgo inmediato” o tener un mal viaje, como se suele decir de forma coloquial. “Una persona que consume no tiene por qué presentar un problema de adicción, nuestro objetivo es prevenir el consumo de sustancias adulteradas, por ejemplo.”, comenta.

Es el mercado, amigo

La organización responde a cuestiones muy concretas como qué no debo hacer nunca si decido consumir. La respuesta, si bien complicada de afrontar con una sola razón porque “está llena de dependes” que pasan por la persona, el lugar, el momento o el contexto, cuenta con una biblia indiscutible que emplaza a no mezclar determinadas sustancias, sobre todo las depresoras como son el GHB -o éxtasis líquido-, el GBL o el alcohol -que todos los que han hablado para este reportaje han recordado que es igualmente una droga, aunque sea blanda y quede normalizada-; así como por escapar de la vía intravenosa, cuyas consecuencias pueden resultar devastadoras.

En otro orden de cosas, Vidal hace mención al excesivo corte de las drogas: “Es una estrategia que tiene el mercado para incrementar el beneficio económico, a veces para potenciar un efecto y a veces para contrarrestar otros; pero en general y, sobre todo, en los últimos años, no se aprecian adulteraciones especialmente tóxicas dado que es algo que no interesa. Con todo, sí hay algunos adulterantes -como la mezcla cocaína con levamisol- que puede dar lugar a problemas”.

“Aunque el mercado es muy cambiante, llevábamos dos años en los que la adulteración de la MDMA era muy anecdótica y por lo que sea este año de está dando con más asiduidad”; y es que el negocio, como cualquier otro, se ajusta también al paso del tiempo. Un ejemplo clarividente de ello es el tusi o mal llamada cocaína rosa -que a muchos les sonará porque se encontraron restos de ella en el lugar de una redada en medio de la cual se encontraba Froilán-, vendido a precio de élite y que en realidad no cuesta tanto ni tiene por qué estar reducido gente pudiente.

La cuestión, por otro lado, desmiente la historia en torno a las llamadas drogas de diseño: “Si a alguien de clase alta le están cobrando 100 euros por el gramo... la misma cantidad puede encontrarse a 30 euros en una fiesta normal y corriente”. En relación con los precios, el director de Energy Control explica que depende de muchos factores, desde el tipo hasta el contexto: “Lejos de esta variabilidad, encontramos drogas por 50 o 60 euros, como la ketamina, de 40 o 50 como el éxtasis, de cristal, entre 30 y 50…”. Pero un precio más alto, asume, resulta abusivo.

Si a alguien de clase alta le están cobrando 100 euros por el gramo de tusi, la misma cantidad puede encontrarse a 30 euros en una fiesta normal y corriente

Entre otros cuestiones a las que nos responde Vidal está la de si existe la probabilidad de presenciar una vuelta al pasado negro de la Transición y la conocida como movida madrileña. “Yo diría que no es algo factible. Es cierto que la cocaína sigue siendo de las más consumidas, pero también tenemos sustancias como el éxtasis o las anfetaminas que están mucho más en el debate de lo que lo estaban en décadas anteriores”, aclara. 

En relación a esto tampoco percibe un cambio generacional, al menos excesivo (de hecho, llama la atención la cantidad de gente que consume a partir de los 40 años de edad, según los tres especialistas): “La afirmación de que cada vez se consume a edades más tempranas no se sustenta con los datos. Si fuera cierto, probablemente los niños de la guardería ya estarían tomando drogas. Y esto es algo desmentido, incluso, por el Ministerio de Sanidad”. Frente a una nueva tipología, analizan que tampoco existen cambios demasiado claros, aunque sí habla del mayor uso de drogas dentro del chemsex, un movimiento que “no es nuevo”, aunque en los últimos años “se ha visto promovido por aplicaciones de citas y demás”.

Acompañar a alguien 'enganchado'

Dentro de Cataluña hay 63 Centros de Atención y Seguimiento (CAS) -incluyendo dos que están dentro de centros penitenciarios- y Centros de Reducción de Daños (REDAN). Los primeros, nos explica Francina Fonseca, se centran en el tratamiento de los problemas derivados de las adicciones y, en ocasiones, operan de forma simultánea con los hospitales -de hecho, cuentan con personal médico, de enfermería, psicologíaintegración social, etc- mientras que los segundos contemplan, como su nombre indica, que los daños de la adicción sean lo menos grave y más controlados posible. Dicho de forma más directa, mejorar la calidad de vida de éstas personas y que no fallezcan.

Para ello, se actúa en distintos programas que van desde ofrecer material de inyección limpio o talleres de prevención de sobredosis hasta salas de consumo supervisado pasando por reparto de material anticonceptivo. “Los REDAN dependen de los CAS, pero no todos los CAS tienen REDAN, y los objetivos son distintos. De hecho, hay centros en los que cada uno está en un edificio”, deja claro la también directora del Proceso de Adicciones del Servicio de Psiquiatría del Hospital del Mar. De este modo, en Cataluña “cada paciente acude a un CAS determinado en función de dónde se encuentra su médico de cabecera y cada grupo depende a su vez de un hospital genera (…) En nuestro caso estas relaciones son estables, pero no tiene por qué”.

La doctora celebra que el patrón de conducta es “más sencillo” que cuando ella empezó a trabajar. Recogiendo el órdago lanzado antes, expone que la droga principal “ha cambiado” dado que ésta es ahora el alcohol; aunque el centro atiende a unos 150 pacientes de metadona, entre otras sustancias. “Durante la pandemia disminuyó el consumo porque no había suministro, pero aumentaron los problemas emocionales”, explica. “En 2022 está volviendo a subir el consumo, aunque no llegue a niveles prepandemia”.

Sí hace distinción en que hay una connotación social y económica muy palpable, siendo las personas migratorias y las mujeres las más afectadas y propensas a sufrir otros daños como agresiones. Un dato muy clarividente de cómo las drogas afectan más en función de la zona y la posición social es que el 20% de quienes pasan por el CAS no tiene residencia fija. “Lo importante es que muchos tienen disposición de cambiar las cosas, a veces vienen motivados por gente externa y otras por ellos mismos. También es parte de nuestro trabajo que la motivación aumente; pero nadie viene con una pistola en la cabeza”, aplaude reconociendo el esfuerzo de quien busca ayuda.

Un 20% de las personas que pasan por el CAS no tiene domicilio fijo

 

Consecuencias de las drogas a medio y largo plazo

Balcells, responsable de la unidad de adicciones del hospital Clínic, enumera asimismo algunos de los problemas a larga distancia que pueden traer las drogas, algo que es igualmente variable en función de la sustancia y la persona. Respaldando los análisis que sitúan a las mujeres como uno de los sectores más afectados y apoyando que “cada vez más gente de mediana edad consume”, siempre dejando claro que eso no implica que no haya quien empieza de forma muy temprana, recuerda que “ninguna droga es inocua”.  

En esa línea, existen daños a nivel orgánico, físico y psicológico. Más allá del alcohol y el tabaco, cuyas consecuencias son más o menos conocidas aunque se encuentren más aceptadas, saltamos a las “arritmias, los infartos y los problemas cardiovasculares o cerebrales” que puede provocar la cocaína o el cannabis.

“A nivel de prevalencia, el alcohol y el tabaco son los primeros porque son los que más se utilizan en nuestro país, pero el cannabis está escalando posiciones porque se considera una droga más blanda, pero tiene una toxicidad en torno al sistema nervioso central pudiendo provocar brotes psicóticos, favoreciendo la aparición de la esquizofrenia, la depresión y las alteraciones en la memoria”, relata. “Consumirla en la adolescencia puede limitar mucho la vida adulta y la propia juventud”, advierte, aunque también las anfetaminas, de alto consumo, acarrean un gran “riesgo psiquiátrico” y una “alta capacidad adictiva". En definitiva, solo existe una medida implacable para que las drogas no afecten, y es no consumirlas. No obstante, esto -al menos a día de hoy- es poco menos que una utopía, lo que mantiene el eterno debate sobre cómo plantear la batalla contra esta lacra.