A menudo acudimos al supermercado a comprar en la charcutería, siendo uno de sus productos favoritos el queso. En sus múltiples formas y variedades, el queso ocupa un lugar privilegiado en nuestra dieta. Pero si hay uno que destaca por su practicidad y presencia en la cocina diaria, ese es el queso en lonchas. Fácil de usar, versátil y siempre listo para un bocadillo, una hamburguesa o un sándwich caliente, se ha convertido en un básico en la nevera de muchos hogares.
Sin embargo, un informe reciente de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) advierte de las peores marcas de queso en lonchas que consumen los ciudadanos y que están disponibles en los supermercados. De este modo, explican que no todos los productos en lonchas que compramos como si fueran queso, lo son realmente. Así, exponen que es importante fijarse en el etiquetado para saber si se trata de un alimento ultraprocesado que, seguramente, contendrá aditivos, grasas vegetales o almidones y no será tan saludable como esperamos.
¿En qué nos tenemos que fijar para elegir un queso?
Tanto la OCU como varios nutricionistas coinciden en que debemos aprender a leer las etiquetas de manera adecuada. Lo primero que debemos hacer antes de comprar este lácteo es fijarnos en el porcentaje de queso que poseen. Es decir, si vemos que en un alimento pone “especial para gratinar”, seguramente este no tenga queso real sino que tendrá sazonadores que simulan el sabor del alimento.
Un queso de calidad contiene pocos ingredientes, entre ellos, leche pasteurizada, cuajo, fermentos lácticos, sal, claro cálcico, lisozima y conservantes naturales. Sin embargo, debemos mantenernos alerta si entre los ingredientes encontramos almidón, aceites vegetales, colorantes o aditivos. Esos productos suelen ser menos costosos económicamente pero saldrán caros para nuestra salud.
Los productos que no deberías comprar
Existen alimentos que no deberían formar parte de una dieta saludable. En esta línea, la OCU ha analizado y destacado distintos productos que dicen ser queso pero distan mucho de serlo.
Especialmente, se han centrado en aquellos donde pone “fundido” o “para gratinar” que presentan unos precios más asequibles pero contienen grasas vegetales y su textura es más parecida al plástico. A su vez, pueden contener grasas malas, aditivos y sal que restan las proteínas, las grasas saludables, el calcio y las vitaminas que aporta un queso de calidad.
No obstante, han afirmado que los quesos frescos como la mozzarella, el queso de Burgos o el requesón suelen tener menos grasa y menos sal que los que están curados y estos es mejor consumirlos con moderación.
Cómo afecta un mal queso a la salud
Más allá del engaño en el etiquetado, el consumo habitual de productos que imitan al queso puede tener consecuencias negativas para la salud a largo plazo. Estos alimentos ultraprocesados suelen estar cargados de grasas de baja calidad, almidones modificados, potenciadores del sabor y sodio en exceso. El resultado: un producto con escaso valor nutricional que puede favorecer el aumento de peso, elevar los niveles de colesterol y presión arterial, y aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Además, al consumir estos sucedáneos con frecuencia —pensando que estamos ingiriendo queso real— estamos desplazando otros alimentos más saludables y ricos en proteínas, calcio y vitaminas esenciales. Por eso, los expertos advierten sobre la importancia de no dejarse llevar por el precio o la comodidad, y apuestan por un consumo más consciente y crítico frente a los productos envasados.