La violencia es una realidad que nos rodea y que, al mismo tiempo, nos fascina. ¿Por qué nos atraen las historias de violencia, ya sean reales o ficticias? ¿Qué efectos tiene esta exposición frecuente a contenidos violentos en nuestra sensibilidad y nuestra empatía? ¿Qué papel juega la violencia en la cultura popular? ¿Por qué a la gente le gustan las historias violentas a pesar de su aversión natural hacia la violencia en la vida real? Estas son algunas de las preguntas que intentaremos responder en este reportaje.

La violencia se define como el uso intencional de la fuerza física o el poder contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. La violencia puede adoptar muchas formas, desde la agresión física, verbal o sexual, hasta el acoso, el abuso, la tortura o el asesinato. La violencia puede tener múltiples motivos, como el odio, la venganza, el control, el poder, el dinero, la ideología, la religión o el placer.

La influencia de los medios de comunicación

La violencia no es un fenómeno nuevo, sino que ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes. Sin embargo, en la actualidad, la violencia se ha hecho más visible y accesible gracias a los medios de comunicación, que la difunden a través de noticias, reportajes, documentales, películas, series, videojuegos, canciones, etc. Los medios de comunicación tienen una gran influencia en la formación de la opinión pública, la construcción de la realidad social y la transmisión de valores, actitudes y comportamientos. Por eso, es importante analizar cómo representan la violencia y qué efectos tiene esta representación en las personas que la consumen.

Los medios de comunicación pueden tener una función educativa y preventiva, al informar sobre las causas, las consecuencias y las soluciones de la violencia, así como al promover la paz, la justicia, el respeto y la solidaridad. Pero también pueden tener una función sensacionalista y morbosa, al exagerar, banalizar, justificar o glorificar la violencia, así como al provocar miedo, angustia, indignación o excitación. Estas dos funciones pueden coexistir o entrar en conflicto, dependiendo de los intereses, los criterios y la ética de los medios de comunicación y de los profesionales que los elaboran.

La violencia en la cultura popular y los factores psicológicos tras esta fascinación

Los factores psicológicos y sociales detrás de esta fascinación y el papel de la violencia en la cultura popular, donde se manifiesta de diversas formas y con diversos fines. La violencia puede ser un recurso narrativo, estético, simbólico, crítico o educativo, que sirve para crear, expresar, comunicar, cuestionar, denunciar, ironizar o divertir. La violencia puede ser un elemento de atracción, de identificación, de proyección, de catarsis o de diversión, que satisface las necesidades, los deseos, las fantasías, las emociones o las expectativas de las personas que la consumen. La violencia puede ser un factor de éxito, de prestigio, de influencia, de reconocimiento o de beneficio, que genera audiencia, fama, popularidad, admiración o dinero para las personas que la producen

En este sentido, los factores psicológicos y sociales que explican la atracción por las historias de violencia son diversos y complejos. Algunos de ellos son: la curiosidad, la catarsis, la identificación o la diversión.  “El atractivo por el fenómeno del ‘true crime’ no es algo nuevo. Películas como Seven, 12 hombres sin piedad o series como Castle o la aclamada Mentes Criminales ya formaban parte de las conversaciones sociales décadas atrás. La afición del ser humano por el conocimiento, en general, es lo que explica, en su base, el interés por las historias de violencia y por el ‘true crime’, explica a ElPlural.com Edgar Artacho Mata, psicólogo forense. “Sí es cierto que en los últimos años parece haber un auge de este género. Plataformas como Netflix han sabido rentabilizar este género de manera espectacular, lanzando multitud de documentales, series y las famosas ‘cintas’, que cuentan la historia de boca del propio condenado”, añade.

Así pues, seguro que a todos se nos vienen varios ejemplos de series, películas, videojuegos o canciones en los que la violencia tiene un papel principal. Pero, ¿a qué viene esta fascinación por la violencia a pesar de su aversión natural en la vida real? Pues bien, volviendo a las líneas anteriores, una de las principales razones por las que las personas se sienten atraídas por las historias de violencia es la catarsis. La psicología nos dice que estas narrativas nos permiten liberar tensiones y emociones reprimidas de una manera segura y controlada. Al experimentar la violencia a través de la ficción, podemos explorar nuestras propias emociones y miedos sin consecuencias reales.

“La violencia forma parte de las fantasías del ser humano. El querer dañar a alguien –o a nosotros mismos- no es en absoluto algo raro o poco frecuente. El querer vengarnos de alguien no resulta una cosa poco común. Más bien al contrario. Una realidad del ser humano es que este, de una manera u otra, sufre. Y eso parece inamovible. A veces, este sufrimiento es causado directamente por otro ser humano y eso da pie a la ‘venganza’. Muchas veces, lo que nos impide llevarla a cabo son las consecuencias –incluidas legales- de la misma. El ‘true crime’ y las historias de violencia eliminan eso. Este conjunto audiovisual nos permite acercarnos a las sensaciones que tendríamos. Nos identificamos con personajes, como víctimas o agresores, y de esta manera obtenemos sensaciones parecidas”, subraya Artacho Mata.

La violencia forma parte de las fantasías del ser humano

“Todo el mundo habla de esto. Todo el mundo conoce a Ted Bundy y conoce su historia. Y todo esto permite una retroalimentación social. Queremos saber más, nos mueve la curiosidad. Ya no es suficiente con los más famosos. Ya no nos basta la ficción que puede representar Seven o Mentes Criminales. Queremos acercarnos lo más posible a este universo. Queremos acercarnos a la respuesta que la humanidad –y en forma de disciplina académica la Criminología y la Psicología- lleva años buscando: ¿por qué alguien mata? ¿Qué se le pasa por la cabeza antes, durante y después? Todo lo anterior se explica por fenómenos como el modelado. Este fenómeno se explica como el aprendizaje indirecto de unas conductas, que realiza una tercera persona –el modelo- y mediante quien podemos aprender a hacer algo y cuáles son las consecuencias de estas acciones”, reflexiona el experto.

¿La exposición a contenidos violentos hace a las personas más violentas?

Por otra parte, también cabe pararse a reflexionar sobre uno de los grandes mantras que se siguen repitiendo hasta la saciedad: el cómo la exposición frecuente a contenidos violentos puede afectar a la sensibilidad y la empatía de las personas. En este punto, pese a la polémica que suscita siempre el debate, lo cierto es que las diferentes investigaciones que se han realizado sobre este tema han arrojado resultados contradictorios. Por un lado, algunos estudios han encontrado que la exposición a la violencia puede provocar efectos negativos, como la insensibilización, la desensibilización, la habituación, la tolerancia o la indiferencia, lo que implica una disminución de la capacidad de sentir y de reaccionar ante el sufrimiento ajeno. Por otro lado, otros estudios han encontrado que la exposición a la violencia puede provocar efectos positivos, como la sensibilización, la concienciación, la reflexión, la compasión o la solidaridad, lo que implica un aumento de la capacidad de sentir y de actuar ante el sufrimiento ajeno.

“No se ha logrado demostrar una relación causal entre la exposición a videojuegos violentos y la violencia interpersonal. De la misma manera, tampoco entre el fenómeno del ‘true crime’ y la violencia interpersonal, salvando algunas excepciones individuales, claro. No hay indicios, actualmente, de que una normalización de este tipo de contenido pueda perjudicar socialmente generando mayor delincuencia o más delincuentes”, resume Artacho Mata.

Estos efectos dependen de varios factores, como el tipo, la cantidad, la frecuencia, la duración, la intensidad, la veracidad, la proximidad, la relevancia, la intencionalidad y el contexto de la violencia, así como las características, las actitudes, las creencias, los valores, las expectativas, las emociones, las motivaciones, las experiencias y las habilidades de las personas que la consumen. En otras palabras, no se puede afirmar que la exposición a la violencia tenga un efecto único y determinista sobre la sensibilidad y la empatía, sino que se trata de un proceso complejo y dinámico, que requiere una evaluación individualizada y contextualizada.

“De hecho, un fenómeno curioso que empieza a observarse en redes sociales es la lectura de los actos violentos y agresivos de una forma más ‘profunda’ que antes. La reflexión ya no es tan simplista. Se buscan más detalles, se consultan otras fuentes y se comparan las informaciones entre sí. Un ejemplo clarísimo de esto sucedió hace bien poco, este mismo verano, con el caso de Daniel Sancho. Se analizan los procedimientos policiales hasta el más mínimo detalle, se buscan incongruencias en las declaraciones de Sancho con sus actos y se trata de llegar a un juicio sólido con todo lo anterior”, destaca el experto. “Desde luego que una realidad que parece inamovible es que el ‘true crime’ ha venido para quedarse y que no vamos a lograr apartarlo de la realidad. Simplemente, la violencia, nos fascina. Y cuanto más lejos, mejor”, sentencia.

Simplemente, la violencia, nos fascina. Y cuanto más lejos, mejor

En resumen, nuestra atracción hacia las historias violentas es un fenómeno complejo arraigado en nuestra psicología y cultura. A pesar de nuestra aversión natural hacia la violencia en la vida real, seguimos siendo atraídos por estas narrativas por razones emocionales, psicológicas y de entretenimiento. Como sociedad, es esencial reflexionar sobre la influencia de estas historias y encontrar un equilibrio entre el disfrute del entretenimiento y la conciencia de sus posibles implicaciones éticas. La violencia ficticia continuará siendo un tema controvertido en el mundo del entretenimiento, pero comprender nuestras motivaciones detrás de su atracción es un primer paso hacia una apreciación más matizada de estas historias.