La neumonía es una de las enfermedades respiratorias más comunes y graves en el mundo. Afecta a millones de personas cada año y es responsable de una alta tasa de mortalidad, especialmente en grupos vulnerables. Sin embargo, a pesar de su gravedad, esta enfermedad es prevenible y tratable en muchos casos.
En el marco del Día Mundial contra la Neumonía, exploramos las causas, síntomas y métodos de prevención de esta enfermedad, así como el papel crucial de las vacunas y los avances en su tratamiento.
¿Qué es la neumonía y cómo se origina?
“La neumonía es una enfermedad inflamatoria de los pulmones. Esta inflamación suele ser causada por bacterias, virus y, en menor medida, hongos, aunque también el origen de una neumonía puede ser por aspiración de líquidos o alimentos sólidos hacia los pulmones. Esto es frecuente en personas de edad avanzada donde está deteriorada la deglución”, nos explica la doctora Elena Cabezas Pastor, adjunta del Servicio de Neumología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, integrado en el servicio público madrileño de Salud (SERMAS).
Entre las bacterias, el Streptococcus pneumoniae o neumococo es uno de los patógenos más comunes. En cuanto a los virus, el SARS-CoV-2, el virus de la gripe y el virus respiratorio sincitial son los principales causantes.
La transmisión de la neumonía se produce mayormente por vía respiratoria. "Los gérmenes responsables pueden estar presentes en las vías respiratorias de una persona infectada y propagarse a través de partículas suspendidas en el aire cuando tose o estornuda", explica la doctora Cabezas. La neumonía fúngica, aunque menos común, puede transmitirse al inhalar esporas presentes en suelos o excrementos de aves, por lo que se recomienda evitar estos ambientes, especialmente para personas con un sistema inmunitario debilitado.
Síntomas y diagnóstico
Uno de los mayores retos en el diagnóstico de la neumonía es que sus síntomas pueden confundirse con los de otras infecciones respiratorias, como la gripe o la bronquitis. La doctora Itzíar Fernández Ormaechea, del servicio de Neumología del área de Hospitalización del mismo centro, señala que los principales síntomas de la neumonía incluyen tos, expectoración purulenta, dificultad para respirar y dolor en el pecho, además de fiebre en la mayoría de los casos. "Estos gérmenes están en la boca o la nariz de la persona y entonces pueden transmitirse por partículas suspendidas en el aire con la tos y un estornudo", puntualiza la doctora.
Distinguir la neumonía de otras enfermedades respiratorias es importante para recibir el tratamiento adecuado. “Los síntomas de la neumonía pueden ser similares a los de una bronquitis aguda o una infección viral, como la gripe o el COVID-19”, subraya la experta. La neumonía afecta al tejido pulmonar, mientras que la bronquitis, por ejemplo, es una inflamación de los bronquios. Además, los síntomas de la gripe suelen centrarse en fiebre y dolores musculares más que en una tos productiva o dolor torácico.
Grupos de riesgo y factores desencadenantes
Si bien cualquier persona puede desarrollar neumonía, hay ciertos grupos de riesgo que son particularmente vulnerables. Según la doctora Cabezas, los adultos mayores de 65 años, las personas con enfermedades crónicas como la diabetes o el asma, y aquellos con un sistema inmunitario debilitado son quienes enfrentan el mayor riesgo de desarrollar una neumonía grave. Además, los hábitos de vida como el consumo de tabaco o alcohol aumentan considerablemente las probabilidades de sufrir esta enfermedad.
Otros factores de riesgo son “el haber estado ingresado en el hospital, haberse expuesto a cirugías previas recientes o tener una deglución debilitada”, agrega la doctora. La exposición a contaminantes del aire y vivir en condiciones de hacinamiento, como residencias de ancianos o prisiones, también elevan el riesgo de contagio, especialmente de neumonía viral y bacteriana.
Prevención: medidas diarias y el rol de las vacunas
La prevención es clave para reducir la incidencia de neumonía, especialmente en los meses de invierno, cuando la actividad de los virus respiratorios suele aumentar. Como señala el doctor Felipe Villar Álvarez, jefe asociado del Servicio de Neumología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, "lavarse las manos con frecuencia, cubrirse la boca y la nariz al estornudar o toser, realizar un consumo responsable de alcohol, hacer actividad física, desechar apropiadamente los pañuelos de papel, no fumar, extremar la higiene dental, llevar a cabo una dieta saludable y, la más importante, vacunarse". Mantener una dieta saludable, hacer ejercicio regular y descansar adecuadamente son igualmente importantes para mantener el sistema inmunitario en buen estado.
Pero sin duda, el arma más potente contra la neumonía es la vacunación. Las vacunas contra la gripe, el neumococo y el SARS-CoV-2 son especialmente recomendadas para los grupos de riesgo. "Una adecuada cobertura de vacunas contra la gripe, neumococo, SARS-CoV-2, virus respiratorio sincitial y Haemophilus influenzae juegan un papel cada vez más relevante en la prevención de las neumonías.", asegura el doctor Villar, quien insiste en que personas mayores, niños y pacientes con enfermedades crónicas son los grupos que más deben priorizar la vacunación.
Tratamientos actuales y recuperación
El tratamiento de la neumonía depende del tipo de infección. Las neumonías bacterianas, que son las más comunes, requieren tratamiento con antibióticos. "El tipo de antibiótico se elegirá dependiendo del germen que se sospeche en función de las características del paciente y de la gravedad de la neumonía", comenta la doctora Fernández. En el caso de la neumonía viral, el tratamiento suele centrarse en aliviar los síntomas y apoyar al sistema inmunitario del paciente con reposo e hidratación.
“La hospitalización es necesaria en aquellas neumonías que por su gravedad necesitan un tratamiento antibiótico intravenoso. Así se puede vigilar también que la respuesta al tratamiento es favorable”, aclara la doctora Fernández.
Para una recuperación completa, es esencial seguir el tratamiento pautado, descansar y evitar el tabaco y otros irritantes. El doctor Villar añade que realizar ejercicio leve, según lo permita el médico, y mantenerse bien hidratado son factores que contribuyen a una recuperación más rápida.
Complicaciones a largo plazo y riesgos futuros
En algunos casos, la neumonía puede dejar secuelas a largo plazo, especialmente en personas mayores o con enfermedades crónicas. Las cicatrices en el tejido pulmonar y las bronquiectasias (dilataciones anormales de los bronquios) son posibles complicaciones que pueden afectar la función pulmonar. "Se ha demostrado que los pacientes que sufren una neumonía grave, que necesita hospitalización, pueden tener más enfermedades cardiovasculares en el futuro, a corto y largo plazo, hasta 10 años después de haber sufrido la neumonía", señala la doctora Fernández.
Para los pacientes con enfermedades pulmonares preexistentes, como la EPOC, una neumonía puede agravar su condición y aumentar el riesgo de futuras complicaciones respiratorias.
La neumonía es una enfermedad seria, pero con las medidas preventivas adecuadas y una atención oportuna, se puede reducir significativamente su impacto. El doctor Villar insiste en que la vacunación, junto con las medidas de higiene y el cuidado general de la salud, es fundamental para proteger a la población vulnerable.
En el Día Mundial contra la Neumonía, es importante recordar que pequeños cambios en los hábitos diarios pueden tener un gran impacto en la salud. Cubrirse al estornudar, lavarse las manos y no descuidar la vacunación pueden marcar la diferencia entre mantenerse sano o enfrentar una enfermedad grave. "La neumonía es, por un lado, una de las enfermedades respiratorias más prevalentes y con mayor mortalidad en el mundo, y por otro, una enfermedad prevenible y tratable", concluye el doctor Villar.