'Territorio Negro', novela escrita por Manu Marlasca y Luis Rendueles acaba de ser presentada. Un libro sobre los crímenes más famosos del siglo XXI para los amantes de este tipo de periodismo y que escrito por dos veteranos y prestigiosos cronistas del género, relatan 13 asesinatos cometidos en distintos escenarios de la geografía española en los últimos 20 años.

Manu Marlasca nos explica los contenidos y pormenores de la obra en esta entrevista realizada solo un día antes de la presentación. Antes recordamos como la última vez que nos vimos fue en los montes de Totalán, en unas noches de mucho frío y con la angustia del niño Julen atrapado en el pozo. Marlasca se define como un reportero de sucesos desde antes de que hubiera móviles. Vive en redacciones desde antes de hacer la Comunión. Periodismo de sucesos, tribunales y terrorismo; antes solo llevaba libreta y boli y dictaba crónicas desde una cabina. La calle es su lugar para trabajar y en sus historias nunca faltan “malos” y, sobre todo, “buenos”.

El libro, nos dice Manu refleja nuevas realidades criminales. Como existen asesinos capaces de matar y cruzar Europa en muy poco tiempo; jóvenes criminales que cuentan su asesinato en directo por whatsapp y homicidas que se apoyan en la tecnología para salir impunes.

“Hemos pretendido en todo momento guardar un absoluto respeto a las víctimas, así como a quienes se encargan de sacar de las calles a aquellos que tanto daño han hecho. En estas páginas verán a policías, guardias civiles y mossos d'Esquadra haciendo su trabajo, muchas veces poco comprendido o desconocido para el público.”

Le pregunto sobre las nuevas aportaciones de "Territorio Negro" a lo que ya narraron y explicaron antes sobre los crímenes que recoge el libro. Opina que en el libro se tiene la pausa necesaria para narrarlo sin las prisas a la que obliga la actualidad diaria.  Se recogen declaraciones, documentos o investigaciones de manera más pormenorizada. “Hay casos que no salieron del ámbito local y que merecen la pena contar. Hay crímenes conocidos y otros no tanto. El resultado es algo distinto a lo que la gente ya conoce”, subraya.

A la pregunta de qué tres crímenes destacaría de los reseñados en la novela por su trascendencia o alarma social, destaca Marlasca que para él en primer lugar está el del Thiago, un asesino en serie brasileño, posiblemente con problemas mentales. Unos crímenes ubicados en “esa Barcelona desierta y fantasmal de los primeros meses del confinamiento”. Thiago se dedicó a “buscar” mendigos e indigentes para asesinarlos. Mató a cuatro y su detención se produjo por una operación muy bien organizada por los mossos. Un escenario insólito, el de la España del Covid, que jamás se había dado. En este aspecto reflexiona sobre qué hubiera ocurrido si el asesino hubiera sido atendido previamente de sus problemas mentales, algo que no ocurrió en este caso y suele suceder en otros.

El segundo sería el crimen de Vanessa (15 años) en Chella (Valencia). Un “gallito” del pueblo la agrede sexualmente, la asesina y, finalmente, la tira al agujero de una sima donde se arrojaban a los borricos y a los animales de faena de ese pueblo.  Fue un crimen que no salió del ámbito local y que muestra el ambiente de asfixia de un pequeño pueblo donde todo el mundo se conoce como se conocen las familias de asesino y de la víctima. Fue un caso resuelto en tan solo 24 horas y donde Marlasca tenía interés es contar ese ambiente estrecho, cercano y a la vez tan asfixiante donde se desarrolló.

Y  el tercero es el crimen de la “Viuda negra de Patraix”, Maje, una joven enfermera de Valencia encarcelada por inducir a su amante al asesinato de su marido y condenada a una pena de 22 años de cárcel. Maje, una mujer inteligente, manipuladora, amable, coqueta.... Al coautor del libro le interesaba destacar el “duelo de mujeres” que se produce entre la asesina y otra mujer, la policía que investigó y aclaró el caso.

Hablamos de cómo está incidiendo en las formas de la criminalidad y en sus métodos las nuevas tecnologías, las redes sociales y una sociedad cada vez más “ávida” de información al momento. Para Manu Marlasca las nuevas tecnologías han posibilitado aportar un exhibicionismo a los “malos” que antes no existía. Opina que las redes sociales han hecho posible que se transmitan casos de este tipo casi al instante y en ocasiones hasta por WhatsApp. Pone como ejemplo reciente el caso de “El Melillero” en Málaga que le puso a su ex novia, a la que finalmente roció con ácido, incluso un GPS para controlar sus movimientos. Pero también halla un aspecto muy positivo en las redes y en las nuevas tecnologías como es el hecho de que están siendo de gran utilidad para la policía y sirviendo a los investigadores  para encauzar informaciones hacía las víctimas y sobre todo hacia el hallazgo de pistas sobre los sospechosos.

Tengo interés en conocer en qué medida la COVID, los confinamientos, la fatiga pandémica, y los miedos y estrés derivados de esta influyen en la criminalidad. Cree Marlasca que la pandemia ha supuesto un descenso muy importante de la delincuencia salvo la que se produce vía Internet. El crimen tradicional ha descendido por la reducción de la movilidad ya que las redes criminales también la han reducido. A los criminales les da miedo salir fuera de los horarios que se marca cada territorio y de las zonas perímetros que dictan. Pero si esa es la realidad a día de hoy, en cambio advierte de aspectos negativos más adelante: “Veremos si en el futuro, cuando pase la pandemia, todo este tiempo de angustia produce un incremento. Se aproxima una crisis económica importante y está comprobado que en esas etapas aumenta la criminalidad”.

Por último le pregunto el motivo y las causas por las que él -con antecedentes familiares en la profesión periodística muy relevantes- se especializó en este tipo de información, a lo que me contesta que prácticamente llegó a la información de sucesos por pura casualidad. “En 1987 hago prácticas en el suplemento del verano del diario “Ya”. Después el director, muy satisfecho, me hizo un pequeño contrato para hace cultura y espectáculos, algo que me encantó pues soy un habitual consumidor de cultura. En 1988 el responsable de Sucesos se marcha a “El País” y el director, Ramon Pi, me llama y me propone un contrato más largo pero en sucesos. Y así empezó todo. Ahora me resultaría muy complicado otro tipo de periodismo, son ya 33 años de reportero de sucesos. Si tuviera que hacerlo lo haría porque al final son las mismas herramientas las del periodismo de un género u otro”.