“Existen diferentes tipos en función de las células afectadas y de la rapidez con que se produce y evoluciona la enfermedad”, ha explicado la Dra. Pilar Llamas, jefa del Servicio de Hematología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid. Todas ellas tienen en común una alteración en la producción y maduración de las células sanguíneas, lo que hace que se acumulen y que pierdan la  capacidad para realizar sus funciones con normalidad. Las leucemias pueden ser agudas o crónicas. Las primeras son más frecuentes en niños y adolescentes, las células afectadas son muy inmaduras y la enfermedad avanza a gran velocidad. Las crónicas, por su parte, aparecen con mayor frecuencia en pacientes mayores de 65 años y, según esta experta, en ellas la enfermedad “avanza muy lentamente y son mejor toleradas”. De hecho, en la mayoría de los casos, los pacientes no presentan síntomas y se suelen diagnosticar como un hallazgo en un análisis de sangre rutinario.

Las leucemias agudas son más frecuentes en niños y adolescentes

Al contrario que las células normales de la sangre, “las células de la leucemia no mueren cuando envejecen o se dañan, sino que se acumulan y desplazan a las células sanguíneas normales”, ha explicado la Dra. Llamas. La disminución de las células normales (glóbulos rojos, blancos y plaquetas) hace que llegue menos oxígeno a los tejidos, que no se controlen las hemorragias o que no se puedan combatir las infecciones. Además de extenderse en la sangre, pueden invadir otros órganos como los ganglios linfáticosel bazo, el hígado etc.

No obstante, dentro de las leucemias crónicas, al igual que en las agudas, también hay diferentes tipos en función de la procedencia de las células afectadas. Así, “podemos diferenciar entre la leucemia mieloide crónica, que afecta a las células mieloides; y la leucemia linfocítica crónica, que afecta a las células linfoides o linfocitos, un tipo de glóbulos blancos que se producen en la médula ósea”.

Doctora Pila Llamas, jefa de Hematología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz

Dra. Pilar Llamas, jefa del Servicio de Hematología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid

Más vale vigilar que tratar

Al contrario de lo que ocurre en las leucemias agudas, en las que siempre que sea posible se debe instaurar un tratamiento de quimioterapia de forma urgente, en la leucemia linfática crónica, dada su lenta evolución y como reconoce la Dra. Llamas, un porcentaje elevado de pacientes se encuentra asintomático en el momento del diagnóstico y solo alrededor de uno de cada cinco tienen que iniciar tratamiento en el momento de este. En el resto de los pacientes con este tipo de leucemia basta con realizar un seguimiento de la evolución de la enfermedad, pudiendo permanecer incluso años sin necesitar tratamiento.

La mayorías de los pacientes de leucemia linfática crónica pueden permanecer años sin tratamiento

Del mismo modo, el tratamiento de la leucemia linfática crónica difiere del de las agudas. Los avances terapéuticos hacia una medicina de precisión han permitido sumar al tratamiento con quimioterapia diferentes anticuerpos monoclonales y fármacos basados en inmunoterapia que se utilizan en función de las características de cada paciente. Asimismo, hay varios estudios en marcha con nuevos agentes, que buscan estimular al sistema inmune del propio paciente para que sea este el que combata la enfermedad.

Además, según apunta esta experta, es fundamental el manejo multidisciplinar y la individualización del tratamiento y el seguimiento ya que al tratarse en la mayoría de los casos de pacientes de edad avanzada “hay muchas probabilidades de que presenten comorbilidades, siendo las más frecuentes las enfermedades cardiovasculares, sobre todo la diabetes, las respiratorias y las urinarias. “De ahí la importancia de no tratar la enfermedad, sino al paciente”.