Los Juegos Olímpicos no son un asunto de jugar. Eso es evidente. Pocos momentos hay más aprovechados por los países para echarse un pulso unos a otros. Y no solo deportivo, claro. Especialmente, aunque no sólo, es cierto, entre los matones del mundo.

El escándalo del dopaje ruso

Lo sucedido en las semanas previas al inicio de los de Río lo pusieron en claro, al estallar el escándalo por dopaje que saltó en las manos a los deportistas rusos. Llegó incluso a insinuarse con un posible boicot. Al final el COI, que tiene tanto de Vaticano, supo hacer las componendas necesarias para que ese boicot no tuviera lugar. Un arreglo de castigo sin castigo por el que los deportistas rusos podían acudir según la manga ancha de cada Federación Internacional.

En natación, por ejemplo, donde había decenas de casos de positivos descubiertos y muchos otros sospechosos de encubiertos, se permitió a nadadores y nadadoras rusas acudir a la pileta olímpica. Pero claro, pasó lo que se veía venir. En cuanto una nadadora/nadador de la delegación ganara medalla se iba a liar. Y a la que le tocó la china fue a Yulia Efimova.

Espontánea campaña de las embajadas de Moscú

Sus compañeras le hicieron el vacío y la increparon. El público la abucheó. Ella lloró. Un espectáculo que dio la vuelta al mundo de inmediato… Y que los rusos, tan nacionalistas como el que más cuando menos, no iban a dejar pasar. Y así, en lo que parece una campaña espontánea, muchas embajadas de Moscú por el mundo han usado las redes sociales para salir en defensa de su compatriota.

Empezando claro, por la embajada en Washington, que no dudó en calificar a su compatriota de luchadora: "no hay impedimentos que puedan quedar a una verdadera luchadora", escribieron. Y de ahí en adelante por el mundo...