La noticia de que la familia de Francisco Franco enterrará al dictador en la cripta de la Catedral de La Almudena, en Madrid, si finalmente se procede a la exhumación de su cadáver del Valle de los Caídos, ha dejado ojiplático a más de uno. De ser así, el dictador dejaría el monumental mausoleo madrileño para pasar a la iglesia de mayor relevancia de la capital. Ocuparía, además, un lugar que ha sido clave a lo largo de la historia en lo que a arquitectura funeraria se refiere. 

Las criptas de las catedrales, de las iglesias de relevancia y de algunos monasterios han estado vinculadas a lo largo de la historia a la realeza y a las familias nobles. El ejemplo más claro y monumental lo tenemos en El Escorial, cuyo espacio subterráneo constituye el Panteón de los Reyes. Caso similar es el de la Cripta de San Francisco, en Guadalajara, panteón mendocino donde descansaban distintos Duques del Infantado.

El funcionamiento de ambos era muy similar, todavía lo es en el caso del monasterio escurialense. En los sarcófagos  se depositaban únicamente los restos óseos del difunto, de manera que los cuerpos permancían durante un periodo aproximado de 25 años en el pudridero, lugar al que tan solo tenía acceso la comunidad religiosa pertinente, agustinos en el caso de la arquitectura madrileña y franciscanos en el de la arriacese. 

Panteones

El traslado de Franco a La Almudena supondría crear un nuevo mausoleo, constituiría un nuevo ensalzamiento de la figura del dictador en pleno centro de la capital española y sellaría el vínculo de la jerarquía eclesiástica con quien condenó al país al blanco y negro durante cuatro décadas. 

Esta catedral es un templo cuya construcción comenzó a finales del S. XIX, frente al Palacio Real. De la misma es incuestionable que no se puede destacar su belleza. No obstante ha tenido importante relevancia en sus pocos años de historia. En 1993 fue consagrada por el Papa Juan Pablo II, convirtiéndose así en la primera catedral consagrada fuera de Roma.

Es el principal templo de la Archidiócesis de Madrid, sede del arzobispo, hoy Carlos Osoro, y del capítulo metropolitano. Durante muchos años estuvo vinculada al obispo ultraconservador Antonio María Rouco Varela, quien fue arzobispo de Madrid durante dos décadas, de 1994 a 2014. En ese tiempo,desde el púlpito protagonizó múltiples polémicas y realizó controvertidas declaraciones. 

A día de hoy Rouco todavía dispone de un lujoso ático de 400 metros cuadrados en la calle Bailén justo frente a la Catedral que estuvo bajo su poder. 

En lo que respecta a la cripta, ésta es un espacio de importantísimas dimensiones sobre el que se levantan 400 columnas. Se calcula que hay enterradas allí más de mil personas, todas ellas procedentes de familias nobles de la alta burgesía o religiosos de alcurnia.  

Franco compartiría sueño eterno con su propia hija, Carmen Franco, con el arquitecto Fernando Chueca Goitia y con el marqués de Villaverde, entre otros. 

La Iglesia prohibió los enterramientos en templos en 1983, pero al tiempo que creaba la ley hacía la trampa. Fuera de la norma quedaron criptas y claustros.

Es una incógnita qué espacio ocuparía el dictador y cuál sería el tipo de sepulcro. ¿Iría a parar a la capilla que posee la familia Martínez-Bordiú? ¿Se depositarían sus restos en un sarcófago o en un columbario?

Los precios del enterramiento en este privilegiado espacio madrileño oscilan, según lo publicado en algunos medios en los últimos años, entre los 6.000 y los 180.000 euros. 

En cualquier caso, los nostálgicos ya pueden comenzar a soñar con un nuevo emplazamiento en el que rendir honores al dictador. La cripta está abierta al público todos los días de la semana desde las 10 de la mañana y hasta las 8 de la tarde.

Un último apunte. La Almudena está construída sobre una antigua mezquita.