Sin distinción de edades, ir al cine es un acto de catarsis, de sumergirse en una realidad paralela durante dos o más horas envuelto en una historia que puede trasladarse a los confines de un mundo imaginario como a una cruda realidad de la vida de a pie. Para gustos, colores. Sin embargo, con el auge de las plataformas de streaming y la piratería online, además de sus elevados precios, las salas de cine han ido vaciándose a lo largo de los últimos años. ¿Dónde ha quedado la cultura cinéfila de antaño?

El Gobierno ha recuperado este martes una medida de calado con respecto a la industria del cine en España: el Programa Cine Senior, para mayores de 65 años. De este modo, hasta 9,5 millones de personas de la tercera edad se beneficiarán de un precio reducido en las salas de cine por dos euros la entrada todos los martes. El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha detallado en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros que el Ejecutivo destinará a esta causa 12 millones de euros en subvenciones directas, dos más que en el ejercicio anterior, cuando la misma medida estuvo vigente entre los meses de julio y diciembre.

Según el balance de Moncloa, en su primera puesta en práctica se alcanzó un incremento de asistencia a las salas de cine de un 49% con respecto a 2022, hasta alcanzar los 4 millones de espectadores, creciendo sustancialmente la asistencia cuando se aplicaba este descuento a los mayores de 65 años, los martes. Su renovación, en palabras de Urtasun, ha venido respaldada por el hecho de que el sector del cine fue uno de los más castigados durante la pandemia. Las previsiones apuntan a que el programa, después del proceso por el que los cines reclamen la subvención estatal, entre en vigor a partir de “finales de abril o principios de mayo”.

Con este telón de fondo, la pregunta es obligada: ¿es demasiado elevado el precio medio de los cines para el resto de los espectadores? ¿merecen los jóvenes, un sector de la población con escasos ingresos, tener unos descuentos similares? Esta medida ha despertado un debate candente en redes sociales sobre por qué las generaciones jóvenes, ávidas de consumir cultura pese a ciertos estereotipos, no son perceptoras de rebajas tan sustanciales como esta.

Para más énfasis, no es sólo una demanda que hayan trasladado los espectadores de estas edades a golpe de tuit, sino que voces del propio sector cinematográfico han traslado inquietudes similares. El director general de la Federación de Cines de España (FECE), Luis Gil, ha valorado en “positivo” la medida del Gobierno, pero ha insistido en que ésta misma podría “vincularse” por igual a los jóvenes: “Es importante insistir en que acudan a las salas de cine”.

Tan sólo con echar un vistazo a las estadísticas se da prueba de la realidad. Según refleja Statista, tan sólo un 7,1% de los asistentes a las salas de cine se comprenden dentro de la franja de 65 a 74 años; a la contra, el grupo que más acude a ver películas en la gran pantalla son las personas de entre 25 a 34 años, un 19,8% del total.

Ir al cine, ¿una afición para unos pocos?

Además de la amplia gama que ofrecen plataformas de streaming como Netflix o HBO Max con sus respectivos catálogos de películas, son los precios de las salas de cine los que pueden provocar reticencias en los espectadores para acudir a ver los grandes estrenos, ya que muchos prefieren esperar a que éstas lleguen posteriormente a otros canales.

Partiendo de la base de que, por excepción, el conocido como ‘el día del espectador’ suele tener un coste medio de 3,5 euros por entrada, el precio medio en otros días de diario y, especialmente, en fines de semana, el acceso a las salas de cine suele rondar los 9 y 10 euros. Bien sea por el paso de los años, por las crisis económicas más recientes o por el auge de estos canales online, el coste de acudir a ver una película a la gran pantalla ha ido variando con el tiempo de manera sustancial.

Cabe remontarse a la década de los 90, en España aún sumergidos en la peseta, el precio de las entradas llegó a situarse en las 400 pesetas, aunque las más caras podrían alcanzar las 700 -en euros, en torno a los 2,5 y 4-. Ya bien entrados los 2000, se pasó de los 4 euros de media al incremento de los 7 euros por entrada y, con el auge de la época con la llegada del 3D, el máximo alcanzó los 8 euros. Con el paso de los años, al llegar a 2018, se notó un incremento sustancial con el coste de media de 6,10 euros por entrada y, con la pandemia en 2020, escaló cerca de los 7 euros. Estos datos deben manejarse teniendo en cuenta una estimación media de cómputo, ya que muchas salas de cine reflejan costes más elevados, llegando a los 9 y 10 euros por persona.

En los mismos términos, así lo reflejó Facua en un estudio realizado en 2021 por comunidades autónomas. En Madrid se encuentra el precio más caro (10,80 euros) y, a la contra, para ir al cine más barato hay que desplazarse hasta Las Palmas de Gran Canaria, donde sólo cuesta 4,90 euros disfrutar de una película en la gran pantalla.

Esta realidad, sumada a las plataformas como Netflix y aún por la tirada de la piratería atentan contra el futuro de las salas de cine. Según el análisis realizado por Statista, la esperanza de vida de la industria cinematográfica en el horizonte próximo es incierta. Fijando la mirada en el presupuesto destinado al sector, éste se incrementó considerablemente en 2020 por el impacto de la pandemia, llegando a alcanzar más de 78,5 millones de euros, aunque es una cantidad indicada más a la producción de largometrajes que de cortos.

A su vez, tal y como refleja el mismo portal de estadísticas, la cifra anual de espectadores hasta 2022, fue en este año cuando España apuntó un total de 59 millones de personas las que acudieron al cine para ver largometrajes, teniendo en cuenta que esta cifra supone un incremento de 17,5 millones de espectadores. Pese a estos datos, son números inferiores a los que se registraban antes de la pandemia.

Beneficios de ir al cine: no sólo por ocio

Pese a este balance en su conjunto, no todo se reduce a los precios de las entradas entre las razones de la menor afluencia de espectadores a las salas de cine. Tal y como refleja la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España del Ministerio de Cultura y Deporte realizada en 2022, el 15,8% de los preguntados aseguraron que no acudían con frecuencia al cine por falta de tiempo; mientras, el 12,9% tanto por precio como por falta de interés.

La falta de interés o el hecho de relegar a un segundo o tercer plano acudir al cine como una actividad de ocio podría cambiar si se tienen en cuenta las ventajas de acudir a estas salas no como mero hecho de consumir cultura. Sentado en la butaca, frente a las grandes dimensiones de una pantalla de cine, es un estimulante para reducir el estrés y dejarse llevar por la trama de la película. Entre otros beneficios, debido a la diversidad de ofertas cinematográficas internacionales, ayuda a los espectadores a mejorar sus nociones lingüísticas al ver las películas en su versión original y, a su vez, incita a reflexionar sobre temáticas complejas y llevar a preguntarse cuestiones que, en otros ámbitos, no podrían surgir.

Por lo tanto, y ante la exposición de estos apuntes sobre las posibilidades económicas y sociales de acceso al cine, vuelve a darse una pregunta obligada: ¿se deberían dar más condiciones de equidad para todas las edades para promulgar acudir a las salas de cine?

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