El caso de la doctora Noelia Mingo, la médico que padece una esquizofrenia paranoide, que asesinó a tres personas en 2003 y que esta semana ha apuñalado a dos mujeres, ha devuelto a la actualidad una verdad dolorosa: la falta de medios para controlar y ayudar a las personas que han cometido un delito pero que, a su vez, tienen una enfermedad mental grave. De hecho, Purificación Beltrán forense experta en psiquiatría advierte de que son necesarios "recursos específicos para este tipo de enfermedades".

ElPlural.com ha querido profundizar en este asunto​​​​​​​, pues lo más fácil es decir que personas como Mingo no deberían estar en libertad, cuando la realidad es que el problema es mucho más profundo que encerrar a alguien y tirar la llave.

Beltrán explica que igual que cuando un preso está en libertad y tiene que acudir a firmar al juzgado, donde hay policías y están tras una mampara para preservar su seguridad, en casos como el de Noelia Mingo "debería existir un recurso sanitario asistencial SAMUR especializado en este tipo de enfermos que pudiera acudir a los domicilios acompañado de policía especializada para asegurarse de que el enfermo está controlado y en condiciones, para aplicación si es necesario de un tratamiento oral controlado". Según esta experta así se podría controlar mucho más la evolución de las personas con enfermedades mentales que han salido de prisión, pero para esto "hacen falta unos recursos específicos que ahora mismo no existen. No se puede depender solo de la sanidad pública, cuyos profesionales no pueden exponer su seguridad sin un mecanismo de protección".

Purificación Beltrán explica que "nos enfrentamos ante personas como son enfermos que no demandan asistencia. No tienen conciencia de su enfermedad ni de que la medicación les general efectos secundarios, todo lo cual hace que la colaboración al tratamiento ambulatorio sea difícil de aplicar si no es con unos medios especializados, multidisciplinares y con colaboración entre ambos".

Pero para Beltrán hay algo tan importante como lo anterior, y es "no dejar la carga social (cuidado) sobre los padres directamente, pues la realidad es que el vínculo afectivo existente les impide reconocer la realidad". 

En cuanto al tratamiento específico, cada caso es un mundo, pero en los casos como el de Noelia Mingo, además del tratamiento oral controlado (pastillas), se añade un antipsicótico de acción retardada que se aplica a través de una inyección intramuscular cada dos, tres o cuatro semanas. De hecho, Noelia Mingo había recibido su dosis en tiempo y forma.

La médico ha ingresado en la prisión de Alcalá Meco acusada de dos delitos de asesinato en grado de tentativa y otro de atentado contra la autoridad. El informe forense que se ha presentado al juez explica que Mingo "no presenta sintomatología psicótica activa", aunque hay que hacer una evaluación posterior. El hecho de que en el momento de ser valorada no estuviera sufriendo un brote se debe, entre otras cosas, a que cuando la detuvieron fue ingresada en un hospital donde debió recibir la medicación adecuada para estabilizarla. 

En cuanto a los datos, en España hay 600.000 personas que padecen esquizofrenia, cuatro millones en el mundo, de las que solo el 2% cometen actos delictivos. Y de ese 2%, el porcentaje de reincidencia es aun más mínimo, por lo que no se debe generalizar ni estigmatizar a personas que padecen una patología que según los expertos habitualmente es controlable con medicación.

Por último, otro punto a tener muy encuenta es la pandemia. Los enfermos mentales no han podido ser atendidos personalmente en meses. De hecho, el seguimiento de los pacientes ha tenido que ser telefónico, lo que ha supuesto, en muchos casos, un agravamiento de la enfermedad debiado a la dificultad que supone para los profesionales de la siquiatría poder valorar a una persona desde la distancia y la impersonalidad que supone una conversación telefónica.