Una droga, de libre acceso y cada vez más extendida entre los jóvenes. El consumo de alcohol se ha multiplicado en los últimos tiempos, pasando de ser habitual en fechas señaladas o situaciones esporádicas a casi de manera diaria. Pese a que su consumo puede generar notables efectos en la salud humana, los jóvenes pertenecen al colectivo más vulnerable frente a este daño.

Tanto es así que constituye ya uno de los temas clave en investigaciones e instituciones. En este sentido, la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ha publicado recientemente un estudio en el que analiza la relación directa que existe entre el consumo de alcohol y sus efectos en la actividad cerebral. La población sometida al estudio ha sido un total de 82 jóvenes con una media de 18 años. Con esto, los investigadores pretendían conocer de qué manera afecta el alcohol al funcionamiento de diferentes aspectos de la actividad del cerebro como la regulación emocional, la impulsividad, atención, memoria, planificación, flexibilidad mental y habilidad para la toma de decisiones.

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Para hacerlo, las pruebas realizadas se llevaron a cabo con un electroencefalograma que, mediante electrodos situados en el cuero cabelludo, permitía conocer la actividad eléctrica del cerebro en zonas corticales. “Mediante esta técnica analizamos la ratio entre dos patrones de onda cerebral (theta/beta) que varios trabajos han relacionado con impulsividad y bajo control cognitivo”, detallaron los autores.

Entre las principales conclusiones, se reveló que los efectos son mayores entre los chicos que las chicas. Así, los autores de la investigación señalaron: “Nuestros resultados muestran cómo los cambios a nivel cerebral son superiores en los chicos con consumo de riesgo en comparación con las chicas, destacando una posible mayor vulnerabilidad”.

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Esta investigación, llevada a cabo concretamente por el Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la Facultad de Psicología de la UAM en colaboración con investigadores de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) y Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), es una prueba más de las dimensiones que está adquiriendo el problema. Según apuntan los datos de la última estadística del Plan Nacional sobre Drogas, publicada en diciembre de 2023, uno de cada tres niños de 12 y 13 años ya ha consumido alcohol y el 7% se ha emborrachado. Además, se señala que el consumo de alcohol va asociado directamente al consumo que hacen los padres de los jóvenes. Asimismo, en un estudio piloto sobre consumo de alcohol, tabaco y posibles adicciones comportamentales en menores de 12 y 13 años del Ministerio de Sanidad, en los últimos 30 días previos a la publicación del estudio, se registró mayor consumo de alcohol entre los chicos (22,3%) que entre las chicas (20,6%).

Entre otras cosas, por lo que hace a la adquisición de esta droga, los estudiantes de entre 12 y 13 años obtienen estas bebidas en su mayoría en tiendas de barrio (41,6%), en casa de otras personas (40,8%) o en sus propias casas (33,2%).

Los peligros del “binge drinking”

Este término viene a referirse al consumo de alcohol “en atracón”, más frecuente entre la población de menor edad. Este tipo de ingesta se caracteriza por, como su nombre indica, ingerir alcohol en grandes cantidades durante cortos periodos de tiempo.

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Las investigaciones que se están llevando a cabo relativas a ello señalan que este consumo podría conllevar alteraciones cerebrales irreversibles y graves consecuencias en el sistema nervioso central. Entre ellas, interferir en el desarrollo del cerebro que atraviesa un periodo crítico de cambios durante esa etapa, limitando su futuro y su potencial individual, así como la afección de la zona cerebral relacionada con la memoria, el aprendizaje y la toma de decisiones (el hipocampo).

Problema de ámbito institucional

Para tratar de paliar este grave problema que avanza a marchas forzadas, desde diversas instituciones trabajan conjuntamente desde hace años. Así, el Ministerio de Sanidad publica cada siete años la Estrategia Nacional sobre Adicciones (ENA) cuyo objetivo primordial es conducir a la sociedad hacia una escenario más responsable, saludable y seguro. En la última, vigente hasta este mismo año (2017-2024), se persiguen tres objetivos clave: la disminución de los daños asociados al consumo de sustancias con potencial adictivo y los ocasionados por las adicciones comportamentales, la disminución de la presencia y el consumo de sustancias con potencial adictivo y las adicciones comportamentales y el retraso de la edad de inicio a las adicciones. Esta estrategia no solo trabaja con las drogas legales, entre las que se encontraría el alcohol o el tabaco, sino también con fármacos de prescripción médica con potencial adictivo, drogas ilegales y aquellas adicciones sin sustancia o comportamentales.

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Con todo ello, tanto con las conclusiones del estudio de la UAM como con los diferentes planes y estrategias que de manera periódica se llevan a cabo por diferentes actores, se evidencia que el consumo de alcohol entre jóvenes está cada vez más extendido y sus consecuencias cada vez más graves y difíciles de frenar.