Las migrañas son una de las dolencias crónicas más molestas y que más afectan al desarrollo del día a día, con el factor de la incertidumbre que generan al no poder prever la aparición de sus síntomas. Esto, unido a que tienen una mayor prevalencia en las mujeres durante la etapa fértil de sus vidas, tiene un impacto directo a la hora de afrontar un momento clave cómo es el embarazo. Y no sólo durante la gestación, porque la íntima relación de las migrañas con las hormonas provoca que esta dolencia influya en todo el proceso, desde la planificación previa del embarazo al postparto y la lactancia. Pasando, por supuesto, por los trimestres del embarazo, en dónde las migrañas se comportan de diferente manera según la fase de la gestación en la que estemos.

Este panorama provoca que muchas mujeres que sufren migrañas retrasen o incluso eviten el embarazo. Una cifra que, según varios estudios, está entre el 20% y el 25% de las mujeres afectadas en etapa fértil. Dos son los factores clave que provocan este pesimismo frente al embarazo: por un lado, las habituales limitaciones de medicamentos durante la gestación para proteger al feto, dado que los riesgos para el bebé son mayores que los beneficios para la madre; por otro lado, la falta de información al respecto de cómo las migrañas se relacionan con el embarazo. Y es que, aunque hay momentos del proceso en los que las migrañas pueden ser más molestas, lo cierto es que en el 50%-80% de los casos, las migrañas crónicas mejoran o desaparecen durante el embarazo.

Las fases del embarazo y las migrañas

El reto empieza con la planificación del embarazo, algo que es muy recomendable si recibimos un tratamiento para prevenir las migrañas. Si hablamos de un proceso previsto y planeado, las mujeres que sufren de migrañas crónicas tienen que abandonar la medicación. A esto tenemos que sumar posibles cambios de hábitos en el día a día y, sobre todo, el aumento del estrés emocional que conlleva el intentar quedarse embarazada. Una mezcla que puede llevarnos a un aumento puntual de las apariciones de las migrañas.

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Una vez conseguida la concepción, se entra en una nueva fase en la que las migrañas seguirán siendo un quebradero de cabeza. Especialmente en el primer trimestre, cuando los niveles de los estrógenos, las hormonas femeninas que juegan un papel clave en la salud reproductiva femenina, se disparan y llegan a multiplicar por 30 y 40 sus niveles habituales fuera del embarazo. En este caso, es muy probable que aparezcan migrañas incluso con mayor intensidad, y en un momento de la gestación donde el uso de tratamientos efectivos es más inviable.

“Pero tranquilidad, lo primero porque hay alternativas que nos ayudan a controlarla y lo segundo porque esos niveles tan altos de estrógenos alcanzados al final del primer trimestre se mantienen estables durante el resto del embarazo, dando lugar a lo que se conoce como ‘analgesia del embarazo’, haciendo que la mayoría de mujeres experimenten una mejoría espontánea de su migraña durante segundo y tercer trimestres”, nos explica Andrea Gómez García, doctora de la Unidad de Cefaleas del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, coordinada por el Dr. Jaime Rodriguez Vico.

Recordemos que la migraña es una dolencia que afecta especialmente a las mujeres durante su etapa fértil. Aunque antes de la adolescencia la migraña es igual de prevalente en hombres y mujeres, tras la pubertad la frecuencia se multiplica por tres en las mujeres, sobre todo en el caso de migraña sin aura. Por ello, durante el segundo y el tercer trimestre, dados los altos niveles de estrógenos y la vinculación de la migraña con las variaciones hormonales, algunas mujeres pueden debutar con migrañas durante esta fase. Sin embargo, lo habitual es que quienes ya la sufren, la vean mitigarse o desaparecer durante los últimos trimestres de la gestación.

El posparto y la lactancia

Tras el parto, se enfrenta una nueva fase relativa a las migrañas. “Hay otra fase crítica, ya que esos niveles tan altos de estrógenos que se han mantenido varios meses caen de forma muy brusca. Muchas mujeres pueden tener migrañas en los días posteriores”, aclara la doctora Gómez.

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“Hay que decir, sin embargo, que la lactancia natural tiene un factor protector que nos puede beneficiar en estas etapas, porque se liberan otra serie de hormonas, como son la oxitocina y la vasopresina, que tienen efectos analgésicos, además de hormonas como la prolactina que impiden que se produzca la ovulación y las fluctuaciones de estrógenos que esta conlleva”, detalla la neuróloga de la Fundación Jiménez Díaz.

La lactancia, por tanto, es una fase más liviana y lejana del descontrol de migrañas que se sufre durante el primer trimestre. Aunque no estamos hablando del mismo nivel de protección que se disfruta durante el segundo y el tercer trimestre, sí que existe una diferencia sustancial. “Durante la lactancia, tenemos más libertad de tratamientos que durante el embarazo”, señala la doctora.

La prevención de las migrañas

En lo que a tratamientos se refiere, durante el embarazo lo ideal es fomentar las medidas no farmacológicas. La tranquilidad y la estabilidad son fundamentales -por lo que conviene que esto sea entendido no solo por la madre, sino también por la pareja, cuyo papel es crucial-. Algunos hábitos para favorecer que no aparezcan las migrañas son mantener horarios regulares de sueño y comidas y tratar de disfrutar de actividad física regular. Además, podemos practicar técnicas de relajación y de control al estrés que nos ayudarán.

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Tampoco debemos olvidar el valor de la dieta equilibrada a la hora de evitar cefaleas. La dieta Healthy Eating Plate (HEP) diseñada en Harvard en 2012 demostró su funcionamiento para esquivar la migraña y consiste en llenar nuestro plato con la mitad de frutas y verduras, un cuarto de carbohidratos integrales y un cuarto proteínas, además de evitar bebidas azucaradas y limitar leche y lácteos a uno o dos por día. En este caso, el estudio tuvo resultados especialmente buenos en quienes además redujeron las carnes rojas y procesadas. La dieta mediterránea y las diseñadas para evitar la hipertensión arterial también son eficaces: reducir los carbohidratos, aumentar las proteínas y la fibra, rebajar la grasa y la grasa saturada y limitar la sal.

Es fundamental, para una dieta saludable que ayude a controlar las cefaleas, ingerir alimentos con bajo índice glucémico, como el grano integral, las verduras bajas en almidón y las legumbres, para evitar picos de glucosa en la sangre. Además, conviene evitar los largos ayunos, porque se ha demostrado que sufren menos cefaleas quienes desayunan, cenan tarde, toman snacks nocturnos o comen pequeñas cantidades a lo largo del día. Eso sí, evitando hidratos y grasas saturadas a la hora de picar, porque la obesidad es una causa de empeoramiento de las migrañas.

Tratamientos farmacológicos durante el embarazo

En el caso de que todos estos consejos se queden cortos y de que necesitemos tratamiento sintomático para las migrañas, “el único recomendado es el paracetamol, que podemos combinar con metoclopramida, la cual no sólo actúa contra las náuseas, sino que también tiene cierto efecto analgésico”, señala la doctora Gómez. “Los antiinflamatorios como el ibuprofeno, el naproxeno, el dexketoprofeno (enantyum), etc, así como la aspirina, no están recomendados, sobre todo en primer y tercer trimestres, pero conviene evitarlos durante todo el embarazo”, aclara la neuróloga.

Los triptanes tampoco son recomendables a priori, “aunque hay varios estudios en los que no se evidencia que su uso en el embarazo sea perjudicial, fundamentalmente el sumatriptan, y favoreciendo la formulación intranasal-, aunque conviene limitarlo al mínimo”, señala la doctora de la Fundación Jiménez Díaz, que subraya, eso sí, que siempre hay que consultar previamente con nuestro médico y nunca tomar nada por cuenta propia, especialmente durante el embarazo.

Si en lugar de los tratamientos sintomáticos, porque suframos una alta frecuencia de migrañas o porque no se controlen de manera efectiva los síntomas, lo que necesitamos son tratamientos preventivos, las limitaciones también son altas. Durante el embarazo, se suele optar por los bloqueos anestésicos con lidocaína, que suelen ser eficaces. De no ser así, se pueden valorar alternativas que son relativamente seguras en algunas fases del embarazo, pero con un estudio previo que valore el beneficio frente al riesgo.

En el caso de la lactancia, como se comentaba con anterioridad, las opciones son mucho más variadas, porque el traspaso de medicamentos al bebé a través de la leche materna es mucho más limitado. “Podemos usar como tratamiento sintomático antiinflamatorios como el ibuprofeno o el naproxeno; los triptanes tienen salvedades parecidas a durante el embarazo, pero parece que sumatriptan, zolmitriptan y eletriptan se pueden usar con tranquilidad ya que su paso a la leche materna es escaso”, señala la doctora Gómez, “en cuanto a preventivos, los bloqueos siguen siendo una buena opción, pero el abanico de posibilidades es más amplio en este período”.

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