La intensa vida de Pablo Picasso da para narrar miles de anécdotas y vivencias. Tal vez, uno de los episodios menos conocidos del artista, fue el acontecido durante una de las estancias que tuvo en la capital de Francia. Estando en París, Picasso fue interrogado formalmente por la policía ante las sospechas de que estuviera detrás del robo del famoso cuadro de la historia del arte, La Gioconda, de Leonardo Da Vinci.

Dos años como sospechoso


Aunque, tras ser investigado no le ocurrió nada, tuvo que pasar un largo tiempo para que la sombra de sospecha se difuminara y el robo se esclareciera. Ocurrió tras conocerse, dos años después, que el autor del robo había sido un carpintero italiano llamado Vincenzo Peruggia. Este había sido un antiguo empleado del Museo del Louvre. Peruggia fue juzgado en junio de 1914 en Italia. Justificó el robo por el deseo de devolver a su país. Italia, la obra maestra de Leonardo da Vinci. Se le condenó a la pena de  siete meses de prisión.

Interrogado por la policía

Lo cierto es que al comienzo de ocurrir el hurto de una de las más importantes obras de arte de la historia de la humanidad, a Pablo Picasso y su amigo el poeta francés Guillaume Apollinaire, se les acusó de ser sus autores. Ello les llevó a ser sometidos a un interrogatorio por parte de la policía francesa. Resultó curioso que Apollinaire acusara ante la policía a Picasso de ser el responsable del delito por lo que el pintor fue interrogado largamente. Tras finalizar la investigación, se concluyó que los dos artistas no estaban implicados ni tenían nada que ver con el robo de La Gioconda, por lo que ambos fueron puestos en libertad.

Picasso tenía estatuillas fenicias robadas al Louvre

Durante las investigaciones realizadas por la policía, Picasso tuvo una agravante para las sospechas y que hizo que esta se intensificaran. Sucedió que las autoridades encontraron en posesión del artista malagueño dos estatuillas ibéricas robadas tiempo atrás del Louvre. Ante esta evidencia, Picasso se defendió alegando que las había adquirido tras comprárselas a Géry Pieret, secretario de Guillaume Apollinaire y autor del robo. El artista malagueño también declaró que las compró desconociendo que las estatuillas eran robadas. Este suceso se conoce como L’affaire des statuettes (El caso de las estatuillas).

Fue un asunto que no se olvidó con el tiempo y que dio lugar a numerosos rumores y comentarios, puesto que algunos investigadores mantenían la hipótesis de que Pablo Picasso, en realidad, había sido el auténtico promotor del robo, hecho este que nunca se pudo demostrar. Lo cierto es que en 1907, Géry le ofreció a Apollinaire las estatuillas fenicias de un alto valor tanto artístico como económico, por un precio ridículo. El poeta se las compró y se las revendió a su amigo Pablo Picasso, quien decidió quedarse con ellas y hacer la transacción económica.