Tras la infame semana que ha protagonizado el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, besando a Jennifer Hermoso sin consentimiento (entre otros comportamientos polémicos) y dejando una intervención para el olvido en la Asamblea Extraordinaria en la que estaba prevista, erróneamente, su dimisión, ya han sido varios los futbolistas que se han pronunciado de manera crítica con él y sus acólitos. Borja Iglesias, Héctor Bellerín, David de Gea o Isco Alarcón han sido algunos de los jugadores de primera fila que se han atrevido a dar su opinión. Sin embargo, se trata de honrosas excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, ya que todo el resto de futbolistas masculinos profesionales no ha pronunciado o escrito una sola palabra sobre estos hechos.

Ya sea por miedo a expresar sus pensamientos, por desconocimiento de los hechos, por no tener una opinión lo suficientemente formada al respecto o por falta de implicación con la igualdad, lo cierto es que la inmensa mayoría de los futbolistas profesionales ha guardado silencio ante los escándalos de Rubiales. Y no sólo ante los de esta semana, que han sido la gota que ha colmado el vaso, sino ante todos los anteriores que se han ido conociendo durante sus cinco años de mandato al frente de la Real Federación Española de Fútbol. Mantenerse en silencio ante algo como esto deja patente la cobardía del grueso del fútbol masculino español, derivada del miedo a las críticas de los aficionados por posicionarse y a las consecuencias profesionales.

A su vez, aunque con distinto origen, el mismo temor que sienten los deportistas de élite de pronunciarse a favor de una causa feminista, como es la defensa de que está mal que se bese en la boca a una jugadora por parte de un directivo sin su consentimiento, es el que sienten al pronunciarse a favor de las causas LGTBIQ+. Salvo escasos jugadores que han mostrado abiertamente su apoyo al colectivo, el resto o pasa por el tema de puntillas, o directamente no se pronuncia en absoluto. Asunto completamente aparte, aunque directamente relacionado, es que ningún futbolista profesional en España ni en ninguna de las grandes ligas se haya atrevido a anunciar su homosexualidad. El motivo es evidente: los estadios de fútbol continúan, desgraciadamente, siendo hervideros homófobos en los que si un futbolista se declarase gay, recibiría insultos por ello. 

El fútbol español tiene ahora una oportunidad de oro. Un remate a puerta vacía para decirle que no al machismo. El caldo de cultivo está servido: la máxima autoridad del deporte rey en nuestro país ha manifestado un comportamiento intolerable que le ha granjeado un expediente del Consejo Superior de Deportes al Tribunal Administrativo Deportivo para comenzar el proceso de su inhabilitación. Políticos, periodistas, futbolistas femeninas y la sociedad se han avergonzado públicamente de estos hechos. Le toca ahora al último eslabón de la cadena, a los futbolistas masculinos, ser valientes y plantarse ante uno de los más lamentables episodios del deporte español, pronunciándose públicamente sobre lo ocurrido, negándose a resultar convocados con la selección, o de la manera que consideren. Todo suma. Lo que no lo hace es el silencio y la complicidad.

Ojos puestos en la siguiente convocatoria nacional

El clima de tensión que impera ahora mismo en el fútbol español no tiene otro precedente. El contexto ha obligado a la intervención de los organismos superiores, como es el caso del Consejo Superior de Deportes (CSD) o la Audiencia de Madrid, que ha remitido una denuncia contra Rubiales a la Audiencia Nacional por presunto abuso sexual. Dada la respuesta social, política y legal, falta la respuesta deportiva, la de los jugadores, si establecen líneas rojas para que tanto este escándalo como todos los anteriores que ha protagonizado el presidente de la RFEF no queden impunes.

Así, los futbolistas con posibilidades de ser convocados a la Selección se encuentran ahora en una dicotomía: tienen que elegir si renuncian a la llamada del conjunto español si no se producen cambios sustanciales, o si tragan con las actitudes machistas de Luis Rubiales y con la complicidad de su cúpula y seleccionadores. Cabe recordar lo que ocurrió con la Selección femenina: hasta quince jugadoras abandonaron el plantel porque Rubiales decidió mantener en el cargo a Jorge Vilda a pesar de la insistencia de las seleccionadas en cesarle por sus métodos poco ortodoxos como técnico y por, presuntamente, no respetar la intimidad de las deportistas. Un plantón similar podría darse en la masculina tras lo ocurrido. 

El 1 de septiembre será una de las próximas fechas clave. La oportunidad es de oro sea cual sea el desenlace: demostrar la dignidad que no han tenido otros, o tragar, hacer como si nada hubiera pasado y que el machismo y la complicidad con el mismo sigan imperando en el mundo del fútbol y en la Real Federación Española de Fútbol.