Es tremendamente complicado escribir cuando no sabes cómo están las personas de la lista de difusión a la que interrumpes periódicamente esperando que con su lectura le den sentido a lo que escribes.

No estamos preparados para que nos digan que las cosas van mal cuando preguntamos ¿Cómo estás? Nadie estaba preparado para frenarlo todo de golpe, mientras todo se acelera. Por muchas gráficas que hayamos pintado, no estamos preparados para graficar la muerte de nuestros seres queridos. No considero que haya pasado pocas miserias en esta vida y el otro día me eché a llorar porque mi abuela no me cogió el teléfono al primer intento.

Quienes pretendemos escribir necesitamos musas, y podéis imaginar que en los tiempos que corren, apenas hay musas de guardia. Por suerte, quienes son mejores tienen el detalle de publicar libros a los que poder recurrir y disfrutar de sus consejos en diferido. Gracias José Andrés Torres Mora, nunca hay demasiado Kafka.

Entre 2013 y 2014, el Centro de Investigaciones Sociológicas elaboró el Estudio 3004, titulado “Estructura Social y Prestigio Ocupacional”. Ya habían hecho una oleada anterior en los años 90, por lo que fueron casi 20 años sin pesquisas, y me duele en el alma recurrir a un estudio de hace más de seis años para hablar de los héroes y heroínas de nuestros días. Quizá de esta, viendo más de diez gráficos al día y comprobando que cada país cuenta y llora a sus muertos como le da la gana, aprendamos todos que los datos cuestan dinero e invirtamos en registrar quiénes somos, qué hacemos y cómo pensamos.

Este estudio elaborado en la Calle Montalbán, demasiado cerca de Cibeles, nace de la inquietud por las escalas profesionales que tuvieron en Chicago en los años 40, más tarde, Treiman tuvo el detalle de facilitarnos la vida a quienes nos dedicamos a los datos y elaboró una escala internacional de prestigio integrando 60 escalas nacionales.

Me he permitido simplificar la escala, redimensionar de 0 a 10 lo que se valoró de 0 a 100, para poder dirigirme en términos de evaluación académica a la valoración subjetiva que los entrevistados otorgaron al prestigio profesional de la clase trabajadora.

Pretendo aproximarme a la valoración que tiene la sociedad española del resto de mortales que levantan este país cada día, al tiempo que me preocupa que en las redes sociales se especifique si se aplaude a las enfermeras, las médicas, los celadores, las cajeras o las teleoperadoras... Sería más bonito si hablásemos de la clase trabajadora, porque eso es lo que hacen, trabajar. Romantizar las jornadas maratonianas y poner el cuerpo frente a los recortes sanitarios y en las medidas de prevención de riesgos laborales, nunca nos puede parecer buena idea.

En 2012 el Partido Popular dejó a la población inmigrante sin asistencia sanitaria, entre 2010 y 2014 se produjeron los mayores recortes en Sanidad, prácticamente diez mil profesionales menos y seis mil camas vacías. En 2017, María Hervás se descubría tras el telón para dejar que Iphigenia nos contase las penurias por las que pasa una joven de Vallecas cuando su hospital público de referencia no está acondicionado, después de años de degradación y de desprestigio. Hoy, ese pedazo de guarra, quinqui de mierda, podríamos ser cualquiera. Nadie tiene hoy suficiente dinero para saberse a salvo.

Mientras se recortaba en sanidad, los Médicos de familia tenían un prestigio profesional de 8 puntos sobre 10, los profesionales de la Enfermería y Farmacéuticos superaban los 7 puntos, los Celadores obtuvieron un 6'3. Cuando se criminalizaba la marea blanca y se acusaba de “liberados para armar follón” a quienes se atrevían a escupirle la protesta en la cara a la Tatcher castiza, ya eran nuestros héroes. Lo Médicos de otras especialidades obtuvieron una valoración de 8'4 puntos, es la puntuación más alta y se valoraron más de 500 profesiones.

Los Docentes de la marea verde, que están acomodando la docencia a las pantallas, mientras temen por sus padres y los alumnos por sus abuelos, también recibían mejor valoración que presupuesto (7'4). Lo que me recuerda a la valoración de Alberto Garzón como líder de Izquierda Unida en contraste con el apoyo electoral que aglutinaba la formación, pero eso sería otro artículo.

Los profesionales de las Ciencias Naturales, a quienes miramos para combatir la pandemia, no alcanzaban el notable. Se investigaba poco, y se valoraba por debajo de 6 puntos a quien lo hacía.

Los profesionales del Derecho tienen puntuaciones realmente bajas en comparación con lo que supone el Poder Judicial para un estado democrático, los Jueces, Notarios y Registradores, con una terrible Oposición a sus espaldas, no llegan a obtener un 6'5. Mientras que los Procuradores, Abogados y Fiscales se acercan al notable.

Ahora que los datos nos acechan, deberíamos plantearnos por qué un Administrador de base de datos merece apenas 6 puntos. Tenemos a un ministro que es filósofo, necesitamos ética para tomar decisiones cuando miramos un Excel y diseñamos un algoritmo, pero se valora con un 5 al Filósofo y con 7 al Informático, por suerte, al Estadístico, con un 7'6.

Para luchar contra el virus necesitamos Filólogos y Traductores, valorados con menos de 6 puntos, esto va de globalización, en Salud entre Culturas, una modesta ONG con despacho en el Hospital Ramón y Cajal (Dirigentes de ONG, 6'4 puntos), saben muy bien lo importante que es entender al paciente tal y como él sabe expresarse y en el idioma que prefiera hacerlo, traducir documentación médica y ensayos clínicos (Técnicos superiores en documentación sanitaria, 5'4), debe ser una de las prioridades contra la pandemia y contra la desinformación.

Piketty intenta explicar la desigualdad de los salarios según el capital humano y el valor que aporta el trabajador a la empresa en la que presta servicio. En los últimos años nos hemos olvidado de que el mejor cirujano del mundo no puede operar a corazón abierto si el quirófano no está limpio, que el mejor chef del país no puede cobrarnos a 58 euros el plato sin que un olivarero de Jaén varee, y que ningún directivo puede firmar ninguna venta millonaria a 14 horas de avión de casa sin la seguridad de que su prole está siendo atendida por una au pair de confianza.

El pánico no cunde en los supermercados, aunque los bulos y el egoísmo impere, gracias a las cajeras (5'4), a las reponedoras (4'3), a los mozos de almacén (4'6), repartidores (4'6), transportistas (5'5), entre otros muchos, incluidos el joven de la gasolinera (5), la limpiadora (4'6) y la teleoperadora que nos toma nota (4'2).

A quien nos sirve de excusa para salir de casa, al quiosquero de toda la vida al que nunca hemos mirado, se le reconocía muy poco su labor en la cadena de la información y del periodismo, al del quiosco le pusimos menos de cinco puntos, y al Periodista menos de seis. No valorar a quien nos conecta con el mundo y acompaña cada sobremesa es un aspecto con el que comparto la preocupación de Torres Mora.

Las personas que se han quedado atrapadas en su puesto de trabajo, quienes cuidan de nuestros mayores cuando ya no podemos, sabemos o queremos hacerlo, tan sólo eran valoradas con 6'4 puntos, si ellas, porque casi siempre son ellas, no estuvieran, ¿qué valor tendría nuestro tiempo?

El fascismo que entró con 52 diputados en la Cámara Baja se atreve a decir que sobran titiriteros pero que no podemos vivir sin quien labra la tierra. Los artistas creativos e interpretativos obtuvieron 6'5 puntos de media entre las profesiones que albergan. Recordad el contexto de insultos a los artistas de la ceja y los escándalos de la SGAE (lamento referirme a datos de 2013, pero ya sabéis que cuestan dinero). Saber que cuando todo esto acabe podré sentarme de nuevo en un patio de butacas y dejarme llevar por los actores hasta que se me erice la piel, acudir a una exposición de Blanco, Negro y Magenta, o leer lo último de un escritor (6'5) del que antes no había leído nada, es quizá lo único que me mantenga cuerda, si es que alguna vez lo estuve.

La baja valoración de los peones agrícolas (4'7), los ganaderos, agropecuarios y pescadores (4'8) son otra muestra de lo poco que valoramos la mano que nos da de comer. Pero aun con estos datos, los votantes de derechas daban menores valores al prestigio profesional de agricultores y ganaderos que los votantes de izquierdas.

Policía y Guardia Civil (6'1), Bomberos (8'3) y Militares (5'8) están demostrando el monopolio del uso de la violencia que posee un Estado democrático con todo su esplendor, a lomos de un caballo si es necesario, ojalá nos cuiden tanto que se nos olviden las cargas policiales a las que nos acostumbraron en las huelgas generales, las huelgas de educación, la marea verde, la marea blanca…

Con la muerte tan presente, debemos recordar a quién dota de honor nuestra última despedida. Los empleados de pompas fúnebres y embalsamadores eran bastante bien valorados en 2013 con más de seis puntos, su trabajo es fundamental. Ojalá no hubiese entre sus filas escoria que quiera enriquecerse aún más de lo necesario con la desgracia ajena.

Quienes no han cesado su actividad y siguen al pie del cañón, aunque nadie les aplauda, los obreros, los albañiles, los peones… apenas eran valorados con cinco puntos cuando fuimos conscientes de que el ladrillo no se comía por mucho que nos lo pusieran en el plato.

La Iglesia ha hecho lo más barato y sencillo ante el contagio, se ha lavado las manos, por lo que no me duele que los encuestados por el CIS en 2013, mucho antes de las polémicas y de que reconociesen los abusos y la pederastia, suspendieran el prestigio profesional de los sacerdotes. Al igual que me sirve de cierto consuelo la suerte de los profesionales de las salas de apuestas, mientras Julio Embid las denunciaba en Hijos del Hormigón, los españoles y españolas les valoraban con menos de 4 puntos.

Duele la valoración a los Dirigentes Sindicales, que son suspendidos con un 3'7, duele porque pienso en Luismi, en Violeta, en Chema, en Álvaro, en Afra, en Ana y en Eduardo, en las veces que se han partido la cara y ninguno de ellos, ni mucho menos ellas, se merece ser confundidos con quienes se lucraron de nuestra lucha. Los Responsables de la salud laboral son valorados con más de siete puntos, y eso en cierto modo, me consuela.

Los peores no son ellos, los peor valorados y no sin razón son los adivinadores, entre los que hoy deberíamos incluir a los Capitán a posteriori, a los que sabían lo que había que hacer antes de que lo hiciera nadie, en 2013 recibieron 2'7 puntos de prestigio ocupacional.

De ésta salimos valorando a nuestros iguales, a cada miembro de la clase trabajadora que componemos entre todos, defendiendo nuestro patrimonio público frente a la herejía liberal, o saldremos de la crisis sanitaria no sólo para abrazar una crisis económica, sino una crisis moral, en la que se harán ricos los que elaboran vino (6'6).

O mejoran las condiciones materiales de vida de todos, o sólo se verán beneficiados los que viven de sus rentas y no de su trabajo. El miedo del Ejecutivo a alterar el pago de los alquileres durante estos meses responde al interés de los rentistas, que se creen a salvo del mercado y de la degradación del precio del trabajo. No sabemos si esto nos hará ser mejor personas, con que nos haga reconocernos como miembros de la clase trabajadora, tendremos suficiente.

“Tenemos que vivir sencillamente para que otros puedan, sencillamente, vivir”, le gustaba decir al abuelo Eugenio. No permitamos que nos recomienden comer pasteles cuando nos nieguen el pan.

Aida dos Santos es politóloga por la Universidad Complutense de Madrid