Nos movemos en la dirección incorrecta”. Con estas palabras advertía el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) -dependiente de la ONU-, Petteri Taalas, durante la presentación del informe Global Annual to Decadal Climate Update (Boletín sobre el clima mundial anual a decenal) que elabora este organismo. Cada edición, las conclusiones empeoran. El calentamiento global con el hombre como catalizador y los sucesos naturales adyacentes al sistema climático, como El Niño, empujan con una fuerza desmedida la temperatura del planeta. Cada estudio arroja previsiones devastadoras con pronósticos de temperatura cada vez más altos, a lo que hay que sumar un estrechamiento del margen de mejora.

Hace escasamente un mes, el mismo organismo alertó de que la temperatura media mundial ascendió 1,15 grados centígrados (ºC) entre 2015 y 2022 con respecto al promedio del periodo comprendido entre 1850 y 1900. Esta horquilla de ocho años ya se ha convertido en la más cálida del planeta desde que en el siglo XIX empezara el primer conteo fiable. Los efectos, devastadores según el informe sobre el Estado del Clima Mundial 2022, confirmando que este mismo año se sitúa entre el quinto y el sexto más caluroso a pesar del enfriamiento provocado por el fenómeno La Niña, cuyo impacto se ha dejado sentir durante tres años. Este documento, que analiza indicadores climáticos como temperatura, gases de efecto invernadero, aumento del nivel del mar o el hielo marino y los glaciares, explica cómo sequías u olas de calor ensanchan su radio de actuación; amén de registrar que su factura económica y social es cada vez mayor.

Las conclusiones del informe no difieren en exceso con las predicciones que emanan del Boletín sobre el clima mundial anual. En palabras del secretario general de la OMM, a la espera de la habitual aparición del episodio de El Niño sumado a la mano del hombre en el cambio climático, se espera un incremento de las temperaturas mundiales “hasta límites desconocidos”. “Esto tendrá repercusiones de gran alcance para la salud, la seguridad alimentaria, la gestión del agua y del medioambiente”, resumía Taalas este pasado miércoles ante los medios de comunicación tras el cónclave meteorológico de la ONU. “Tenemos que estar preparados”, continuó.

Como contraposición al fenómeno cálido producido por El Niño, está el suceso de enfriamiento La Niña. Es decir, simplificándolo mucho, una suerte de contrapeso natural para moderar las temperaturas del globo. “Este efecto frenó la tendencia al calentamiento a más largo plazo”, según deslizan desde la OMM, aunque éste terminó el pasado mes de marzo y, según los pronósticos, “en los próximos meses se instaurarán condiciones características” a El Niño.

Este escenario retrotrae a los expertos al 2016, cuando este fenómeno estuvo en pleno apogeo hasta el punto de convertir aquel año en el más caluroso de la historia. De hecho, entre las conclusiones del citado informe subyace un “98% de posibilidades” de que, “en al menos uno de los próximos cinco años”, se supere aquella marca térmica impulsada por una intensidad excepcional de El Niño.  

Al hablar de cambio climático, los expertos toman como referencia la temperatura media de la superficie del planeta en el periodo preindustrial. Es decir, entre 1850 y 1900, antes de la revolución industrial que derivó en la quema masiva de combustibles fósiles. Elementos que, a la postre, son los principales responsables de las emisiones que sobrecalientan la Tierra. En el año 2022, la temperatura media global se incrementó en 1,15 grados centígrados, a la mitad del objetivo emanado de los Acuerdos de París para mantener por debajo de la frontera última de dos grados el calentamiento del planeta, dando un margen de medio punto en el lado más bajo de la horquilla.

Los primeros efectos

Ahora bien, el documento de la ONU ha advertido de que existen un 66% de posibilidades de que “la temperatura media anual en superficie supere transitoriamente en más de 1,5 grados los niveles preindustriales” durante al menos uno de los próximos cinco años. “Límites desconocidos”, remarcaba Taalas ante los medios. No obstante, ello no comporta un incumplimiento tácito del Acuerdo de París, máxime porque no se ha superado la barrera estipulada. Sí supone, en cambio, un tirón de orejas serio ante la deriva que ha tomado la humanidad y que amenaza, a la postre, con barrer el pacto de no dar un golpe brusco de timón. Un volantazo hacia una reducción drástica de las emisiones de efecto invernadero, alcanzable a través de la emancipación del ser humano de los combustibles fósiles. “Nos movemos en la dirección incorrecta”, abundó el secretario general de la OMM.

Los datos recogidos en el informe no implican una superación de “forma permanente” de la frontera de los 1,5 grados establecida en el Acuerdo de París, pues este se refiere al calentamiento a largo plazo “durante muchos años”. No obstante, la OMM “da la voz de alarma” de que se traspasará esta línea “de forma transitoria y cada vez con más frecuencia”. Hace tres años, la probabilidad de transgredir la linde térmica era de tan solo un 24%. Ahora, el porcentaje ha crecido hasta el 66%. Si se viaja a 2015, en cambio, antes de la firma del pacto climático, las probabilidades eran nulas. “Se prevé que las temperaturas medias mundiales seguirán aumentando, lo que nos alejará cada vez más del clima al que estamos acostumbrados”, puntualizó Leon Hermanson, uno de los coordinadores del informe.

El secretario general del organismo climático no solo advirtió de que la emergencia sigue su curso y no cesa, sino que, además, ha puesto el foco en la “dramática” situación del Ártico. El análisis de la OMM arroja un “calentamiento desproporcionadamente alto” en esta región. Tomando como referencia la horquilla media entre 1991 y 2020, se barrunta que la anomalía térmica en el Ártico suponga más del triple que la “media mundial”. Una situación que, a su vez, contribuiría al incremento del calentamiento global.

¿Cómo afectará a España?

Lo cierto es que la predicción de un inminente estallido de El Niño no pilla a contrapié a los meteorólogos, que llevan meses avisando de la posibilidad de que este 2023 se registrase este fenómeno. Ya en febrero de este mismo año, el meteorólogo Mario Picazo alertaba sobre su regreso, augurando sus primeros síntomas en los meses de verano y, sobre todo, de cara al próximo año, con una huella diferente en función de la región del planeta, incluyendo a Europa.

Las predicciones de los expertos, sujetas a la tendencia, es que El Niño en España puede asociarse a un incremento de las precipitaciones durante el otoño e incluso puede que menores en caso del invierno y la primavera. A priori, esta hipótesis se presenta como una salvación para un país que coquetea con la constante amenaza de sequía generalizada, aunque, pese a todo, el impacto de este fenómeno supondría un incremento de los termómetros en todo el país durante los meses de verano. En cualquier caso, los meteorólogos se mantienen alerta ante la incertidumbre que genera su aparición.

La sequía, problema troncal

Este escenario con escasez de precipitaciones ha puesto en alerta a todos los estratos de la sociedad española. Tanto es así que, a juzgar por los datos del último barómetro del CIS, hasta un 89,2% de los españoles asegura que siente “bastante o mucha” preocupación ante la sequía que padece el país, que se encuentra desde finales del pasado año en constante alerta, máxime al comprobar que la capacidad de los embalses -a 3 de mayo y según datos del boletín hidrológico- se sitúa en un 49,6%. O lo que es lo mismo, un 18,8% menos que la media de la última década. Números que provocaron la respuesta del Gobierno central con un paquete de medidas para hacer frente a este fenómeno, entre las que destacan la construcción de infraestructuras en las cuencas más afectadas o ayudas al mermado sector agrícola.

La ausencia de precipitaciones ha dificultado sobremanera la recuperación de las reservas de agua de los embalses españoles. Cabe señalar que, en la última semana, éstas han sido escasas en la cuenca Mediterránea y prácticamente inexistentes en el Atlántico. Según el boletín hidrológico semanal, Murcia ha registrado máximos con 13,8 litros por metro cuadrado. Situación que sobredimensiona la sequía de larga duración de España, con las zonas del Guadalquivir, Sur y Pirineo oriental como las más afectadas según la AEMET.

En suma, según el Ministerio para la Transición Ecológica, el almacenamiento de agua de los más 370 embalses del país apenas supera los 27.800 hectómetros cúbicos, unos 251 menos de los registrados la pasada semana. Datos que se contraponen con la capacidad total de almacenaje hídrico, cuya frontera se sitúa en los 56.000. En resumen, un 87,5% de las cuencas hidrográficas españolas se encuentra por debajo del umbral habitual en esta época pre estival.