La situación en nuestro país es crítica por culpa de la sequía. Hay expertos que coinciden en que el escenario se encuentra en un punto de no retorno, con niveles prácticamente desconocidos hasta la fecha a los que hay que sumar decisiones que no ayudan, como la de PP y Vox en Andalucía respecto a Doñana.

Con la premisa de la remontada entre ceja y ceja y con un verano que se antoja agónico, el Gobierno de España ha convocado para este jueves un consejo de ministros extraordinario en el que planteará soluciones in extremis.

A lo largo de la historia se han tomado algunas de lo más barrocas, como las que recoge ElPlural.com en estas líneas. Bien es cierto que a problemas desesperantes, soluciones desesperadas, pero es verdad también que varias de estas segundas han sido llamativas, que no por ello descabelladas si se miran desde la distancia.

La ‘gran sequía’ de 1978 en Benidorm

Sin duda, una de las que más sorprende es, seguramente, la intención de traer icebergs a las ciudades que sufren de sequía. No es ninguna broma, sino algo que se ha planteado para España hasta en dos ocasiones en época contemporánea.

La primera tuvo lugar con una democracia todavía en pañales, durante el año 1978, cuando se propuso traer una masa gigante de hielo a Alicante para contrarrestar la sequía que había asolado Benidorm.

Más allá de la anécdota, la sequía de la ciudad valenciana sirvió para algo positivo, pues hizo las veces de herramienta para cambiar la forma de enfocar el abastecimiento de agua en España y, concretamente, en la localidad. Cabe tener en cuenta que la ciudad llevaba décadas enfocada al sector turístico, pero las estructuras de abastecimiento de las que disfrutaba eran a todas luces insuficientes debido al crecimiento demográfico.

Los expertos coinciden en que el periodo de sequía duró hasta 1984, pero que el episodio más afectado fue el que se enmarca a finales de los 70, pues los siguientes años registraron niveles de precipitaciones normales o más altas de lo normal.

Con ello, debería haber sido imposible acabar con los recursos hidráulicos en un solo año, por lo que tuvo que ver, y mucho el factor humano, para que ocurriera precisamente eso. Más detalladamente, la causa principal de la gran sequía de 1978 fue un ejercicio de equilibrismo mal llevado a cabo durante la dictadura entre el desarrollo demográfico y una construcción sin miramientos enfocada al tercer sector.

Aumentar el caudal del Guadalquivir

El otro ejemplo se encuentra un poco más adelante, concretamente en 1995 en la ciudad de Sevilla. La capital hispalense fue testigo de una de las sequías más desoladoras de todos los tiempos, la más, seguramente, de la comunidad del sur.

La Delegación del Gobierno autonómico no sabía de qué manera responder ante una crisis climática cuyo antecedente más notable era el de Benidorm. Dicho y hecho, la solución a plantear fue la misma: traer un iceberg con remolcadoras para aumentar el caudal del Guadalquivir. Entre las decisiones que se tomaron en aquellas conversaciones destacaron también la de evacuar a toda la población, poner en marcha una cadena de barcos de suministro como la que se utilizó en su día para llevar agua de Huelva a Cádiz, o instalar una desaladora.

Al final todo quedó sobre el papel y nunca se puso en práctica, ya que al poco tiempo empezó a diluviar y el hecho se revirtió, lo cual no quita para que la situación a la que tuvieron que hacer frente los andaluces no fuera preocupante. Para hacerse una idea, Sevilla y alrededores solo disfrutaban de ocho horas de agua por la mañana, mientras que los pantanos que abastecían a la ciudad estaban vacíos y el caudal de su río principal bajo mínimos.

El hecho sirvió también para que tanto la provincia como el conjunto de la comunidad y en cierta medida del país actuaran de forma diferente a partir de ese momento. Las soluciones hoy pueden parecer, por qué no decirlo, cuestionables; pero hay que contextualizar el momento. Por aquel entonces, concretamente entre 1992 y 1995, Andalucía no contaba con un plan de emergencia y la gestión sobre Emasesa -empresa pública que gestiona el abastecimiento de 1,3 millones de personas y de la que se sirven el 15% de los andaluces- era bien distinta. De hecho, a pesar del escenario actual, ahora mismo la comunidad tendría garantizado el consumo de agua para los próximos dos años pese a encadenar cuatro ejercicios con precipitaciones por debajo de la media. Y esto es, en parte, gracias a la sequía de aquel entonces.

Otras soluciones desesperadas

La lista de soluciones de este tipo es algo más amplia. Por ejemplo, para la sequía que asoló Barcelona en 2006 se planteó la posibilidad de transportar agua del Ródano, uno de los ríos más grandes de Europa Central, a la Ciudad Condal. La propuesta no resultaba fácil porque requería del aprobado de Francia -por donde discurre el río- y el país vecino no estaba muy por la labor.

Otra idea de este índole la tuvo la Comunidad de Madrid, cuando barajó durante la sequía de principios de los 90 y nuevamente en los 2000 sembrar nubes con yoduro de plata para intentar incentivar las lluvias. El movimiento pasa por bombardear las nubes con este compuesto químico, una técnica que se llevaba a cabo en los lugares en los que los agricultores requerían de precipitaciones y que en el mejor de los casos aumenta en casi un 20% el volumen de agua de las precipitaciones.